La obligada operación cicatriz
Para que el Partido Revolucionario Institucional (PRI), pueda enfrentar a una coalición PRD-PAN-PT y a su incierto candidato, debe caminar unido al proceso electoral del cinco de junio. Por ello, la reunión que sostuvo el viernes 5 de febrero, el precandidato del tricolor, Alejandro Murat Hinojosa, con el ex aspirante a la candidatura del estado, el senador Eviel Pérez Magaña, si se trata de un acto de buena fe, sin duda alguna fortalece las expectativas para que el PRI recupere la gubernatura del estado, la misma que perdió en el 2010 y permitió el arribo del actual ejecutivo estatal, Gabino Cué y el llamado gobierno de la alternancia.
No hay que soslayar que son momentos de definiciones y de cerrar filas. Si bien es cierto que algunos militantes y quienes en su momento aspiraron a la candidatura, como José Antonio Hernández Fraguas, se han cambiado de bando, mostrando poca madurez, más flema que inteligencia, al menos el grupo ulisista pactó que caminará con el mismo proyecto de Murat. Hay que recordar que han sido los agravios, los ajustes de cuentas internos y la fractura, lo que ha hecho naufragar al tricolor en las pasadas contiendas, sólo recuperado ligeramente en las elecciones del año pasado, cuando obtuvo al menos siete diputaciones federales en los once distritos.
Sin adelantar vísperas, habida cuenta de que ello no es propio de un análisis de la política local, lo cierto es que hoy como nunca el PRI está en mejor posición para recuperar la gubernatura y el territorio perdido políticamente. Es cierto, se ha hecho un escarnio injusto en contra de Murat Hinojosa, pues ante la falta de argumentos para cuestionar su designación, la crítica se ha volcado sobre su padre, infiriendo en que los hijos siempre emulan al padre y negándole el beneficio de la duda respecto a su legítima aspiración, como ciudadano y como hijo de oaxaqueño, lo que hizo presumir a quienes tomaron la decisión de que no tiene impedimento alguno para gobernar a los oaxaqueños, de favorecerlo el voto popular.
Y decimos que el tricolor está en buen momento, porque existe en la ciudadanía un desencanto bien justificado en torno al fraude que ha sido hasta la fecha, el llamado gobierno de la alternancia. Es evidente –y se dice en todos lados- que las coaliciones son buenas para ganar, pero pésimas para gobernar. Adicionalmente, la situación económica del gobierno ha lacerado duramente los programas sociales, la obra pública, el despegue de Oaxaca hacia otros estadios de desarrollo. Más a favor del PRI, la izquierda en la entidad se encuentra más pulverizada que nunca. Sus efectos se resintieron en el pasado proceso federal, cuando los candidatos de MORENA le quitaron miles de votos a los perredistas.
Un factor adicional es que si bien se registraron dos aspirantes a la precandidatura, existe aún indefinición respecto a quién será el abanderado. Quien tiene el apoyo irrestricto del gobierno de Gabino Cué es José Antonio Estefan Garfias, diputado con licencia por el distrito de Tehuantepec, que no sólo tiene arraigo sino experiencia y trabajo político. Sin embargo, moviendo los hilos por doquier está el senador Benjamín Robles Montoya, avecindado en la entidad desde el 2001, cuando arribó del brazo de Cué Monteagudo a formar un movimiento ciudadano que llevaría a éste último, primero a la presidencia municipal de la capital y, posteriormente, a la gubernatura. La crítica se ha volcado duramente sobre él, pues no sólo no tiene orígenes oaxaqueños, sino que insiste en obtener la candidatura a cambio de maniobras oscuras que hoy incluyen, a sus colegas del Senado de la República, encabezados por el poblano Miguel Barbosa. Sin embargo, en días pasados, la delegada en Oaxaca del Comité Ejecutivo Nacional del PRD, María de los Ángeles Sánchez Lira, explicó que será el Consejo Estatal Electivo, máximo órgano de representación del partido, quien elija al candidato a Gobernador de este instituto político, quien a su vez será de la Alianza “Con Rumbo y Estabilidad para Oaxaca”, CREO, integrada por el PRD, PAN y PT.