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PRI: La crónica de un fraude anunciado

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El domingo 11 de agosto se confirmó lo que ya estaba dicho: el triunfo de Alejandro Moreno Cárdenas y Carolina Viggiano en la elección interna del Partido Revolucionario Institucional, en una contienda desangelada donde hubo desde sobornos a funcionarios de casilla, acarreo de votantes, un padrón de militantes inflado, compra del voto en mil pesos y el relleno de urnas antes de iniciar la jornada electoral. Tras su derrota, la ex gobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega renunció a 29 años de militancia en el tricolor

 

Daniela CHAO

 

Una representación teatral, cuya trama y desenlace ya estaba anticipado, es lo que se vivió en la elección interna del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Una sucesión que, desde su primera etapa, estuvo plagada de irregularidades. El final anticipado ya se sabía: Alejandro Moreno y Carolina Viggiano son los nuevos dirigentes nacionales del partido tricolor.

 

VICIOS TATUADOS EN EL ADN

 

Omnipotente e indestructible, así se gestó en su inicio. El general Plutarco Elías Calles, en 1929, aglutinó a todos los generales en un mismo partido y así logró que se terminaran los golpes de estado, las asonadas y los levantamientos armados. Fundó el Partido Nacional Revolucionario y fusionó todos los partidos existentes en México.

Los mexicanos se convertirían en simples votantes para legalizar las sucesiones.

El crédito a las elecciones se logró al permitir la creación de otros partidos.

Lázaro Cárdenas, en 1934 lo sustituyó por el Partido de la Revolución Mexicana. Sólo duró 12 años. Miguel Alemán lo rebautizó con su nombre actual y se alió con Fidel Velázquez para tener el control de todos los sindicatos, hasta entonces sueltos.

A partir de 1930 y hasta el 2000, ninguna elección presidencial fue limpia y transparente.

El PRI se instituyó como un partido que se dedicaba, de manera oficiosa, a ganar elecciones y evitar perder el poder total del país.

Compra de votos, tiempos en la radio, prensa y televisión. Apoyo de los gobernadores, sindicatos, la burocracia, empresarios e incluso de otros partidos.

Competir contra el PRI en esos tiempos era una misión imposible.

 

REPITEN PADRÓN

 

Hace una semana los priistas decidieron quién sería su nueva dirigencia. Lo eligieron al más viejo estilo priista, cómo ellos saben.

Robo de urnas, carruseles, los mapaches, los ratones locos, el taqueo, las casillas zapato, las urnas madrugadoras, la operación tamal y toda la mecánica nacional para tener una elección fraudulenta e irregular.

Una elección sin un guía todopoderoso, como fue siempre el presidente de la República, quien designaba quién sería el líder nacional. Aquellos tiempos en que ningún militante se oponía o corría el riesgo de ser condenado al destierro político.

El albazo, acarreo, dedazo y muchas más concepciones son prácticas que caracterizan a un partido que nunca fue devoto de lo que constituye la base de la democracia.

Estas prácticas no asombran a nadie. No en balde el PRI es fundador de estas irregularidades desde que se creó hasta los tiempos actuales. Todo un andamiaje de imposición.

Alejandro Moreno y Carolina Viggiano obtuvieron un millón 603 mil 705 votos de la elección. Ese mismo día la fórmula anunció su triunfo, validada el pasado miércoles por la Comisión de Procesos Internos del PRI anunció la victoria.

El segundo lugar fue para la fórmula encabezada por Ivonne Ortega con 177 mil 298 sufragios y por último Lorena Piñón con 49 mil 251.

La fórmula ganadora arrasó en todas las entidades de la República, logrando el 85.07 por ciento de las preferencias.

Militantes del PRI denunciaron, a través de redes sociales, la presunta compra de votos con vales de despensa por parte del equipo del candidato a la dirigencia nacional, Alejandro Moreno Cárdenas.

Detallaron que por votar por Moreno Cárdenas les entregaron un vale por 100 pesos para hacerlo válido en una cadena comercial local. Ivonne Ortega dio seguimiento a denuncias que señalaban que se ofrecían hasta 3 mil pesos por voto.

 

RENUNCIA AL PRI

 

La ex gobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega Pacheco aseguró que el triunfo de Moreno Cárdenas “es el reflejo de las graves irregularidades cometidas por la cúpula, que no sólo ensuciaron el proceso, sino que desprestigian más al partido”.

“No validamos estos resultados, aunque el partido esté dispuesto a acatarlos. La presidencia que surge de esta elección carece de legitimidad desde su origen, y carecerá de legitimidad hasta el final. Alejandro Moreno es y será solo el presidente del fraude”.

La candidata decidió no impugnar; no obstante, el viernes pesado, en un video compartido en sus redes sociales, publicó que renunciaba al partido. “En congruencia con mis convicciones democráticas, hoy he presentado mi renuncia al PRI después de 29 años de militancia”.

Reveló que decidió no impugnar los resultados de la elección que dio el triunfo a Alejandro Moreno Cárdenas en el PRI, porque “fue mi último acto de cariño al partido, porque al final de cuentas una impugnación postelectoral lastima, y mucho, al partido. No quiero lastimarlo”.

 

VICIADA DESDE EL INICIO

 

No decepcionó el PRI en la elección de su nueva dirigencia nacional. Cumplió otro proceso fraudulento contra sí mismo.

Era inaudito pensar que este desarrollo sería transparente ante la mirada de miles de mexicanos, que han vivido los grandes aprendizajes y vicios de un partido que en su genética trae implícita la corrupción, el acarreo y la imposición.

La serie de inconsistencias inicia desde los padrones que estaban constituidos en el Instituto Nacional Electoral (INE). Esa fue la primera alerta.

A principio de año el padrón de militantes tuvo un incremento inusitado en algunas entidades del sureste donde Alejandro Moreno tuvo el mayor apoyo para conseguir la presidencia nacional del partido.

Tal vez el mayor escándalo fue cuando José Narro Robles anunció su renuncia a la aspiración de ser líder nacional y a su militancia del PRI, al tiempo de que acusó simulación en el proceso de elección.

La cargada 11 de los 12 gobernadores del PRI a favor del aspirante Alejandro Moreno, durante una reunión en el Estado de México, provocó que Narro dejara la competencia.

En un mensaje difundido en redes sociales hizo pública su decisión de renunciar a formar parte de la simulación en el proceso de elección, «el proceso de elección ha dado inicio y lo ha hecho con los mayores vicios y las prácticas menos deseables. La mascarada para imponer a Alejandro Moreno dentro de la dirigencia ya comenzó. El PRI enfrenta el riesgo de convertirse en un satélite del partido en el gobierno».

El vaticinio se cumplió. Se realizaron cambios de ubicación de último minuto de mesas receptoras, acarreo de gente a la que aún sin estar en el padrón se les permitió votar, entrega de dádivas surgidas de los recursos públicos, intimidación.

Algunos militantes denunciaron que se volvió un ir y venir. No encontraban los sitios instalados donde al llegar se les decía que no aparecían sus nombres, pese a que era la sección que les correspondía, algo que de alguna manera les impidió votar.

El propio secretario general del CEN del PRI, Arturo Zamora, votó dos veces en Zapopan, Jalisco: La primera lo hizo con una credencial de elector ajena y, al ser descubierto, regresó más tarde para volver a votar con la propia. En ambos casos, los funcionarios de la casilla –priistas, claro– avalaron la maniobra fraudulenta.

Fue inaudito que hayan acudido a votar un millón 664 mil 229 priistas, que es el 33 por ciento de los seis millones y medio de militantes registrados, de los cuales Moreno obtuvo un millón 407 mil votos, es decir, el 84 por ciento de los sufragios.

Finalmente, el triunfo contundente de Alejandro Moreno no sorprendió a nadie. Los priistas insisten en una política degradada, convenenciera, sin valores, ni convicciones, sin compromisos, una política de humillaciones, de falta de dignidad. Un estigma de corrupción que los ha estancado y revalida el desprecio que se ha ganado de la población.

Lo irónico de esta elección es que Alejandro Moreno, al recibir la constancia de mayoría que lo acredita como presidente electo del PRI, prometió que en su partido no se solapará la corrupción.

“Tiene que haber garantía y respeto para todos los ciudadanos. Quien comete un delito, a quien se le impute un delito, tiene nombre y apellido, y tiene que enfrentar la justicia (…) el PRI respalda todo lo que combata la corrupción”, afirmó.

Envío un mensaje de unidad para Ivonne Ortega y Lorena Piñón, la exsecretaria general del PRI y exgobernadora de Yucatán, quien lamentó que los mexicanos, en medios de comunicación y redes sociales, se han burlado del partido y han calificado como un gran fraude los resultados obtenidos por el declarado presidente del PRI.

Indicó que el robo de la cúpula ha sido tan descarado “que cayó en lo grotesco” y sentenció que el proceso interno del partido carece de legitimidad y es la burla de la política en México”.

Lo cierto es, que al grueso de los mexicanos no les importa quién ganó la elección para líder nacional del PRI, salvo para burlarse en redes sociales del fraude anunciado. “Un autogol”, en el argot del país.

 

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