Editorial
Campañas: Los trillados caminos
Hace un mes se iniciaron formalmente las campañas a la gubernatura. Durante este lapso se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que ninguna ha logrado permear en el ánimo colectivo. Al menos los tres candidatos que se auguran con mayores posibilidades: Alejandro Murat, de la coalición PRI-PVEM-PANAL; José Antonio Estefan Garfias, de la que forman los partidos PRD-PAN y Benjamín Robles Montoya, del Partido del Trabajo, han utilizado los viejos moldes del acarreo, la concentración de militantes y publicitar sus actos, magnificándolos, sin haber tocado tierra en el ánimo de los ciudadanos.
Lo que han proliferado son las promesas de campaña no las propuestas; el ofrecimiento de antaño, producto del paternalismo, no la inclusión de ese pueblo imaginario al que acuden y al que recurren en sus mensajes. Según analistas de la acción política, no han podido despertar en ese pueblo apático y desilusionado de la política y de sus actores, una remota esperanza de que las cosas puedan cambiar. Se sigue arando en el mismo camino trillado de los viejos moldes priistas, de hacer recorridos por una u otra comunidades; cacarear de que fue un éxito y publicitar las imágenes aunque éstas no correspondan a la realidad.
Ha trascendido que los equipos de campaña tratan de sorprender a los candidatos con encuestas amañadas y cifras infladas. Por ello, hay un total desencanto de los medios de comunicación. Todo se remite a un frío boletín. Incluso, Murat Hinojosa a menudo tiene yerros y desbarres en algunas comunidades a las que confunde de nombre, justamente porque no tiene asesores o simples asistentes que le mantengan la información al día, respecto a los lugares que visita. Es increíble que luego de dos años de precampaña, se diga Pinotepa de Luis, omitiendo el “don” o Tutepec, en lugar de Tututepec. En el lado de su adversario, Pepe Toño, ahí se sigue acudiendo a los lugares comunes: las giras espectaculares, en donde el candidato va rodeado de guaruras, asumiéndose ya como el gobernador.
En lo que se refiere a la campaña que realiza el candidato de MORENA, Salomón Jara, realmente poco hay que destacar. La única prueba de la existencia de un candidato del Movimiento de Regeneración Nacional es la presencia –o más bien omnipresencia- de Andrés Manuel López Obrador. El discurso de Jara ni ha permeado ni lo hará en el mes que le queda de campaña. Simplemente no hay discurso ni promesas, mucho menos propuestas. Algo similar ocurre en la campaña de denuestos y mensajes agresivos de Benjamín Robles Montoya, candidato del Partido del Trabajo (PT) a la gubernatura. El quid de los mismos es cuestionar la corrupción gubernamental, de la que él mismo ha participado. Sus mensajes van destinados al candidato que “le robó” la candidatura del PRD, José Antonio Estefan y al gobernador Gabino Cué.
En la conciencia colectiva de los oaxaqueños nada hay digno ni novedoso qué mencionar de las campañas a la gubernatura. La cuestión se complica aún más con las que emprendieron desde el domingo 24 de abril, los candidatos a las 25 diputaciones locales por principio de mayoría relativa. En unos días más serán las de concejales, con lo que Oaxaca se convertirá en un verdadero aquelarre de publicidad, tonadillas, espectaculares, y una parafernalia que nadie, medianamente cuerdo, habrá de disfrutar sino deplorar. Si las campañas a la gubernatura no han podido permear en el ánimo ciudadano, ya podemos imaginar las que vienen detrás.