EDITORIAL
Nunca en la historia política contemporánea se había dado un cierre de administración tan cuestionado y tan complejo. Ni siquiera el de Ulises Ruiz, que resultó satanizado como represor y lo peor, tuvo un fin de sexenio como el que estamos viendo hoy con Gabino Cué. Hay plena coincidencia de que la llamada alternancia no sólo fue un fiasco sino un verdadero fraude. El oaxaqueño común, aquel que puso sus esperanzas y expectativas en un cambio de régimen; en el fin de la corrupción; en la nueva ruta oaxaqueña, luego de ochenta años de predominio priista, se siente hoy defraudado. En materia de corrupción, éstos no salieron tan finos como en el pasado, sino más burdos, más cínicos.
Realpolitik ha documentado al menos durante los últimos ocho años, los pormenores de la política local, con sus ires y venires. Y hoy observa no sólo desesperanza por lo que viene, a raíz de la entrega por parte de Gabino Cué, de un estado sumergido en la desestabilización y en la miseria total, sino preocupación. Ha trascendido por ejemplo que los salarios a los trabajadores del gobierno estatal se han pagado con irregularidad; que ya no hay recursos en caja para las necesidades más elementales. La protesta se ha generalizado por aquí y por allá. Hay una deuda millonaria con los proveedores del gobierno estatal. Y antes de concluir el sexenio se advierte atonía y parálisis, aún para las cuestiones elementales que deben atenderse en todo gobierno que se dice emanado de un proceso democrático.
A raíz de los procesos penales instruidos en contra de los ex gobernadores de Sonora y Veracruz, Guillermo Padrés y Javier Duarte de Ochoa, respectivamente, las redes sociales han difundido información en torno a qué pasará con Cué Monteagudo y sus cercanos colaboradores como Jorge Castillo. Desde hace al menos dos meses, las baterías mediáticas han apuntado hacia el ex titular de la Secretaría de Salud, Germán Tenorio Vasconcelos; el ex Secretario de SINFRA, Netzahualcóyotl Salvatierra y el ex director de Caminos y Aeropistas de Oaxaca (CAO), José Luis Pinacho Gómez, que son al menos, los más emblemáticos de la corrupción prohijada en el actual régimen. Todos ellos siguen gozando de cabal salud, ante el engañoso proceso de inhabilitación que dice haber instrumentado la Secretaría de la Contraloría y Transparencia Gubernamental que, en efecto, a nadie medianamente informado, ha convencido.
A todo ello hay que agregar que no hay obra pública relevante que valga la pena. Por ello sorprende que la deuda pública se haya multiplicado en relación a la que dejó Ulises Ruiz, que no rebasó los 4.5 mil millones de pesos. La de Cué rebasa los 16 mil millones y se espera para antes del fin de la administración se le autorice un préstamos por 2.5 mil millones de pesos para liquidar los pendientes y adeudos menores. Por todo ello, para los críticos, estamos concluyendo el peor gobierno de la historia. La entidad que recibirá el gobernador electo, Alejandro Murat Hinojosa, el primero de diciembre, no se compara con la que han recibido sus antecesores.
Sin ánimo de echarle leña a quien está a punto de irse del gobierno, vale la pena subrayar que la situación tan compleja de la entidad mantiene al equipo que llegará en breve, hondamente preocupado, pues si bien es cierto que Murat Hinojosa ha adoptado una postura prudente ante esta transición, no por ello deja de tener encima la presión de tirios y troyanos que piden una investigación a fondo de las corruptelas en que pudieron haber incurrido algunos ex funcionarios y funcionarios, y someterlos al rasero del Sistema Nacional Anticorrupción.