Reflexiones constitucionales
Es tiempo que los candidatos y los partidos den a conocer sus puntos de vista sobre temas fundamentales como la seguridad, las relaciones internacionales, la desigualdad y el modelo económico, las propuestas legislativas y el programa de gobierno.
Alfredo RÍOS CAMARENA
La composición social que nos permite entender el desarrollo humano fundamentalmente tiene cuatro soportes que son: la teoría económica, la ciencia política, la ciencia histórica y la ciencia jurídica. La interrelación de estas asignaturas es la que nos da la oportunidad de entender el pasado y contemplar el porvenir; por eso, la propuesta de cualquier gobierno de cualquier sistema y en cualquier momento debe estar soportada en estos elementos teóricos y académicos.
Esto no está sucediendo en la actual precampaña electoral presidencial, donde no solamente la ausencia de talento, el aburrimiento, la ineficacia y la falta de imaginación han construido un ambiente donde el chiste sin ingenio y la expresión plana de los protagonistas, hace que la ciudadanía se desentienda de este proceso comicial y solo subraye —como único timbre llamativo de estos tiempos— la canción del niño indígena sobre el movimiento naranja; a ese grado de incapacidad, en la comunicación política, han llegado los partidos cupulares, lo único que ha traído a la sociedad es el canto —por cierto, armónico y bello— de este niño que promueve a Movimiento Ciudadano.
No se han planteado propuestas atractivas en un momento en que el destino de la nación está en juego, particularmente, por las condiciones externas que amenazan el desarrollo del futuro nacional, con la actitud prepotente y patológica del presidente Trump; ninguno de los participantes se ha atrevido a tocar el tema internacional y sus propuestas solo son lugares comunes, que a nadie importan.
Es tiempo que los candidatos y los partidos den a conocer sus puntos de vista sobre temas fundamentales como la seguridad, las relaciones internacionales, la desigualdad y el modelo económico, las propuestas legislativas y el programa de gobierno.
Por ahora, solo distinguimos a los protagonistas por sus diferencias físicas y solo hacemos alusión a ellas; un Anaya desabrido, un López Obrador enfurecido y soberbio; o una sonrisa fuera de lugar de Meade. Nada que los distinga, nada que los conmueva, nada que transmita al pueblo de México una esperanza o una razón de ser del Estado nacional.
Sabemos bien que el candidato del PRI tiene una capacidad y una experiencia muy superior a la de sus contendientes, sin embargo, no ha conectado todavía a plenitud con la ciudadanía; es urgente su despegue, pues no hay duda de que es el mejor
Mientras tanto, la figura de López Obrador crece, cuando menos en la opinión de los comentaristas y analistas, pero sus puntadas carecen de gracia e interés, sin embargo, se discuten en la agenda nacional, como la última “la amlodipina”, una medicina que cura todos los males; Anaya ya cansó al espectador con la presunción de hablar inglés y francés, y tratar a grandes personajes de fama internacional, a quienes alguna vez saludó y no trató, como si lo hizo el ex secretario de Relaciones Exteriores, su gracia es que toca el piano y canta, y hace un buen dueto rockero con el perredista Juan Zepeda.
Ojalá se despierte el talento y la expresión profunda de lo que espera nuestra sociedad, mientras tanto na, naná, na, na, na.
