¿Oaxaca de fiesta?
Desde hace dos meses y medio, la ciudadanía oaxaqueña ha estado a merced de turbas de mentores y grupos afines que nos han mantenido a todos, a merced de sus abusos y atropellos. Uno de sus objetivos de chantaje ha sido, desde el 2006, La Guelaguetza. Este año las afectaciones y daños colaterales fueron más allá. Miles y miles de oaxaqueños resultaron afectados. Miles de millones de pesos perdidos; miles de desempleados que perdieron sus fuentes de trabajo; efectos en el abasto, en el comercio, ataques a las vías generales de comunicación, secuestro de unidades de transporte de empresas trasnacionales, circulación colapsada en todo el estado, etc. Todo ello vino aderezado con un objetivo perverso: dañar a la industria turística y con ello, afectar a miles de familias oaxaqueñas que viven de dicha industria, además de los efectos colaterales entre los artesanos, los expositores, los mezcaleros y restauranteros que sobreviven de las ferias de temporada, etc.
Hubo razón pues, que en la primera edición de La Guelaguetza, mientras el gobernador Gabino Cué y la titular de la Secretaría de Turismo y Desarrollo Económico (STyDE), Ángela Hernández Sibaja, disfrutaban la fiesta máxima en el auditorio del cerro de “El Fortín”, cientos de comerciantes del Centro Histórico y empleados que han sido despedidos por la falta de capital y ventas, realizaron su protesta. La situación fue el contraste a la “buena voluntad” de la CNTE/Sección 22, que como un acto de perdonar a los oaxaqueños, permitió que el citado evento se llevara a cabo, para volver al día siguiente a las andadas. Oaxaca es pues, la entidad de la protesta perpetua; del chantaje; de la presión. Siempre habrá motivos para ello, aunque en este caso, la reacción de los afectados por la movilización del magisterio, fue totalmente justificada. ¿Quién pagará los daños y las afectaciones luego de tantos meses de sitio a nuestra entidad, ahorcada por intereses bastardos y no precisamente por la manida Reforma Educativa?
Oaxaca no se había reparado de los daños y afectaciones del 2006. La economía se colapsó por completo. Miles de oaxaqueños se fueron del terruño ante los atropellos cometidos, los saqueos, las barricadas. Nunca estuvimos en una guerra civil ni mucho menos. Era un ajuste de cuentas entre mafias de la política, a las que el magisterio, entonces liderado por Enrique Rueda Pacheco y luego la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO), sirvieron, al igual que a los intereses de grupos armados y de partidos en pugna. Los oaxaqueños fueron dejados a su suerte en una venganza del gobierno de Vicente Fox en contra de los priistas. Gracias a ello vivimos un infierno, del que organizaciones civiles y de derechos humanos, que sobreviven con fondos del exterior, dieron su veredicto, como lo hacen hoy: el responsable fue el Estado.
Desde entonces Oaxaca fue dejada a su suerte. Sigue siendo el caldo de cultivo de la ingobernabilidad, de la asonada, de la sedición. El magisterio ha seguido como siempre, no obstante los reveses que ha recibido. Se ha mantenido desafiando al Estado, azuzado por esos grupos de que hablamos líneas arriba. Lo peor de todo ello, es que sigue afectando la vida pacífica de la ciudadanía, teniendo como premio que el gobierno solape sus acciones. Ahí están los casos de los maestros detenidos que han sido liberados: Othón Nazariega, Roberto Abel Jiménez y Aciel Sibaja. Ya dos de quienes estaban detenidos: Juan Carlos Matus y Heriberto Magariño López fueron trasladados al penal de Tehuantepec. Y desde el pasado martes 26 de julio, se sabe que están casi con un pie fuera, Rubén Núñez y Francisco Villalobos. ¿Valió pues la pena haberlos detenido, con cargos graves encima, para después liberarlos gracias al chantaje y la presión de la CNTE/Sección 22? ¿Cuál fiesta de los oaxaqueños pues?
