Yuriria SIERRA/excélsior
El panorama para México dentro del contexto de la elección presidencial en Estados Unidos no se observa nada alentador. Hace un par de días se comprobó que Hillary Clinton utilizó inapropiadamente su correo electrónico mientras despachó en la Secretaría de Estado, lo que podría poner en peligro su candidatura, pues, de llegar a juicio, quedaría fuera de una carrera presidencial que, para sorpresa de muchos, no arrasó como creímos. Ayer se anunciaba que la pesadilla se volvió realidad: Donald Trump había logrado ya amarrar los mil 238 delegados necesarios en su partido, convirtiéndose así en el candidato republicano a la Presidencia de EU. El que comenzó siendo un mal chiste está más cerca de la Casa Blanca que cualquier otro aspirante. Mucho hemos escrito aquí de las implicaciones negativas que tendría ver al empresario como presidente del país que es nuestro principal socio comercial y con quien compartimos tanto en todos los terrenos.
Aquí he dicho que para México lo más favorecedor sería ver a Hillary ganar la elección, y no por el hecho de que es una mujer sumamente preparada para ocupar el cargo, sino porque sus políticas económicas, diplomáticas y sociales son mucho más amables para con nuestro país que las de todos los demás. Ni qué decir de los muros, literales o metafóricos, que Trump planea para proteger la economía estadunidense; pero es curioso ver cómo Bernie Sanders está más del lado tontamente nacionalista y proteccionista de Trump que del lado liberal de la misma Hillary. Eso por no mencionar la ignorancia de Sanders con respecto al fenómeno migratorio. Él mismo confesó en entrevista con mi querido colega León Krauze que, por el momento, sólo se ocupa de lo que sucede en EU y que muy poco es lo que sabe de la problemática de los migrantes, de la violencia y los peligros que atraviesan cuando están camino al sueño americano. ¿Qué le esperaría a nuestra frontera y país con alguien que ni siquiera se interesa por lo que ocurre en y más abajo del Río Bravo?
Es cierto que Sanders ha conectado con un sector de la población que no ve en los políticos tradicionales su opción, eso se lo debe a su imagen de rebelde que ha enamorado a los electores millennials. Según una encuesta de NBC y The Wall Street Journal, del viernes pasado, Sanders lleva a Clinton una ventaja de 13 puntos porcentuales dentro del electorado menor a 45 años en Nueva York, que debería ser territorio de Hillary, pues de ahí fue senadora. Entre los menores de 30 años, la ventaja de Sanders sobre Clinton crece hasta 53 puntos. Otra encuesta, de California por USC Dornsife y Los Angeles Times, anota que Sanders lleva 47 puntos de preferencia entre los menores de 30 años. A ella la quieren los mayores de 45 porque los estadunidenses la observan como una pieza presente y fundamental en la vida política de su país desde hace muchos años. Ni siquiera la idea de que pueda ser la primera mujer presidenta de su país ha alentado lo suficiente a los más jóvenes. Podría decirse, incluso, que el tema de género ha sido, como en toda sociedad machista, uno de los talones de Aquiles de su campaña, pues hay quienes han recordado los episodios de infidelidad de su esposo, Bill Clinton, como mera arma política de muy baja monta en detrimento de su carrera y aspiraciones, al reclamarle que lo haya perdonado.
Para México lo mejor sería verla a ella, a Hillary Clinton, convirtiéndose en presidenta de EU. Porque ya sea con Trump o Sanders, nuestra economía se vería altamente comprometida (incluso ese TLCAN con el que la región ha logrado incentivar un crecimiento sostenido a lo largo de los años). Porque con Trump o con Sanders nuestra gente, de éste y de aquel lado de la frontera, no sería ningún tipo de prioridad. Y, sobre todo, porque con Trump o con Sanders, México perdería al aliado más importante que tiene en un mundo cada vez más competitivo, más peligroso y más radicalizado. A México (y a ese mundo) les conviene muchísimo más que el próximo presidente de EU se llame Hillary Clinton.