Editorial
Han sido sólo dos meses de campaña para la gubernatura, sin embargo, pese al corto tiempo, ha sido un período sofocante de promesas, diatribas y descalificaciones entre los contendientes a la gubernatura. En el caso de los aspirantes a una curul en el Congreso local, salvo casos esporádicos de quienes se han publicitado, tal parece que las campañas a las diputaciones, menos la de los aspirantes a las presidencias municipales, salvo las de ciudades importantes como Oaxaca de Juárez, Juchitán de Zaragoza, Tehuantepec y Tuxtepec, de plano no existen. No han pintado ni, mucho menos, hay algo digno qué destacar de las mismas. Los más se fueron montando en sus respectivos candidatos a la gubernatura y muy pocos, por lo que se sabe, trataron de brillar con luz propia.
El segundo debate realizado en instalaciones de la Corporación Oaxaqueña de Radio y Televisión (CORTV), fue materialmente opacado por las descalificaciones y ataques sistemáticos del candidato del Partido del Trabajo (PT), Benjamín Robles Montoya y Salomón Jara Cruz, del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), hacia José Antonio Estefan Garfias, de la coalición “Con Rumbo y Estabilidad por Oaxaca” (CREO) y Alejandro Murat, de la coalición “Juntos Hacemos Más”. Fue una prueba del bajo nivel que emprendieron algunos aspirantes durante sus campañas. El debate sólo fue el corolario público de una “guerra sucia”, emprendida no sólo en contra del candidato de CREO sino en contra de quienes se presume, son sus promotores, incluyendo de manera ex officio, al gobernador Gabino Cué.
La “guerra sucia” de filtraciones, grabaciones y trascendidos, continuó la semana anterior a través de las redes sociales que han servido sólo para ello. No se ha percibido el sano propósito de llamar a la unidad, de propiciar en los mensajes proselitistas el llamado a la reconciliación, de forjar una cultura política de respetar los resultados y emprender los caminos para que Oaxaca salga de ese marasmo al que la han condenado los malos gobiernos y la política rastacuero que aquí se practica. Ello, además de un panorama electoral que se anticipa no competitivo sino violento. Hay decenas de comunidades que no han terminado de superar sus problemas postelectorales; que no han concluido sus litigios y cuentan con administradores municipales, ante la ausencia de una autoridad legalmente constituida. Otras más tienen sus palacios municipales tomados o, como el caso de Juchitán, enfrentan niveles inéditos de violencia.
Pero, muy poco ayuda a ese entorno de conflicto que hasta el último momento se sigan difundiendo filtraciones y grabaciones que sólo tensan el ambiente y generan mayor encono social. Tal parece que los candidatos de los diversos partidos y coaliciones han olvidado que desde el 2006 con más fuerza, las diferencias y los odios nos han hecho pedazos. Comunidades que antes estaban unidas hoy están fracturadas; familias pulverizadas; la militancia en los partidos políticos hecha talco. Hay entre la ciudadanía un gran hartazgo de todo aquello que huela a política, un oficio devaluado, deteriorado y exhibido como sinónimo de corrupción. Todo ello forja el caldo de cultivo del abstencionismo, que ha sido en varios procesos anteriores, el gran triunfador. Hasta de llamar al ciudadano a votar se han olvidado nuestros flamantes candidatos a la gubernatura, empecinados como están sus equipos en rascarle por aquí y por allá, para encontrar datos, grabaciones, datos personales y escándalos, que poder explotar, como si ello y la difusión en las redes sociales fuera condición relevante para el triunfo electoral.
