EDITORIAL
La crisis de inconformidad por la que atraviesa el país es innegable. Las promesas incumplidas de parte del gobierno federal, han fustigado duramente la endeble credibilidad de la sociedad en las instituciones. Maquiavelo advirtió que el Príncipe no debería tocar de manera negativa el bolsillo de los gobernados, salvo hacerse acreedor a un revire brutal. Nadie medianamente cuerdo está convencido de que la política económica y la conducción del país haya caminado por la vía correcta. Por el contrario, el país ha ido dando tumbos gracias a los errores de los cercanos al presidente. El encono social y el riesgo grave de un estallido social, no la faramalla mediática del EZLN en 1994, está a la vuelta de la esquina.
La preocupación que subyace en el imaginario colectivo de los oaxaqueños es: ¿cómo habrá de remontar la administración que encabeza Alejandro Murat, un entorno nacional adverso, habiendo recibido una administración estatal hecha polvo, desfondada, materialmente vaciada de recursos, aún para hacer frente a necesidades elementales? Si bien es cierto que uno de los buenos augurios del gobierno recién estrenado es la buena relación que hay con el gobierno de Enrique Peña Nieto, cuestión que se ha puesto de manifiesto con la autorización de cerca de mil millones de pesos para regularizar las plazas de la Sección 22 y el ofrecimiento de que no habrá recorte al presupuesto 2017, que acordó Murat con el titular de la SHyCP, José Antonio Meade, recientemente, ¿habrá apoyos adicionales para las múltiples necesidades que enfrenta el estado, en diversos rubros?
Se ha dicho hasta el cansancio que el proyecto de las Zonas Económicas Especiales, en donde se ubica al Istmo de Tehuantepec como uno eje del desarrollo regional, va en firme. Pero no se advierte por ningún lado que la inversión ofrecida por el presidente en la visita furtiva que hizo a Salina Cruz, el 2 de enero de 2015, respecto a la reconfiguración de la Refinería “Antonio Dovalí Jaime” de PEMEX y el gasoducto Salina Cruz-Jaltipan, caminen un ápice. Fueron simples promesas. Además, como mucho hemos dicho, la región istmeña está en el limbo, por el alto índice de criminalidad que existe, además de la constante y permanente movilización de grupos y organizaciones. Con este panorama tan complejo, ¿se atreverá la Federación a invertir algunos miles de millones de pesos, si tiene a la vista la práctica huida de varios capitales destinados a la explotación de energía eólica, ante la inseguridad para invertir?
Hay que subrayar que jamás un gobierno estuvo tan desacreditado y convertido en escarnio público como el de Peña Nieto. Está en el suelo si de confiabilidad se trata. He ahí el por qué entre los oaxaqueños existe incertidumbre respecto al apoyo real que pueda otorgar la Federación al gobierno que desde hace un mes y días encabeza Murat Hinojosa. Por otra parte, no hay que ignorar que la inversión tanto pública como privada va en función de la estabilidad política de la entidad, lo cual como todo mundo sabe, aquí hablar de paz social y gobernabilidad es una utopía.
Es tan grave nuestra situación que miles de millones de pesos se han ido, ante el acoso, la amenaza y la abierta extorsión tanto de grupos criminales avecindados en la Cuenca del Papaloapan y el Istmo, como de ese cáncer social de organizaciones sociales, encabezadas por vivales y corruptos. No ha sido pues fortuita ni descabellada nuestra exigencia, en el sentido de que se agote el diálogo sí, pero también se aplique la ley. Nadie, nadie medianamente cuerdo llegará con sus capitales, a recibir como bofetada la movilización perpetua de los maestros y la extorsión de delincuentes y grupos que operan como tales.
