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El nuevo PRIAN vs. AMLO

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JOSÉ ANTONIO CRESPO

Tras haber el PAN mantenido una posición confrontacionista con el régimen en 1988 (debido a los “fraudes patrióticos” de Durango y Chihuahua) y luego de la muerte de Manuel Clouthier, que mantenía esa postura dura frente al PRI, el blanquiazul pactó una posición de negociación con el salinismo; se apoyaría el proyecto económico neoliberal (compatible con la agenda histórica del PAN), a cambio de una apertura gradual pero real del sistema político-electoral. Fue lo que se llamó concertacesiones. Esa sería la base para después hablar del “PRIAN”, narrativa que presentaba a esos dos partidos como uno y lo mismo, para así contrastarlo con el PRD y posteriormente con Morena. Ahora, ante la posibilidad de una coalición formal entre esos dos partidos históricos, se habla de la concreción, ya sin tapujos, del PRIAN.

Sin embargo, si bien el PAN y el PRI fueron aliados en algunas cosas, no lo fueron en muchas otras. Tenían algunas coincidencias ideológicas, pero también diferencias y gran rivalidad política. Hubo, por ejemplo, muchas coaliciones formales del PAN y el PRD para arrebatar gubernaturas al PRI (la primera fue en San Luis, 1991). Numerosas gubernaturas fueron ganadas por esa vía. Y en 2000 se pensó seriamente en una coalición semejante por la presidencia, pese a las diferencias ideológicas. El problema fue que ningún candidato (ni Fox ni Cárdenas) quiso ceder su lugar, por lo que cada uno fue por su lado.

También la identidad PRI-PAN quedó desmentida en el Congreso: a Zedillo el PAN le rechazó una reforma energética; a Fox el PRI le obstruyó una reforma fiscal; el tricolor votó igualmente contra la reforma energética de Calderón. De haber habido identidad entre ambos partidos esas reformas hubieran sido aprobadas sin problema. Peña Nieto sí logró (como quiera que “haiga” sido) el apoyo opositor para diversas reformas (del PAN en lo energético, del PRD en lo fiscal, y de ambos en otras, como la educativa y de comunicaciones).

En 2016 inició una confrontación abierta entre PRI y PAN cuando éste arrebató varias gubernaturas al tricolor.  El PRI se desquitó en 2017, imponiéndose en el Estado de México y arrebatando Coahuila al blanquiazul. Ahí se profundizó la ruptura, lo que a todas luces favoreció a López Obrador (que para fines de 2017 apenas tenía una ventaja de 5 % y en los meses siguientes escaló hasta el 30 %). Precisamente ante el mito de la identidad del PRI y del PAN, muchos obradoristas (incluidos propagandistas e intelectuales orgánicos), pensaban que ese pleito era simulado, o bien, que previo a la elección, el PRIAN limaría asperezas y se pondría de acuerdo para detener a AMLO. No ocurrió: el pleito personal entre Peña y Anaya había escalado sin posibilidad de retorno. Lo cual demostró nuevamente que lo del PRIAN no era exacto. Que hubieran tenido afinidades ideológicas y a veces entablado alianzas políticas no implicaba que fueran lo mismo ni con idénticos intereses.

Ahora en cambio se abre esa posibilidad de cara al 2021, dada la debilidad de toda la oposición frente al enorme frente obradorista en el Congreso (y en el país entero). El pragmatismo se contempla como posibilidad legítima para poner un contrapeso a AMLO en la Cámara Baja. Es el mismo pragmatismo que llevó al PAN y PRD a formalizar diversas coaliciones (muchas exitosas). Lo cual genera, desde luego, rechazo en varios panistas y priistas que anteponen la identidad ideológica de sus partidos al pragmatismo requerido para vencer a Morena.

Así, por ejemplo, de haber ido en coalición PRI y PAN en 2018, le habrían arrebatado a la coalición obradorista cerca de 100 distritos de mayoría, con lo cual la situación política hubiera sido muy distinta (al no contar AMLO con amplia mayoría en la Cámara Baja). Y si bien se pone en riesgo un tanto la identidad ideológica de cada partido, lo mismo podría decirse de Morena al aceptar como aliados al PES (contrario a la agenda progresista de la izquierda), o al PT (cuyo régimen ideal es Corea del Norte).

Y ahora se une nada menos que al PVEM, representante de todo lo contrario a lo que enarbola Morena. Si de contaminación ideológica se trata, Morena queda totalmente desdibujado con sus socios antiguos y nuevos (los partidos sindicales). Ahí también ha prevalecido el pragmatismo por encima de la pureza ideológica de la que tanto se ufana Morena.

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