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Manlio y Cuauhtémoc: 30 años después

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Jorge Fernández Menéndez

thumbnail_17julio2016-OpcionesPERREDISTASEra el 14 de agosto de 1986 cuando la primera plana del unomásuno, donde entonces trabajaba, dio a conocer la existencia de lo que se llamaría la Corriente Democrática. Recuerdo que su entonces director, Manuel Becerra Acosta, llegó eufórico y apresurado de una comida que había tenido con Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Rodolfo González Guevara. Le habían autorizado hacer oficial la existencia de la corriente que desde junio venía trabajando, luego de dejar la gubernatura de Michoacán, Cuauhtémoc Cárdenas. No recuerdo quién redactó la nota, pero fue casi dictada por Becerra. El subdirector editorial, Huberto Batis, me pidió que escribiera el editorial institucional que era francamente positivo hacia la nueva corriente.

Imposible olvidar la excitación del momento, primero, porque se trataba de una exclusiva muy importante, pero, sobre todo, porque esa corriente, por primera vez en décadas, se proponía no sólo intervenir en la línea del priismo de cara a la sucesión de 1988, sino que también en la elección del candidato: desafiaba el dedazo.

No se planteó de inicio como una ruptura: la idea era crear una corriente interna en el PRI que se podría definir como antineoliberal, rescatando las posiciones nacionalistas y revolucionarias. Había nacido, decíamos, en junio, con una serie de reuniones y encuentros, muy similar a lo que años después y para impulsar, también, una alternativa al PRI pero en el año 2000, fue el Grupo San Ángel.

Por supuesto, fueron muchos los que estuvieron en esos encuentros convocados por Cárdenas y Muñoz Ledo y no todos se sumaron a la naciente corriente, decidida como tal apenas unos días antes de su oficialización. Con el tiempo llegaron muchos más y otros se fueron, incluso, uno de sus fundadores, González Guevara decidió abandonarla cuando hizo eclosión la ruptura con el PRI que se escenificó un año después, cuando fue evidente la candidatura de Carlos Salinas de Gortari. De ahí, en una alianza con partidos pequeños como el PARM, el PPS y el PFCRN (el ferrocarril de donde saldría buena parte de lo que hoy es Nueva Izquierda) surgió la candidatura de Cuauhtémoc, a pesar de que la izquierda en torno al PSUM y el PMT, postulaba a Heberto Castillo. Fue hasta un mes antes de los comicios cuando Heberto decidió resignar su candidatura para apoyar a Cárdenas.

Fue un movimiento tan vertiginoso el de aquellos dos años entre la aparición de la corriente democrática y las elecciones de 1988, que es imposible olvidarlo. Después de esos comicios ya nada fue igual. Fue, como reconoció el propio Salinas de Gortari, el fin del sistema del partido prácticamente único.

Todo esto viene a cuento porque ayer, por segunda vez en los últimos días, desayunaron Manlio Fabio Beltrones y Cuauhtémoc Cárdenas. En aquel escenario de 1986-88, estaban en los lados contrarios de la mesa. Ayer hablaron de la situación política del país, de los partidos, de la ausencia de opciones claras y de lo que anunciará hoy Beltrones: la creación de una suerte de corriente, de un movimiento interno en su partido que tiene muchos lazos en común con aquel de hace ya 30 años.

Manlio, me dicen, quiere crear un grupo de reflexión, de opinión, de intercambio de ideas, que adopte posiciones claras hacia el futuro. Mañana se anunciará la creación de una Asociación Civil conformada por legisladores que impulsaron las recientes reformas, para darles continuidad y profundizarlas, reflexionando y trabajando sobre ellas. No será, necesariamente, un grupo de sólo priistas. Para nadie debería ser un secreto que se buscará influir en el proceso del 2018 e incluso no es nada descabellado pensar que el propio Manlio, u otro personaje ligado a ese grupo, pueda buscar una precandidatura.

Se debe recordar que la corriente democrática no rompió con el PRI hasta que se dio la sucesión. Alguna vez González Guevara declaró que si el candidato hubiera sido, por ejemplo, Manuel Bartlett, no habría habido ruptura y tampoco candidatura de Cárdenas, no hubiera nacido el PRD. Sin embargo, en política el hubiera no existe, y lo cierto es que el escenario de entonces estaba planteado, de forma clara, hacia la ruptura: había cerebro y visiones estratégicas contrapuestas, pero también pasiones y animadversiones, que muchas veces son las que terminan configurando los procesos políticos reales.

Han pasado muchos años desde entonces, pero me imagino que hoy puede haber muchas más cosas que acerquen a Cuauhtémoc y Manlio que hace tres décadas. Me imagino que el propio Manlio, luego de su paso por la presidencia del PRI tiene claro qué quiere y puede hacer. Sinceramente no lo veo en una posición menor o burocrática dentro del equipo presidencial y se supone que hoy, en su reaparición pública, hablará de esa corriente, de esas mesas de reflexión que ha decidido lanzar.

Nadie, por cierto, en los ámbitos del poder se puede decir sorprendido por ello. Tengo entendido que Beltrones le informó al presidente Peña el camino que tomaría y fue uno de los temas que platicaron Manlio y su sucesor Enrique Ochoa, en la comida que compartieron la semana pasada. Las cartas están sobre la mesa.

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