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Muchos cocineros hacen mal guiso

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Es tiempo ya de que el jefe de la campaña de Meade sea el propio Meade, y los candidatos al Congreso, a las gubernaturas y a las presidencias municipales sean personas afines a él, y no imposiciones de caprichos de los iluminados.

 

Alfredo RÍOS CAMARENA

 

Está concluyendo la —jurídicamente correcta, pero políticamente absurda— precampaña de los candidatos a la presidencia, enfocada supuestamente a los militantes de sus respectivas coaliciones y partidos. Todos enredados en la falta de ideología y de incompetencia operativa.

José Antonio Meade, si lo midiéramos como se suele evaluar a los boxeadores, libra por libra, sin duda sería el mejor: mejor como ser humano, mejor como funcionario público, mejor como hombre de Estado. Sin embargo, estas cualidades no bastan en un mundo donde la democracia se descarriló para dar lugar al maniqueísmo y la manipulación de los sentimientos de masas resentidas e inconformes. Los ejemplos más claros son: la salida de la Gran Bretaña del brexit, el referéndum colombiano para alcanzar la paz y, desde luego, la elección presidencial en Estados Unidos. Todo parece indicar que son imprevisibles las respuestas del electorado en un mundo de enorme desigualdad y pobreza.

La candidatura de Meade sufre, de entrada, una dicotomía entre el concepto de ciudadano-candidato e integrante del gobierno del PRI; esto ha provocado que sean muchas las manos que intervienen en esta precampaña, lo que da como resultado que muchos cocineros hagan un mal guisado y el ingrediente de la soberbia le da peores resultados.

¿Quién determina las decisiones de la campaña de Meade? Posiblemente Enrique Ochoa, Aurelio Nuño, Eruviel Ávila, Luis Videgaray o Enrique Peña Nieto, o todos a una, como Fuente Ovejuna, pero todos cometiendo errores con propaganda contradictoria y con falta de conexión real y objetiva con el pueblo de México.

Si los votantes conocieran personalmente a Meade votarían por él, pero hasta hoy no se ha reflejado con claridad su capacidad y su talento; las candidaturas a los diversos puestos de elección popular parecen salidas de la chistera de un mago que no sabe cómo producir la ilusión y el efecto admirativo, más bien es un mago triste con prácticas cupulares y carentes de sentido popular.

Es tiempo ya de que el jefe de la campaña de Meade sea el propio Meade, y los candidatos al Congreso, a las gubernaturas y a las presidencias municipales sean personas afines a él, y no imposiciones de caprichos de los iluminados.

José Antonio tiene que reaccionar, conectarse con la gente, mostrarse cual es; sin ese maquillaje en que lo quieren rodear sus diversos expertos en comunicación, que están alejados de la percepción popular y del sentido que, hoy, prevalece en la sociedad mexicana.

Es tiempo de reflexión en esta inter-campaña, y de corrección si el PRI y sus aliados de verdad quieren ganar la Presidencia de la República; a veces parece que no, pues los sectores del PRI están abandonados, los militantes poco escuchados, los líderes que conocen la operación política, hechos a un lado; mientras que se discute en “las alturas” conceptos de mercadotecnia, que podrán ser buenos en otras latitudes, pero no en estos momentos de duda y de ira popular, donde se requiere que alguien le dé rumbo y destino al pueblo de México.

Meade no está descartado, tiene con qué y para qué ganar la elección. Dejémoslo que tome las decisiones oportunas.

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