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Por Ernesto Salayandía García

 familia Desmoronada

FAMILIA Lo que mal empieza, mal acaba

Ahora, es un muy común ver a infinidad de familias con serios problemas emocionales, no importa que sean ricos  o pobres, a todos, directa o indirectamente nos ha tocado, la enfermedad a la que yo llamo La Saliva del Diablo, es aplicar el viejo y conocido refrán que dice “Mal de muchos, consuelo de tontos” y “el que esté libre de culpa, que arroje la primera piedra”, lo común de nuestra realidad, en términos generales, claro, con sus honrosas excepciones, es tener un alcohólico en casa, una neurótica empedernida, codependientes, cuyo papel lo desempeña cabalmente la esposa del alcohólico, y él también, es un severo neurótico, hay mala comunicación, ausencias, carencias de convivencias, de amor y de respeto, pegan y mucho, los daños emocionales en los hijos, como son los trastornos alimenticios, tales como la bulimia, anorexia y obesidad, son víctimas, los hijos, de fobias, insomnio, depresión, trastornos de ansiedad, ingobernabilidad, hay, sellos de distinción que acreditan a la familia, como disfuncional, enferma, en crisis y en decadencias,  por supuesto, que los valores, los buenos principios y hábitos sanos, brillan por su ausencia, hay, en este estuche de hogares en decadencia, hijos fracasados, desempleados, divorciados, madres solteras, claro, fármacodependientes, alcohólicos, adictos en general, NINIS, drogadictos y seres humanos, víctimas de esta maldita enfermedad perversa del alma, que no solo es alcohol y drogas.

 

Parejas disparejas

Trabajo con mi propia experiencia con infinidad de madres solteras, divorciadas y con parejas de novios y matrimonios en conflicto, me han tocado casos agudos y sumamente crudos, donde él, macho típico mexicano se adueñó de la vida de su esposa y sucedió como narran las víctimas de la violencia que me regalaron sus testimonios en mi libro, Secuestrada por un Neurótico; y estas trágicas historias se repiten una y otra vez, mujeres llenas de miedo, dominadas por el pánico cuando su esposo las encañona con la pistola, les rompe la nariz, los costillas, la deja llena de moretones y marcas internas y externas de una pésima relación de parejas, mujeres al fin, sentenciadas a sufrir, al maltrato, a las humillaciones, ridiculizaciones y que sin duda, esos tipos, han llegado hasta donde ellas lo han permitido. Claro, que el valiente dura hasta que el cobarde quiere, a esta gama de violencia, mal trato, hay que agregarle las infidelidades, las mentiras, luego, muchos de ellos, buscan terapia pretendiendo que ellas los perdonen y como en todo, hay quienes perdonan, pero no olvidan, otras tantas los mandan a la casa de la tía  de las  muchachas, a freír espárragos y todo ello, no es más que la escuela neurótica que aprendieron de niños; somos los padres, y no otros factores, los que moldeamos la personalidad de los hijos, “Soy espejo y me reflejo”, “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.

 

No vales tres pesos

Amores enfermizos, parejas disparejas, celos, codependencias, miedos, fobias, mala comunicación, violencia, egos, humillaciones, infidelidad,  neurosis y otros temas, son los que integran mi libro, Parejas Disparejas, es mi propia experiencia, narrando mis andanzas como el príncipe  que se convirtió en SAPO, ese sapo que hizo trizas la dignidad, integridad, personalidad y esencia de mi mujer y me toca darle servicio a infinidad de sapos, llenos de egos, como yo, dominados por soberbia, arrogancias, machismo que se justifican ante el pésimo trato, como yo, le dan a su pareja y cuando les hablas con la verdad, cuando les haces ver lo mal  que están, les regalas libros, los  míos, así como mis artículos, llega el momento en que no te soportan. “Lo que te choca, te checa” y no quieren aceptar lo mal que están, no reconocen sus carencias, ni tienen la más mínima noción de lo que es la  enfermedad emocional, ellos, son victimarios y se hacen pasar por víctimas, quieren la razón, que yo le eche la culpa a la esposa, cuando las realidad de las cosas, no es así, sé, que a nadie le gusta que se nos digan nuestras verdades y recuerdo como se encendió un neurótico cuando su esposa le dijo sus verdades, furioso, se levantó de la silla y le dijo, tres veces. “No vales tres pesos” y abandonó mi oficina, lógico es que la relación pende de un hilo y tarde que temprano se va a romper… Hay cierto olor a podrido entre enfermos, más aún, cuando no quieren ver, ni aceptar su gran porcentaje en el conflicto de pareja “Esto es de fondos, debes de tocar severos fondos, para reaccionar”.

 

Caras vemos, emociones no sabemos, mañas menos

Hay adictas a las relaciones enfermizas, adictas al sufrimientos, que salen de Guatemala y entran a Guatepeor, creen que un clavito saca a otro clavito, no es así, la enfermedad es genética, estos niños repiten los patrones de conducta de sus padres y la triste historia se repite una y otra vez, de abuelos a padres, de padres a hijos y de hijos a hijos, con el tiempo, de una generación a otra, nos vamos llenando de soberbia y nos negamos a ver nuestra cruda realidad y las emociones negativas repercuten en todos  sentidos, la enfermedad se distingue en todos los negocios y comercios, en universidades, instituciones públicas y privadas, vaya, no hay quien se salve; y por ello, nos topamos con gente mal encarada, malas vibras, envidiosa, amargada, nos topamos con soberbios nefastos, funcionarios públicos inútiles, mediocres que dan un verdadero infierno a sus esposas y sus hijos, mientras que públicamente aparentan ser lo que no son, homosexuales reprimidos, adictos compulsivos que viven con doble cara, legisladores que destilan arrogancia, gente mediocre que se sube al ladrillo y se marea, hipócritas, amargados que sufren y reprimen sus emociones, pero  que se desquitan con los más débiles o con quien se deja, todo ello, en su conjunto, es el reflejo de la familia desmoronada, de la sociedad en decadencia y no hacemos nada por remediar, solo hay que esperar más consecuencias y empezaremos a pensar en buscar soluciones, como la capacitación emocional, no marca patito, sino desarrolladas por expertos. “A Grandes males, grandes remedios”.

 

No hay mal que por bien no venga

En mi primer matrimonio, le di la espalda a mis hijos, le hice mucho daño a mí esposa por mi alcoholismo, yo no veía que el que siembra vientos cosecha tempestades y les di propiamente un infierno, luego, los perdí, perdí a mi primera familia. Me casé, por segunda ocasión, llevando en mi maleta interior a toda mí enfermedad, y más, no me di cuenta ni acepté mis adicciones al alcohol y a la cocaína, después llegó la morfina y los antidepresivos, tampoco vi mi celotipia infernal, ni mi neurosis, ni al macho típico, empedernido que llevo por dentro, no vi mí soberbia, ni el cúmulo de defectos de carácter y le di a mi mujer y a mi familia un verdadero infierno, años tormentosos, tristes, indignantes para ella, frustrados y amargos para la familia, y yo, muerto en vida, vivía para drogarme y me drogaba para vivir, lo perdí todo, toqué fondos crudos y amargos, me volví loco, llegué a  pesar menos de 50 kilos; hoy, me quiero y puedo querer todo lo que tengo, hoy soy libre de drogas y de sufrimiento, libre de dañar a otros, vivo, solo por hoy, en armonía y en sintonía con Dios, soy feliz y disfruto un día  a la vez, lo vivo como si fuera el último de mis días; hoy, disfruto de las mieles del programa de Alcohólicos Anónimos y compruebo que la dicha que me prometieron mis hermanos los alcohólicos, hoy se cumple cabalmente.

 

 

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