EDITORIAL
La semana anterior, un diario de circulación estatal afirmó que en lo que va del año se han registrado al menos 300 movilizaciones entre marchas, bloqueos y plantones. El número pareciera ser poca cosa si se compara con los últimos años de la administración de Gabino Cué, pero no es así. La cantidad de protestas rebasa en mucho las expectativas del ex gobernador. Mucha gente en tono de sorna afirma que Cué Monteagudo no se ha ido de Oaxaca. Que sigue aquí. Al juzgar la ingobernabilidad y la anarquía que sigue permeando en el estado.
Los apologistas del gobierno del “cachorro”, afirman que es demasiado prematuro exigirle restituir un orden que estaba demasiado relajado por maestros, normalistas y organizaciones sociales. En tono convincente siguen culpando al antiguo régimen de lo que ocurre hoy. Es más, reconocen que es la falta de recursos lo que ha exacerbado la protesta de grupos, acostumbrados en el pasado a recibir dinero a manos llenas. Los críticos, sin embargo, reconocen que más de cuatro meses en el cargo, es tiempo ya de que el gobierno asuma su responsabilidad. El ejecutivo –dicen- andan como ausente, promoviendo inversiones, buscando recursos y yendo y viniendo, sin saber a ciencia cierta el desgarriate que vive la entidad, en donde hay un hartazgo generalizado. Oaxaca no puede salir adelante en tanto sigan los bloqueos carreteros y continúe boyante la industria del chantaje.
Lo cierto es que los oaxaqueños estamos viviendo momentos similares a los que vivimos en 2006. La Sección 22 y los capos que la dirigen, así como su brazo golpeador, la Coordinadora Estudiantil Normalista del Estado de Oaxaca (CENEO), están empecinados en hacer el caldo de cultivo de un movimiento capaz de poner al gobierno en serios aprietos, en tanto éste no recurra a mecanismos de fuerza para paliar esa movilización. Oaxaca sigue siendo un erial en donde nada crece, justamente porque los nuevos Atilas –maestros, normalistas y organizaciones sociales- echan a perder todo. Ningún inversionista puede arriesgar su capital en una tierra ya calificada como sin ley. Aquí, un simple asunto local es motivo para cerrar carreteras. Hace un par de semanas fueron los vecinos de San Dionisio Ocotepec; la semana pasada fueron los de San Juan Mazatlán, Mixes.
En su noble afán –nadie se lo discute- de buscar recursos o inversiones y cambiar nuestro destino, Murat Hinojosa ha perdido de vista la disputa interna entre sus mismos colaboradores. Unos traslapando su función con la de otros; algunos (as) moviendo a esas comunidades para generarle problemas a la actual administración. Detrás de ello subyace la ambición personal de promoverse para las candidaturas del año próximo. Y no son las candidaturas a la diputación federal por los diez distritos que son ahora, sino por la del Senado. Hasta pollos sin espolones se asumen los “buenos” para cuajar dicha candidatura, aún a sabiendas del lamentable papel que tiene hoy día el PRI, en el escenario político nacional.
He ahí el por qué no son pocas las opiniones que coindicen en que debe haber, de inmediato, un golpe de timón. El ejecutivo está rodeado asimismo de un equipo joven que contrasta con una generación de viejos que le han sido impuestos. Es un permanente choque generacional. Unos que no conocen Oaxaca; otros que se asumen los conocedores a ultranza. Son muy pocos los que tienen el sello de Murat Hinojosa. Cerca del 90 por ciento le fueron impuestos. Obvio, no responden a los intereses de su proyecto político.