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Salinas, víctima de la muerte de Colosio

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 Por Gabriel Ibarra Bourjac

1.- Luis Donaldo Colosio SOBRE LA MUERTE DE COLOSIO SE HA HABLADO MUCHO DE LAS VIUDAS, QUE FORMARÍAN EL NUEVO GRUPO DE PODER. NO SUCEDIÓ. PERO HUBO TAMBIÉN VÍCTIMAS. Y PARADÓJICO QUE ENTRE ÉSTAS HAY DOS PERSONAJES QUE COLOSIO ODIÓ ANTES DE MORIR: CARLOS SALINAS DE GORTARI Y MANUEL CAMACHO SOLÍS 

Veinte años se cumplen del magnicidio que acabó con la prometedora vida del político sonorense Luis Donaldo Colosio, el originario de Magdalena de Kino, a quien lo acabó la maledicencia del poder. El último asesinato político que se había registrado en México había alcanzado a otro sonorense, el 17 de julio de 1928 o sea 65 años atrás. El presidente electo Álvaro Obregón en La Bombilla perdería la vida en manos de un personaje iluminado, un radical católico, como fue José León Toral, estimulado y motivado por la madre Conchita.

También en aquel magnicidio sobraron las especulaciones. ¿Estuvo Plutarco Elías Calles detrás de dicho crimen?

No se pudo comprobar pero la gente no dejó de entrarle a la rumorología.

Como otros politólogos y estudiosos han escrito, en los magnicidios que se dan en el mundo de la política, en la mayoría de los casos nunca se sabe de quién es la mano que meció la cuna. Nunca.

¿Quién asesinó a Colosio? –Es la pregunta sin respuesta. Sobran interrogantes, faltan respuestas. Y cada quien tiene su opinión. Se sabe que la mano principal que apretó el gatillo se llama Mario Aburto, con todo y los escenarios que se hayan creado y recreado, pero no se sabe si realmente fue uno o dos los que participaron en aquella ejecución. ¿Hubo un asesino intelectual? No lo sabemos.

Por supuesto que cabe la posibilidad que un loco iluminado o asesino solitario lo pudiera haber hecho. Y Aburto era y es un iluminado. Así es descrito en su perfil psicológico. Se sentía caballero águila, presto a realizar grandes tareas.

 

DE SALINAS A CAMACHO

 

Sobre la muerte de Colosio se ha hablado mucho de las viudas, que formarían el nuevo grupo de poder. No sucedió. Pero hubo también víctimas. Y paradójico que entre éstas hay dos personajes que Colosio los odió antes de morir: Carlos Salinas de Gortari, que lo escogió como su sucesor, y el atormentado Manuel Camacho Solís que se negó a aceptar que fuera Colosio y por qué no él.

Camacho nunca se pudo recuperar del impacto que generó en la opinión pública la muerte de Colosio. La gente nunca le perdonó su mezquindad de haberle enturbiado al sonorense su candidatura y su pretensión de sustituirlo con su juego perverso en el levantamiento zapatista, del que no estuvo tan ajeno. Finalmente el ex regente y ex canciller nunca levantó vuelo, convirtiéndose en otro ex priista más que destila amargura.

Claro está que pensar que Luis Donaldo Colosio estaría al servicio y órdenes de Carlos Salinas, eso no hubiera sucedido, porque el poder no se comparte. En el sistema político, el nuevo tlatoani debe de devorar a su antecesor para adquirir los poderes mágicos del que se sienta en aquella silla.

A Salinas se le llegó a señalar de haber sido el autor intelectual sin ningún argumento por su maquiavelismo, pero a juzgar por la trascendencia de la desaparición de Colosio, Salinas resultó el más perjudicado, porque con Ernesto Zedillo de presidente, su hermano Raúl fue acusado y detenido por el delito de haber ordenado el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, quien había sido su cuñado. Y el ex presidente se vio obligado a acudir al auto exilio, después de aquella huelga de hambre que protagonizó en Agualeguas, Nuevo León.

La muerte de Colosio tomó fuera de base a Salinas, porque Ernesto Zedillo no era ni nunca fue su candidato. Tan no lo era que desesperado el entonces presidente de México buscó al presidente nacional del PAN, Carlos Castillo Peraza para que le ayudara a cambiar la ley y poder quitarle el candado constitucional para que su secretario de Hacienda, Pedro Aspe fuera su candidato sustituto. Recordemos que un impedimento para ser candidato presidencial es el estar separado de cargo de gobierno seis meses antes de la elección.

Castillo Peraza le habló por teléfono al jalisciense Gabriel Jiménez Remus, que en aquella época era nada más y nada menos que el coordinador de la Cámara de Diputados de la fracción del PAN. Salinas buscaba el voto de Acción Nacional. Jiménez Remus le dijo a Castillo Peraza: “Podemos apoyar al gobierno en reformas y cambios estructurales, pero nosotros decidir que Pedro Aspe sea el candidato…eso no Carlos”, le argumentaría el político de Jalisco a su líder y amigo.

El yucateco le respondió: “Estoy de acuerdo contigo, pero quiero que tú se lo digas”. Y así fue. La petición fue rechazada. Y lo escribo porque así, tal cual me la platicó Gabriel Jiménez Remus.

Por eso creo que Carlos Salinas estuvo completamente al margen de este magnicidio. Y más bien los enemigos de su proyecto transexenal pudieron haber orquestado aquel crimen con lo que lo que desvielaron su máquina del gran poder. Salinas finalmente fue de las víctimas de aquel asesinato.

 

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