EDITORIAL
Como cada año en mayo, desde 1980 a la fecha, el magisterio afiliado al Cártel-22 sigue dándonos una lección de beligerancia e impunidad. Si alguien por curiosidad analizara sus primeras demandas, justo cuando iniciaba la disidencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), podrá darse cuenta que nada ha cambiado. El magisterio sigue anclado en viejas doctrinas; en ideologías ya superadas; en antiguos cartabones de la lucha social que siguen creando en la sociedad falsas expectativas. Si en 1980 la naciente Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), gozó de cierta simpatía, en su discurso de demoler el proyecto autoritario de “Vanguardia Revolucionaria”, hoy en día sólo genera repudio. La dictadura de la primera se convirtió en fascismo.
El Cártel-22 ha ido acumulando supuestos agravios, cuando ante la sociedad ha sido a quien ha agredido. En el 2006 tuvo como rehén favorito al pueblo oaxaqueño. Sin embargo, se asumió reprimida, víctima del autoritarismo del ex gobernador Ulises Ruiz, cuyo castigo se convirtió en obsesión no en bandera de lucha. Su más reciente victimización se dio en Asunción Nochixtlán, el 19 de junio de 2016. Ahí murieron ocho personas, ninguna identificada como maestro. Hubo además más de 150 heridos, entre ellos una centena de efectivos policiales estatales y federales. No obstante, el Cártel-22 se montó sobre estos hechos y se asumió víctima. Es más, hasta formó un Comité de Víctimas. La verdad sobre los hechos no se ha dado a conocer aún. La misma Comisión Política magisterial, ha impedido que las autoridades realicen los estudios periciales necesarios.
Los coletazos de estos hechos tomaron al pueblo oaxaqueño en general como rehén de las más bajas pasiones de estos grupos, tanto los identificados como “Los Pelones” o “Los Pozoleros”, éstos últimos identificados con el ex gobernador Ulises Ruiz y el Subsecretario de Desarrollo Social y Humano de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), Eviel Pérez Magaña. Es más, se atribuye a éstos últimos la insana intención de polarizar aún más la situación entre el gobierno de Alejandro Murat y la dirigencia seccional del magisterio. Ello muestra una realidad que la que hemos insistido mucho: los diversos grupos y fracciones al interior del llamado Movimiento Democrático de los Trabajadores de la Educación en Oaxaca (MDTEO), trabajar como mercenarios y al calor del momento político. Su lucha pues, no es genuina ni laboral, mucho menos que busque mejorar la calidad de vida de los maestros. Es una lucha política en la que sirven de peones.
Para no cambiar en sus cartabones acartonados, el Cártel-22 inició sus movilizaciones el pasado 15 de mayo. En la mesa de diálogo con el gobernador Murat Hinojosa encontraron un terreno fértil para lograr la mayor parte de sus demandas. Están conscientes de que la negociación no se debe dar con los gobiernos estatales. Una vez federalizada la educación, nada se arregla a nivel local. Pero sus dirigentes siguen pensando como antaño, cuando eran jueces y parte; cuando eran trabajadores y patronos y detentaban la supremacía en la dependencia que rige la política educativa: el IEEPO. Más aún, se aventaron la puntada de destruir todas las notificaciones y aún mantener como rehenes a los empleados, que llegaron a los centros de trabajo a acreditar las evaluaciones. Una vuelta de tuerca más pues al pueblo oaxaqueño, que ya ve a sus maestros no como los forjadores de la educación de sus hijos, sino como viles gana-panes, vividores del erario e irresponsables con la tarea docente, que en mala hora les fue encomendada.