En el corazón de la Sandunga las historias del desastre parecen una misma, todos comparten la misma tragedia mientras políticos vinculados al PRI, como Donovan Rito García y Samuel Gurrión Matías, lucran con el dolor humano
“¿Cómo pasamos la madrugada? Entre los temblores que no cesan, el miedo de que alguien entre a robar lo poco que tenemos, lo que rescatamos de lo que fue nuestro hogar”
Yolanda Peto Ortiz, damnificada
David MÉNDEZ / enviado
SANTO DOMINGO TEHUANTEPEC.- La grieta que surcó el terremoto del 7 de septiembre en este municipio, el llamado corazón de la Sandunga, se ahonda en la vida diaria de los habitantes de esta comunidad indígena zapoteca que resultó severamente dañada por el movimiento telúrico. La “normalidad” es una palabra lejana.
La localidad de 65 mil habitantes enfrenta la zozobra de un nuevo sismo, el temor por la inseguridad y el enojo de la rapiña política, de la que acusan a los diputados del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Donovan Rito García y Samuel Gurrión Matías.
Las dos mil viviendas que presentan daños en su estructura, son la muestra más visible de la destrucción del sismo de 8.2 grados. Decenas de personas duermen en los tres albergues habilitados, mientras otras continúan afuera de sus casas por temor a las réplicas que a más de una semana, alcanzaban las dos mil.
Los 16 barrios que integran esta localidad registran daños, aunque entre los más afectados se encuentra el de San Jerónimo, cuyos pobladores perdieron el sueño desde aquel jueves por la madrugada.
La noche trae consigo una organización que se va consolidando al paso de los días. Los hombres se reúnen para velar afuera de sus viviendas, resguardar a las mujeres, sus hijas, sus pocas pertenencias y la casa o las paredes que aún quedan en pie.
“¿Cómo pasamos la madrugada? Entre los temblores que no cesan, el miedo de que alguien entre a robar lo poco que tenemos, lo que rescatamos de lo que fue nuestro hogar”, confiesa la señora Yolanda Peto Ortiz.
La mujer recorre con una habilidad aprendida las calles donde estaban los templos en los que rezaba y se encomendaba a Dios, el mercado, el centro, las casas de sus familiares y amigos, pero nada es igual. Pareciera una pesadilla, asegura.
Su hogar se desplomó en segundos “fue un milagro que lográramos salir todos de ahí vivos, hay quienes lamentablemente no corrieron con la misma suerte”, reflexiona, al tiempo que reconoce como suyo un terreno en el que ahora sólo hay escombros.
Tehuantepec registra seis mil viviendas con daños diversos, una persona fallecida, afectaciones en las iglesias reconocidas como inmuebles históricos, además de suspensión en la distribución de agua potable, por deterioros en las tuberías.
El señor Julio Jiménez Rodríguez vio desplomarse la casa que construyeron sus bisabuelos hace más de 100 años. Las paredes de adobe no soportaron la vibración violenta de la tierra y se vinieron abajo.
Las historias parecen una misma: la tragedia es compartida por Domitila, Julio, Yolanda, Rodrigo, Ernesto. El patrimonio construido a lo largo de su vida, o la de sus padres y abuelos, desapareció en cuestión de segundos.
Las calles Guadalupe Victoria, Liceaga, Benito Juárez, presentan casas derruidas, personas dormitando en la banqueta, quienes al escuchar cualquier voz o movimiento, lanzan luces de lámparas y piden a gritos que se identifiquen o se retiren.
Por la mañana, el mercado trata de volver a la normalidad, las mujeres venden sus productos, pero la tristeza está en sus rostros. Están a la espera que en breve el edificio sea desalojado por los daños.
El palacio municipal, recién remodelado por el entonces presidente Donovan Rito García, también presenta fracturas y debe ser valorado.
Rapiña política
El dolor y la zozobra, sin embargo, han sido aprovechados por la clase política oriunda y no del Istmo de Tehuantepec.
El presidente de la República, Enrique Peña Nieto, el gobernador del estado, Alejandro Murat, secretarios federales y estatales, han acudido a la zona de desastre a ofrecer despensas, colchonetas, un censo y la normalización de la vida en un tiempo considerable.
Sin embargo, la pasarela política también ha incluido a diputados, quienes vislumbran la oportunidad para posicionarse de cara a las elecciones de 2018. Entre ellos se encuentran los priistas Samuel Gurrión y Donovan Rito García.
A Donovan Rito lo señalan de acaparar colchonetas y despensas procedentes de instituciones gubernamentales y repartirlas como si las hubiese adquirido con su dinero, además de invitar a sus paisanos a agradecerle con su voto, la solidaridad mostrada.
En el caso de Samuel Gurrión, cobijado bajo el nombre de la organización “Una mano amiga”, ha repartido diversos artículos, hecho que le ha ameritado críticas. El legislador respondió desde la sesión parlamentaria del miércoles 13: “desde la comodidad de sus escritorios demeritan mi trabajo, si yo sólo quiero ayudar”.
Tehuantepec tiene una honda grieta que lesiona la vida de sus pobladores y que mientras los días pasan, se convierte en un peligro echarla al saco del olvido.