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Violencia familiar, la pandemia permanente

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El confinamiento obligado –que se ha prolongado durante cuatro meses– para frenar la propagación del virus SARS-CoV-2  que causa el Covid-19, una de las medidas de la Jornada Nacional de Distanciamiento Social, ha propiciado el incremento alarmante de agresiones en el hogar y aunque en el país las denuncias han aumentado de manera considerable, en Oaxaca, las cifras indican lo contrario, sin embargo, autoridades de la Fiscalía General del Estado consideran que la violencia familiar es el pan de cada día

 

Yolanda PEACH

(Foto: Esteban CHINCOYA)

Cuando Catarino se dio cuenta que en realidad se lo llevaría la policía, volteó furioso a ver a su madre. Le advirtió que se arrepentiría y al salir de la cárcel la mataría. “Eres una puta, por tus puterías se murió mi padre. Voy a ser libre otra vez y te vas a arrepentir”, amenazó.

Acababa de regresar borracho a la casa de su madre, a quien insultó para enseguida destrozar lo que encontró a su paso.

La violencia familiar no conoce de género, de edad ni de condición social. Es pareja.

Pese a que la Fiscalía General del Estado indicó que el confinamiento para frenar la expansión del Covid-19 ha causado incrementos alarmantes por las denuncias por episodios de violencia, las cifras en Oaxaca no parecen aumentar en forma inquietante.

El comparativo de la dependencia señala que, de enero a abril de 2019 se habían recibido dos mil 63 denuncias, en el mismo periodo, pero de 2020, se iniciaron dos mil 168 carpetas de investigación.

 

DESAFÍO MUNDIAL

 

La Fiscalía General del Estado puntualizó que el aislamiento social agudiza el estrés existente en los hogares afectados por la violencia familiar y también cercena las posibilidades de la justicia de auxiliar y responder a las denuncias de las víctimas.

Las denuncias por violencia, comparadas con el año pasado, aumentaron en enero, de 485 recibidas en 2019, se recibieron 14 más este año, en febrero 463 en 2019 y 574 en 2020, 553 en marzo de 2019 y 650 en marzo de 2020.

A partir del 23 de marzo, el Consejo de Salubridad General reconoce la pandemia en México y se implementan diversas medidas en el país a través de la Jornada Nacional de Distanciamiento Social.

“No pasa inadvertido que el aislamiento trae consigo tensión y estrés generado por las condiciones mismas en que se da la pandemia, falta de empleo y actividades, incertidumbre, inseguridad, escasez de alimentos e ingresos, creando un entorno propicio para generar condiciones de violencia. Este riesgo es mayor para aquellas mujeres que tienen compañeros violentos y se encuentran alejadas de su red de apoyo”, anotó la dependencia.

Las cifras de denuncias bajaron en abril, que ya se vivía el confinamiento, en el 2019 se recibieron 562, en el actual 445, es decir, 117 denuncias menos.

“Nosotras no vemos la diferencia, seguimos teniendo el mismo número de casos al día, la sala siempre está llena de mujeres esperando denunciar”, dice una Ministerio Público adscrita a la Fiscalía especializada para la Atención a Delitos Contra la Mujer por Razón de Género.

Sí se denuncia, el Ministerio Público está obligado a separar al agresor inmediatamente del domicilio, prohibirle que se comunique con la víctima y acercarse al domicilio, además de ordenarle que entregue inmediatamente los objetos de uso personal y documentos.

 

ABANDONO Y TERROR

 

Los adultos mayores, son tal vez, uno de los grupos más vulnerables. La maestra Jhazibe Valencia de los Santos, directora del Centro de Justicia para Mujeres (Cejum) detalló que uno de los tipos de violencia que sufren es la económica o patrimonial.

“El abandono es la principal causa. Cuando un adulto mayor ya no tiene una vida laboral útil y comienza a generar gastos en la familia, puede provocar tensión y transformar el trato que recibía de sus hijos o parientes cercanos”, explica.

El adulto mayor tiende a replegarse o desplazarse a un rincón de la casa. Le provoca cuadros depresivos y aislamiento.

Otro caso frecuente ocurre cuando la familia se apodera de los bienes materiales del adulto mayor, aprovechando su fragilidad, falta de memoria o dependencia.

Dice que el Cejum trabaja de manera coordinada con el Ministerio Publico, el sistema DIF y un total de 13 dependencias gubernamentales para apoyar a las víctimas de violencia.

Apunta que, si un vecino se percata de que un adulto mayor sufre violencia, puede avisar al número de emergencias 911.

Una vez con el reporte, el Departamento de Trabajo Social acude al domicilio a investigar; según sea el caso, se da aviso al DIF o al Ministerio Público y se le da seguimiento.

Recuerda un caso en especial, de una señora que soportó la opresión porque nunca tuvo solvencia económica, dependía directamente de su marido, quien durante seis décadas la maltrató.

Habló con sus hijos, quienes la apoyaron decididamente. Ellos fueron testigos mudos de los gritos y las palizas que recibía su mamá.

Valencia de los Santos destaca que la violencia psicológica es muy sutil, tanto que las víctimas ni siquiera lo notan, pueden ser desde desplantes, hasta actitudes, como un azotón de puerta, un abandono y que el hombre empiece a demostrar la falta de interés por su pareja.

En tanto, la representante social de Violencia Familiar comenta que las personas de la tercera edad son uno de los sectores más vulnerables a sufrir violencia intrafamiliar.

El maltrato contra los ancianos indiscutiblemente causa daños o los expone a sufrir algún riesgo contra su salud, bienestar o integridad.

La psicóloga de Cejum, Liliana Patricia Morales Castellanos, indica que el abuso económico es el más frecuente contra los ancianos, aunque no se le presta mucha atención.

“El agresor utiliza el dinero de la víctima sin su consentimiento, la obliga a cambiar de nombre los bienes”, apunta.

Bajo la negligencia se enmarcan privarla de las necesidades básicas, como alimentación, higiene, calor, ropa adecuada al clima, asistencia médica o el abandono.

Y el maltrato psicológico se presenta bajo acciones de rechazo, insultos, terror, aislamiento, gritos, humillaciones, amenazas, se les ignora o se les priva de afecto.

“Los mayores no reconocen el maltrato por tabú y porque no lo ven, porque sus vidas han sido muy duras y están acostumbrados en cierta medida. Otros sienten culpabilidad porque son sus hijos y ellos, piensan, los han educado así. La culpabilidad es grande. El qué habré hecho yo para que me traten así”, subraya.

 

EDUCAR CON VIOLENCIA

 

Un gran número de niños tiene la creencia de que ser lastimado es parte de la vida cotidiana; por lo tanto, este comportamiento es aceptable y el ciclo del abuso continúa cuando se transforman en padres que abusan de sus hijos y éstos de los suyos. Se perpetúa el ciclo vicioso por generaciones.

Mariel, de 8 años, confiesa que no le gusta cuando su papá está en casa, “Me aprieta mucho la boca y la nariz, no me deja respirar”.

Una tarde, muy enojado le pegó a su hermanita en la boca, por lo que sangró. “A mí me pegó con el mismo cinturón y lloré mucho”, recuerda.

El pequeño Emiliano, de 4 años, pidió irse a vivir con su abuelita. “Mi papá me pega con mecate y con el cable del video.

“Mi mamá llora, yo quiero mucho a mi mamá y no quiero que mi papá le pegue. Mi papá toma mucha cerveza y quiero que lo curen para que ya no nos pegue”, suplicó.

“Quiero que castiguen a mi papá porque me pega, siempre me habla con groserías”, pide Mona, de 7 años.

“Se me ocurrió enseñarle una carta que escribí en la escuela en la que puse que era regañón. (…) Me pegó con el palo de la escoba en la espalda, me jaló de mi cabello en la nuca y me zangoloteó; después me hizo que la leyera y le obedecí, pero llorando. Me regañó por escribir esas cosas”, dice la pequeña.

La profesionista en psicología, puntualiza que el castigo físico como forma de disciplinar sigue siendo el factor que alienta las prácticas de maltrato físico hacia los niños.

La idea de que las malas conductas y los malos hábitos se corrigen con azotes, se basa en la crianza de los padres, quienes justifican su conducta correctiva planteando “a mí también me pegaban y soy un hombre de bien”.

Subraya que un grupo importante de padres que maltrata o abusa de sus hijos padeció en su infancia falta de afecto y maltrato.

 

PREFIEREN CALLAR

 

No cumplían ni un año de casados cuando Flor comenzó a violentar de forma moral a Emiliano, lo insultaba y humillaba, le repetía que era un pendejo, que no valía nada, era de mala leche, que tenía una mente de cachorro y, en definitiva, no quería tener hijos con él.

“Me daba manotazos, ya que se molestaba porque decía que no la entendía y no le daba su lugar, me corría de la casa. Trataba de estar bien con ella, pero no se dejaba, cuando quería contentarla siempre me rechazaba”.

La psicóloga Claudia, dice que las denuncias de hombres violentados son pocas por cuestiones de cultura, pues es difícil que un hombre reconozca su vulnerabilidad.

“Muchos de los casos tiene que ver con la dependencia emocional, tuve un caso en el que quería mucho a su esposa, le daba todo el dinero que ganaba y él se quedaba sin nada, en ocasiones tenía que pedirle para el camión o su almuerzo, pero ella se quedaba con todo y esto es violencia económica, pues ella controlaba el dinero, ejercía poder, incluso puso todas sus propiedades a nombre de la señora.

Felipe decidió cambiar de sexo. A raíz de esta decisión ha tenido fuertes problemas con su padre, quien no lo acepta, en su mayoría, son los papás quienes rechazan que el hijo rompa las reglas sociales.

Al verlo vestido de mujer, lo golpeó hasta que se cansó.

La psicóloga explica que las manifestaciones de la violencia se basan en el deseo del perpetrador de castigar dicha identidad, comportamiento o cuerpo que difieren de las normas y roles de género tradicionales.

Aunque son muchos los casos de violencia, son realmente pocos los casos que llegan a denunciarse o que terminen ventilándose en un juzgado.

 

ADVERTENCIA TEMPRANA

 

Una relación sentimental se torna enfermiza en el momento en el que una de las partes intenta controlar o dominar a la otra, advierte la maestra Jhazibe Valencia de los Santos.

Explica que la violencia en el noviazgo son los ataques por acción o por omisión realizada en el otro. “Se da entre adolescentes o adultos jóvenes, entre 15 y 24 años, mayoritariamente”, enumera.

Una manera de controlar es por celos. “Anulas a la otra persona”. Influye la tecnología. “¿Dónde estás? Escándalo si no contesta la llamada o mensaje”.

A eso se agrega la censura en la forma de vestir. Les prohíben usar corto o escotes. Poco a poco la violencia va creciendo. Si la víctima se deja manipular, se da paso a la violencia física.

Comienzan las confrontaciones a pleito. Jalones, empujones. Aislar a la chica. Siguen con las actitudes obsesivas. “Tómate una foto para comprobar dónde estás”.

Las víctimas, en su mayoría sufrieron la ausencia de la figura paterna o vienen de familias disfuncionales. Al sentir que encuentran el amor y cuidado que necesitan, permiten ser violentadas. “Se tiende a normalizar la violencia porque piensas que te quieren”.

Ángela admitió que comenzó a tener problemas con Alfonso, su marido, desde siempre.

“El problema es que Alfonso siempre ha sido muy mujeriego. Cuando le reclamo se enoja y me lastima”, explica al tiempo que agrega que una vez estuvo a punto de perder su ojo, después de que éste se lo dejó morado.

“Me dice que soy una vieja, que me apesta la boca, que tengo cirugías por las cesáreas y estoy bien tasajeada, que no le sirvo para nada. Siempre me echa en cara a sus amantes que son más jóvenes, en mi cara le hablan por teléfono y lo buscan. A Alfonso ya no le importa que yo me dé cuenta”, relata.

Agustina cuenta que su relación comenzó a deteriorarse desde que se casaron. Su esposo comenzó a endeudarse por comprar videojuegos y le reclamaba, pues no tenían electrodomésticos, ni cocina.

“Si no te parece, ya sabes cuál es el camino”, le respondía; en los siguientes días, la insultaba y lastimaba emocionalmente. Le decía que “era una estúpida y lo estaba hartando”.

A partir de ahí arremetía en su contra, la insultaba y despreciaba, luego se arrepentía y le pedía perdón. Ella siempre dijo que lo perdonó por lo mucho que lo amaba y, sobre todo, por sus hijos.

 

VENCER EL MIEDO

 

Blanca llevaba 18 años de casada cuando decidió denunciar a Joel, su marido.

Admitió que desde un principio empezó a tener problemas con Joel a causa de sus celos, su forma de ingerir alcohol y su mal carácter. “Todo el tiempo está de mal humor y se desquita conmigo”.

“Me ha golpeado con sus puños, a patadas, una vez me cortó con un serrucho en la mano y quería herirme la cara porque así iba a quedar marcada y los hombres ya no se iban a fijar en mí, en otra ocasión me rompió un plato de frijoles en la cabeza y me hizo unos hematomas, fui a dar hasta la Cruz Roja, pero por mis hijos no lo denuncié”, abunda.

Una vez sus gritos llamaron la atención de su hija de 11 años, quien entró a la habitación y le pidió a su papá que se calmara.

“Hago lo que se me hinchan los huevos y tú, jija de la guayaba te me vas a acostar”, le gritó mientras la correteaba a su cuarto. Entró para tomar cuatro muñecos de peluche que quemó con diésel.

La pequeña contó que mientras veía cómo se quemaban sus juguetes, le dijo a su papá que cuando él se muriera no derramaría ni una sola lágrima y éste le contestó que su cariño “valía para pura mierda” y se fue a su cuarto mientras decía: “pinches huevitos de hija”.

El miedo es el principal motivo que lleva a una mujer a no denunciar. No sólo miedo al maltratador, incluso a los demás, al qué dirán, a perder a sus hijos, a no saber cómo sobrevivir cuando se acabe la relación, señala la Ministerio Público.

Sin embargo, reconoce que el miedo principal es al violentador, a su reacción al saberse denunciado, a sus represalias, si las perseguirá, si la encontrará en la calle y volverá a agredirla, incluso a si la matará, ya que el poner fin a una relación no acaba con el estrés. La mujer tarda un tiempo en rehacer su vida y superar el temor y la angustia.

“Si su marido la golpea, su hermano, su tío o cualquier persona las maltrata, no solamente física sino emocionalmente o sexualmente, pueden venir a esta Fiscalía y van a ser acompañadas para ser atendidas y se les brinden las medidas de protección necesarias para que no se repitan estas agresiones”, reitera.

Una vez que a las mujeres violentadas les reciban su denuncia, podrán recibir atención psicológica en el Cejum para sobreponerse a la situación en la que viven y también para tener fortaleza para enfrentar sus procesos.

 

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