El magisterio oaxaqueño afiliado a la conflictiva Sección 22 cumplió su sexta semana de paro; seis semanas de no haber iniciado siquiera el ciclo escolar 2013/2014. El repudio a sus acciones en el Distrito Federal; de los padres de familia y alumnos del sistema educativo oficial oaxaqueño, ha puesto contra la pared a los poco más de 6 mil delegados efectivos que en la asamblea votaron a favor de continuar el paro, pero que a éstos tiene sin cuidado, pues están conscientes de que su chamba y sus centros de trabajo están seguros, ante la complacencia del gobierno de Gabino Cué. Es evidente que la famosa Reforma Educativa y sus leyes secundarias empiezan mal. ¿En dónde están las sanciones que contempla para quienes no cumplan con su responsabilidad docente, en lo que se ha excedido el titular de la Secretaría de Educación Pública, Emilio Chauyfett? ¿En dónde están las actas administrativas para despedir a los faltistas? Obvio, no están por ninguna parte.
Lo que más ha sorprendido es la forma burda y torpe en la que han sido burlados prácticamente los gobiernos federal y estatal. En la última mesa de negociación en la SEGOB, hasta se le dio entrada a ese instrumento de adoctrinamiento denominado Plan para la Transformación de la Educación en Oaxaca (PTEO). De ahí salieron los dirigentes, Rubén Núñez y Francisco Villalobos, con la certeza de que se volvería a clases el lunes 23. De inmediato empezaron a ser torpedeados por los radicales, acusándolos de traidores; de aplicarles el principio rector 20; de convocar a una asamblea para su destitución. ¿Conclusión? El regreso a clases fue una tomada de pelo, que lo mismo sorprendió la buena fe del gobierno que a Gabino Cué, su aliado ex officio, quien sostuvo en días pasados que el diálogo estaba agotado.
Siempre se ha dicho que al interior de la Sección 22 existen intereses muy definidos de remanentes del Ejército Popular Revolucionario (EPR) y de grupos radicales como la Unión de Trabajadores de la Educación (UTE), responsables del estallido del conflicto del 2006. Pero quien está al frente prácticamente de los radicales, son maestros ligados al Frente Amplio de Comunidades Marginadas del Estado de Oaxaca (FACMEO), grupo abiertamente ligado a la guerrilla, que fue fundado por Rafael Vicente Rodríguez Enríquez, alias “El Comandante Güero”, asesinado en diciembre de 2011 y activista de secuestros y otras acciones ligadas a grupos en la clandestinidad. Pese a las pruebas que existen, nada ha hecho el gobierno federal para desmantelar esas células que hoy mueven al Cártel-22, es decir a la CNTE.
De no tomar, ambas órdenes de gobierno –federal y estatal- al toro por los cuernos, no hay duda que la movilización en el DF será bien aprovechada por los enemigos y detractores del presidente Enrique Peña Nieto, que utilizarán a la CNTE –y su directorio mayoritario, la Sección 22- para crear el caldo de cultivo de la ingobernabilidad y la anarquía. En tanto no se tomen medidas enérgicas para acabar con este lastre de impunidad e irresponsabilidad, Oaxaca seguirá ad perpetuam bogando en el rezago educativo y el atraso. Es evidente que al magisterio oaxaqueño de la 22 no le interesan cuestiones gremiales. No. Ellos están como punta de lanza para torpedear las reformas estructurales, creando un ambiente denso y asfixiante en la capital del país y teniendo como rehén a la educación de más de un millón trescientos mil alumnos oaxaqueños.