EDITORIAL
En México asesinan a 10 mujeres a diario y Oaxaca ocupa el tercer lugar en violencia extrema de género. Es la impunidad latente en la entidad lo que ha propiciado que los niveles de discriminación y violencia se intensifiquen.
Todas las mujeres, a lo largo de su vida, han sufrido, en distintos grados, la violencia de género, que puede manifestarse en el ámbito del hogar, escolar, laboral y social, ya sea de carácter psicológico, económico, físico, patrimonial y sexual, que muchas veces termina en un feminicidio.
Precisamente se crea la figura del feminicidio para visibilizar la violencia extrema en agravio de las mujeres. Un delito independiente que permita un análisis multidisciplinario con perspectiva de género, con elementos diferenciadores.
El objetivo de crear esta figura penal era investigar el delito de manera correcta, sin estereotipos que dañen los derechos de las víctimas y con la incorporación de la perspectiva de género desde que el agente investigador llega a la escena hasta que los impartidores de justicia resuelvan los procesos.
Desde la llegada a la Fiscalía General del Estado, diversos actores advirtieron la misoginia del titular, Rubén Vasconcelos Méndez, que llevó incluso a la renuncia de su primera fiscal especializada para la atención a delitos por razón de género, Rosario Villalobos.
La funcionaria denunció, en su momento, la aversión que mostraba Vasconcelos Méndez hacia las mujeres e incluso, a su propio personal femenino, sin tomarlas en cuenta para su estrategia para combatir la violencia de género.
Las cifras que presenta ahora en cuestión de feminicidios son inverosímiles. 29 feminicidios en 2019 y añade 107 homicidios dolosos de mujeres. Hasta hace una semana sólo reconocía 3 feminicidios de los 24 asesinatos en agravio de mujeres.
Qué criterios puede aplicar para determinar que no se trata de un feminicidio, si desde el inicio de la investigación no se actúa con base en el protocolo establecido, para después, descartar si es que no se tratara de esta figura penal.
Al acomodar las cifras a modo, no se sabrá la magnitud con que las mujeres están siendo violentadas y asesinadas.
El descartar la mayoría de asesinatos de mujeres como feminicidios, sin haberse apegado al protocolo minucioso de investigación, es otra forma de violentar a las víctimas.
Continúa el fiscal, estigmatizando y culpabilizando a las mujeres de sus propias muertes, al minimizar los motivos, que lo han llevado, incluso, a considerar sólo homicidio doloso en los casos de asesinados, cuyos cuerpos de las víctimas fueron expuestos en lugares públicos, sólo porque no pudo comprobar una relación sentimental con el agresor.
Poco le ha importado que las víctimas sufrieran violencia sexual, lesiones degradantes o su estado de indefensión, por lo que ha declarado insistentemente, los feminicidios los ha reducido a las que tenían relación sentimental con los victimarios.
Ha reiterado que el culpable suele encontrarse en el círculo más cercano de la víctima al tratarse de violencia que se comete al interior de los hogares.
Deja así, también de lado, las relaciones de amistad, de confianza o subordinación, deja de investigar si existieron antecedentes de amenazas o acoso.
La conducta misógina del fiscal sólo ha llevado a la impunidad social y a fomentar más muertes violentas de mujeres.
Vasconcelos Méndez se ha caracterizado por clasificar y cosificar a las personas, tiene personal de primera, de segunda y de tercera, al igual que las víctimas, como el mismo lo dijo: “La Fiscalía tiene prioridades en la persecución penal de delitos. Hemos dejado de gastar dinero y recursos en delitos de bagatela”.
No todas las víctimas son iguales, para el fiscal, existe una gran mayoría a la que es necesario ignorar para enfocarse a los delitos que le atraigan reflectores.
Solo confirma que su paso por la Fiscalía obedece más a intereses personales, a una rendición de culto a su persona y a brillar en un mundo legal creado para sí mismo.
Urge ya que el Estado deje de ver los asesinatos de mujeres como un hecho aislado y se niegue la violencia sistemática en su contra. Hoy más que nunca, ni una menos.