El Partido Acción Nacional enfrenta uno de sus peores momentos, acarrea una larga lista de encuentros y desencuentros que lo han hundido en una crisis de imagen
Víctor Manuel Reynoso Angulo
@V_Reynoso
Los propios panistas han señalado que se trata de una “crisis de imagen” y es cierto: Quizá nunca la imagen del PAN haya estado tan mal como ahora. Pero hay un sustento para este deterioro. No es un invento de los medios ni de los adversarios, sino resultado de la propia vida panista.
La lista de cuestiones que han deteriorado la imagen del PAN es larga. Las acusaciones contra el gobernador panista de Sonora, Guillermo Padrés, de haber construido una presa en un rancho de su propiedad sin los permisos requeridos. Las acusaciones de corrupción multimillonaria contra el ex gobernador panista de Aguascalientes. Las recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos al gobierno panista de Puebla sobre el caso de Chalchihuapan.
Respecto a los legisladores panistas los hechos son también graves. El senador José María Martínez acusó recientemente al coordinador del PAN en el Senado, Jorge Luis Preciado, de haberlo tratado de sobornar con 500 mil pesos para votar a favor de una iniciativa priista. La publicación de un video con algunos diputados panistas departiendo con sexoservidoras durante un viaje de trabajo a Puerto Vallarta. Las acusaciones de los “moches” que exigían algunos panistas a presidentes municipales.
Más alejados en el tiempo (hace año y medio) están los enfrentamientos entre la dirección nacional del PAN y su presidente, Gustavo Madero, contra el entonces coordinador de los senadores del PAN, Ernesto Cordero. Un conflicto que llegó a estar muy subido de tono y que sin duda dañó la imagen del partido.
Estas situaciones son graves en sí mismas, pero tienen agravantes en el caso del PAN. A diferencia del PRI, que nació desde el poder y preocupado más por generar estabilidad que por dar normas de ética política, el PAN fue fundado hace 75 años como un partido centrado en los valores ciudadanos. En la aplicación del Estado de Derecho, en la crítica a la simulación y la corrupción.
Los hechos enlistados al principio de este artículo niegan esa cultura. Asemejan al PAN a su adversario: La clase política posrevolucionaria, ajena a valores cívicos y democráticos, la misma que fundó el Partido Nacional Revolucionario, luego el Partido de la Revolución Mexicana y finalmente el PRI.
No es casual que en un libro reciente (Acción Nacional ayer y hoy. Una esencia en busca de futuro, Grijalbo, México, 2014) Luis Felipe Bravo Mena, presidente nacional del PAN entre 1999 y 2005 distinga entre panismo como una cultura política y PAN como una organización. Y señale que el primero está en riesgo de desaparecer y en dejar que el partido continúe con sus colores y siglas, pero como un partido “hueco, sin el alma que lo hizo surgir y crecer”.
Los mismos panistas estarían de acuerdo. Después de las derrotas electorales de 2009 y 2012, hicieron una autovaloración. El problema no estaba en la doctrina ni en las propuestas del partido, sino en algunos panistas que habían llegado a cargos públicos para ejercerlos alejados de los principios de la cultura cívica panista. Pero ninguna de las evaluaciones cambió las prácticas que denunciaron.
A veces las opiniones de los ciudadanos sobre el PAN son más severas que las publicadas en los medios. Una estudiante de poco más de 20 años me preguntaba sorprendida “entonces, ¿el PAN fue alguna vez un partido de gente decente?”. Hay quien hable de la “centroamericanización” de algunos gobiernos estatales panistas (y no sólo panistas).
Es un término injusto e impreciso, pues en realidad se refieren a la “somocización”: Al hecho de que algunos gobernadores tomen actitudes propias del célebre presidente nicaragüense Anastasio Somoza. El uso de los recursos públicos para beneficio privado; el acoso no sólo a los adversarios, sino a los diferentes; la cooptación de cualquier disidencia por dinero o amenazas.
Claro que lo mencionado no es la historia completa. Es fácil ver los escándalos, es difícil ver que hay decenas de senadores y diputados panistas (y políticos en otros cargos públicos) responsables, honrados, dedicados a la función para lo que fueron electos. No “dan la nota”, pero ahí están, generando bienes públicos.
Pero la crisis de imagen y los hechos que le dan fundamento son reales. El PAN ha detectado el problema, pero no ha sido capaz de resolverlo. Este año, por primera vez el partido extendió la elección de su presidente nacional a toda la militancia. Para algunos fue un acto de democratización, para otros una acción populista. El hecho es que no parece haber contribuido en nada a resolver los problemas internos.
¿Qué nos protege a los ciudadanos del deterioro de los políticos y de las organizaciones? Se ha dicho que las elecciones. En parte es cierto, pero el PAN ya sufrió dos descalabros en elecciones federales (2009 y 2012) y no parece reaccionar, salvo en sus documentos de autoevaluación. Lo que ha conseguido ese partido, a pesar de sus derrotas, parece ser suficiente para los que buscan ampliar su patrimonio personal, con “moches”, presas y demás.
Una solución podría ser la amenaza de una nueva fuerza política que amenazara al PAN de desplazarlo de su lugar en la cultura ciudadana. Pero se ve lejano. El PRI puede presumir su capacidad para resolver problemas, lo que no es poca cosa, pero no es un adversario en materia de cultura cívica. El PRD y Morena tampoco, andan en otras cosas. Y los nuevos partidos, Encuentro Social y Partido Humanista, no parecen tener el capital político necesario para desafiar al PAN.
Otra solución podría ser el surgimiento de un liderazgo interno que recuperara lo perdido, algún “maquiavélico con grandeza” como mencionó Alonso Lujambio para referirse a Castillo Peraza. Pero no se ve cerca.
SOBRE EL AUTOR
Profesor investigador de la Universidad de las Américas, Puebla. Doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de México; obtuvo el grado con la tesis: “Los dilemas del crecimiento. El Partido Acción Nacional y sus fracciones frente a la vida política mexicana”. Maestro en Ciencias Sociales por la FLACSO y Licenciado en Sociología por la UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I. Libros: Para entender al PAN (2009), Rupturas en el vértice y El Partido Acción Nacional a través de sus escisiones históricas (2007), entre otros.