En un mensaje desde Palacio Nacional con motivo de su segundo año de gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador enumeró una minuciosa batería de medidas aprobadas desde su llegada al poder, con mención especial al Ejército y al combate contra la corrupción; aseguró que están sentadas las bases de la transformación del país y aseguró que lo apoyan seis de cada 10 mexicanos y “con eso tenemos”
David MARCIAL PÉREZ
Desde su llegada al poder, Andrés Manuel López Obrador ha visitado todos los estados del país, algunos cuatro veces y otros hasta en 26 ocasiones. Con la misma minuciosidad recorrió el martes los logros de su Gobierno durante los dos años de su mandato. Un tiempo que considera suficiente para afirmar que “ya se comprende mejor y se siente como una realidad” la clara línea divisoria que ha pretendido siempre marcar con los gobiernos anteriores, la autodenominada Cuarta Transformación, cuyas bases estima que “ya están asentadas”.
Además de un repaso por las reformas constitucionales, las inversiones y los proyectos emprendidos, López Obrador ha hecho mucho hincapié en que han sido dos años de “políticas públicas fincadas en la moralidad”. Las menciones al “amor al prójimo”, el “fortalecimiento de los valores” y las llamadas a gobernar para “todos los mexicanos” recordaron a sus discursos durante la campaña electoral por su tono conciliador y moralizante. Sin el baño de masas habitual de sus comparecencias en el Zócalo, esta vez en el patio del Palacio Nacional y frente a la plana mayor de su Ejecutivo, López Obrador se dio un homenaje enfundado en el traje de hombre de Estado.
Sus apelaciones constantes a la honestidad entroncan directamente con la batalla contra la corrupción, la principal bandera del Gobierno de Morena, su gran activo y la palanca de su aplastante victoria electoral. Destacó las reformas llevadas a cabo en este sentido, como el endurecimiento de las penas para los delitos de malversación, cohecho, el fraude electoral o la reciente iniciativa que busca limitar el fuero presidencial.
Defendió la polémica “austeridad republicana”, que ha levantado fuertes críticas entre amplios sectores sociales, frente a las que exhibió un ahorro en compras y contratos de la Administración de 1,3 billones de pesos. “Gobernamos sin lujo ni frivolidad, lo que nos ha permitido no endeudar más al país, no subir los impuestos ni el precio del combustible”. Sobre la desaparición de los fideicomisos, defendió que su “manejo era deshonesto y en beneficio de las minorías”.
El segundo año de López Obrador ha estado marcado, como para el resto de gobiernos, por el impacto de la crisis sanitaria. Frente a los ambiciosos planes de estímulo fiscal y apoyo a las empresas lanzados en medio mundo, México ha respondido con tibieza a la derivada económica, limitándose a amarrar los subsidios a los más pobres y un modesto balón de créditos a las pequeñas empresas. El presidente las defendió como unas “estrategias no convencionales” que “evitaron endeudar al pueblo para rescatar a los de arriba”. Y anticipó que la recuperación llegará pronto. Para marzo, pronosticó que el mercado de trabajo habrá recuperado ya el nivel prepandemia, con más de 20 millones de trabajadores cotizando. Las previsiones de la OCDE, conocidas hoy mismo, estiman sin embargo que México caerá un 9,6% este año para recuperar el vuelo en 2021 a un ritmo por encima del 3%.
El fortalecimiento de los programas sociales, la anticipación de los apoyos a los adultos mayores, al campo, a menores con discapacidad y las becas para estudiantes tenían como objetivo “evitar la caída del consumo”, que contó además con la ayuda de una subida del 10% del flujo de remesas. López Obrador sacó pecho también de la subida del salario mínimo -de un 30% en términos reales- y de la estabilidad del peso en el mercado de divisas pese a las turbulencias de este año.
Mención especial recibió el Ejército, respondida con aplausos desde el patio de butacas por parte de los altos mandos presentes en el acto. “Agradezco el respaldo incondicional de los militares, que nos están ayudando con la seguridad pública, porque ahora lo permite la Constitución”. López Obrador ha concedido al Ejército más poder que ningún otro presidente. No solo ha profundizado la militarización de la seguridad pública mediante la creación la Guardia Nacional, sino que ha blindado en una ley la polémica salida de los soldados de los cuarteles para patrullar las calles con la justificación de la crecida del narcotráfico.
“Las fuerzas armadas están inaugurando una etapa nueva en su función de servicio a México”, apuntó en relación con las múltiples áreas de la vida civil donde ya ha entrado el Ejército. Los negocios inmobiliarios, las concesiones logísticas o de gestión se han multiplicado durante los últimos dos años. La Guardia Nacional, que incorporó a la desaparecida Policía Federal, roza ya los 100.000 integrantes, desplegados por todo el país.
“Aún falta mucho por pacificar el país”, reconoció el presidente. Para después subrayar la caída durante el año pasado de algunos apartados, como el robo o el secuestro, según los datos consolidados por el INEGI. Mientras que los asesinatos, los feminicidios o la extorsión siguen en aumento.
Hace dos años, López Obrador presentó un extenso documento con 100 puntos con los que se comprometía el nuevo Gobierno. Hoy considera que ya están casi todos cumplidos o en marcha. Solo quedarían tres: “la descentralización del Gobierno federal, el desarrollo de las energías renovables y encontrar la verdad del caso Ayotzinapa”. Las tareas pendientes en la agenda de un presidente que, según las últimas encuestas ha vuelto a aumentar su popularidad en el mes de noviembre, hasta situarse por encima del 60%. “Los mexicanos”, ha dicho López Obrador, “quieren que sigamos gobernando”.