EDITORIAL
Aún faltan dos meses para la jornada electoral del primero de julio y en el pueblo oaxaqueño ya se advierten los resabios de la polarización y el encono. No se trata de una fijación particular sino de una percepción generalizada en Oaxaca, de que los maestros de la Sección 22, contraviniendo los preceptos democráticos, han animado en la sociedad el odio y el encono hacia el PRI. Hay que percibirlo en sus marchas y manifestaciones; en sus consignas y protestas. Los hechos que se dieron en Puerto Escondido durante la visita del candidato a la Presidencia de la coalición “Todos por México”, José Antonio Meade y la posterior amenaza de que habrían de boicotear todo acto de proselitismo tanto de él como del aspirante de la coalición “Por México al Frente”, Ricardo Anaya, muestra con toda su crudeza, la participación de los maestros para torpedear y enrarecer el panorama electoral.
Esta situación, más allá de la percepción o resultado del debate del pasado 22 de abril, lo cierto es que los maestros y ciertas organizaciones que tienen presencia en algunas comunidades de la entidad, están apostando abiertamente por Andrés Manuel López Obrador, candidato del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). No hay que olvidar que estamos prácticamente en el mes de mayo y el Cártel 22 inicia su famosa jornada de lucha. Tampoco dudamos que en Oaxaca se pretenda perversamente repetir el fenómeno de 2006, cuando el magisterio y la tristemente Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO), pusieron contra la pared al pueblo oaxaqueño y no al gobierno de Ulises Ruiz. La idea ruin es confrontar al pueblo entre sí. A raíz de los hechos de violencia en Puerto Escondido, AMLO declaró que él no tenía capacidad de decidir en la CNTE y los maestros.
He ahí el por qué hace falta la firma de un pacto entre los aspirantes tanto a la presidencia como al Senado, las diputaciones federales, locales y municipales, para alentar la unidad y la conciliación. Las autoridades electorales –siempre lo hemos dicho- deben insistir en que los discursos no sean mensaje de odio, como los que lamentablemente hemos escuchado de algunos. Mucho menos que se siga permitiendo que gremios o sectores escudados en la libertad de expresión, sigan insistiendo en manipular a la población con posturas demagógicas para favorecer a ciertos candidatos. Oaxaca ha vivido escenarios de violencia y encono que la mayoría de oaxaqueños no quisiera repetir. Ya podemos imaginar lo que nos espera en caso de que el voto mayoritario no le sea favorable a quien los maestros apoyan, porque entonces sí se desatará un infierno.
Otro capítulo más es el que corresponde a las comunidades. Si el encono y la polarización la vemos con preocupación en los centros urbanos, ya podemos imaginar la que hay en las miles de comunidades rurales que están diseminadas por toda la geografía oaxaqueña. Porque es innegable que es en los pueblos más rezagados en donde su discurso del odio y el encono tiene más impacto social. Eso tiene que evitarse con la intervención tanto de las autoridades educativas como civiles. Oaxaca ya no puede más. Y esta elección puede terminar con la escasa civilidad que aún existe entre la sociedad civil. Si hemos vivido acotados por protestas y atropellos a los derechos civiles, nada bueno podemos esperar del resultado de las elecciones ya sea a favor o en contra de AMLO, que no haga más complejo el infierno que hemos vivido los oaxaqueños con ese cáncer social denominado magisterio.