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La Opción por los más pobres

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Roberto López Rosado 

IMG_1281La teología es una ciencia que estudia “las cosas de Dios”, mientras que la palabra liberación, tiene que ver la libertad. Así, la teología de la liberación, entiendo, busca la emancipación de los seres humanos a partir de la fe cristiana, particularmente de las personas más pobres, más oprimidas, teniendo como eje la fe liberadora, no alienante.

Se sabe que “la Teología de la Liberación es una corriente teológica que nació simultáneamente en el seno de la Iglesia católica en Latinoamérica tras el Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín (Colombia, 1968) y en algunas iglesias protestantes”.

Esta corriente de pensamiento surge, particularmente en Brasil con el sacerdote Leonardo Boff, además de teólogo, sacerdote franciscano, filósofo, escritor, profesor y ecologista, quien hasta la fecha se ha caracterizado por su compromiso con los más necesitados de su país.

En México, uno de sus exponentes fue aquel “Obispo Rojo” como se le denominó a Don Sergio Méndez Arceo a quien la derecha mexicana, lo veía más que rojo, veía en él al “diablo”, cuando su único pecado fue luchar por los marginados, por ser su voz, no sólo desde el púlpito, sino desde cualquier foro, desde cualquier trinchera. Por fortuna dejó escuela, retoños como lo son el padre Samuel Ruiz Garcia, Raúl Vera, Arturo Lona Reyes y Alejandro Solalinde. Son personajes, que antes que sacerdotes, son seres humanos que se preocupan por sus semejantes.

En su momento escribí sobre el trabajo pastoral de Lona Reyes: “Hay quienes lo sitúan ‘a la izquierda del Padre’, como si respondiera a los mandatos de un partido político. No, se equivocan, el obispo Lona no milita en ningún partido. Sí es un militante distinguido de esa corriente que se llamó la “Iglesia de los Pobres”.

A los pobres se debe, trabaja con ellos, está al pendiente de ellos, de sus indígenas, a quienes aquí en Oaxaca un sistema político los ha tenido viviendo en la pobreza eterna. Y precisamente él ha sido un serio crítico de ese sistema político porque no sólo ha sido un censor  de los gobiernos del PRI, sino de los demás cuando se ha percatado que se actúa igual contra los pobres, cuando se actúa de manera injusta”. Como a Lona Reyes, el párrafo anterior le queda al dedo, a Samuel Ruiz, a Raúl Vera, a Alejandro Solalinde, y por fortuna a otros muchos.

Todo lo anterior lo traigo a cuenta porque en mis recorridos por los caminos de este enrome territorio que es nuestro estado de Oaxaca, es común encontrarse a poblaciones enteras que viven “de milagro”: niños famélicos, escuálidos, de talla pequeña; padres de familia que ganan unos cuantos pesos por una larga jornada de trabajo, madres que están en cinta, sin los apoyos médicos de la “modernidad”, aspirando el hollín de la madera con la que cocen frijoles y echan las tortillas.

Son, diría, la copia más fiel de aquel “lumpen proletariado” del que hablaba Calos Marx y Federico Engels. Son una población marginada, por debajo de los debajo, de los más pobres, representan una población desagregada, desclasada, sin organización alguna.

Cuando me topo a cada momento, en cada instante con esta misma escena en mi entidad y cuando recorro otras entidades como Chiapas, me viene a la cabeza el pensamiento de la Teología de la Liberación, la Opción por los Pobres como salida, como instancia para dar respuesta a esta situación que en Oaxaca y en muchas partes de nuestro país es común.

Sin embargo, ciertamente, la opción por los pobres, se ha convertido en México y en muchos lugares de América Latina en una palabra prohibida. En la misma Iglesia Católica, particularmente en el sector conservador, representa una blasfemia y se le rehúye a pesar de que muchos reconocen que la Teología de la Liberación en conjunción con la opción por los pobres es “predicar en favor de Jesús”:

Son muchos los “representantes de Dios” que eluden sus compromisos con los hombres del poder, con los gobernantes, sus responsabilidades con la opción evangélica de los pobres, pero lo mismo, los gobernantes, los hombres del poder que se dicen creyentes.

Unos y otros tienen como medida única “para sacar a los pobres de la miseria”, políticas asistenciales que no han resuelto nada, al menos en México, si acaso “triunfos” electorales. Miles y miles de millones de pesos se han gastado en muchos sexenios, y los pobres de México son más pobres, y no sólo más pobres, sino en pobreza extrema, y yo insisto: se parecen mucho a aquellos del “lumpen proletariado” de los que hablaba Marx y Engels.

Ya me refería a Agustín Basave que en una colaboración que tituló “Sicilia y los católicos de izquierda”, quien decía que en ellos  “hay valentía, nunca claudicación, pero la guía no es el odio sino la generosidad. Los mejores representantes de esa escuela son una suerte de misioneros de la esperanza. Tienen la fortaleza espiritual que les permite resistir todas las tentaciones, lo mismo la de la rendición que la de la venganza. Por eso no son cooptados por el poder ni por la ira”.

La atención a este grupo no radica sólo en la temática, sino en el método, en el compromiso que les permita dejar de ser subyugados para la eternidad, por ello, como éstos, necesitamos no sólo sacerdotes, necesitamos de políticos, de gobernantes, de empresarios que en verdad opten por los más pobres. Y como el Quijote, con fe, lo imposible, la estrella  la podremos alcanzar. Por fortuna, en algunos países como Bolivia van en ese propósito.

 

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