Carlos Arturo Baños
El surrealismo mexicano a veces llega a niveles insospechados. Da coraje y decepción constatar que miles de personas, a raíz de los trágicos sucesos del domingo 19 de junio, en Nochixtlán, Oaxaca, se han volcado a apoyar estúpidamente a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
Lamentamos lo ocurrido, sin duda. Pero ¿qué extraña forma de pensar lleva a mucha gente a apoyar, en automático, a la CNTE en respuesta a un mal operativo por parte de la Policía Federal?
Claro que debemos criticar y desaprobar, sin duda alguna, el deficiente proceder de los policías federales. Pero de esto a pasar a apoyar ipso facto a los delincuentes y pandilleros que se han ubicado del otro lado de la calle, es demasiado.
En Nochixtlán se dieron cita dos de las expresiones más reprobables del México atrasado: los comportamientos delictivos disfrazados de “causas populares” y la indefendible “defensa de la ley” por parte de policías federales muy mal preparados. Y se equivoca quien quiera justificar cualquiera de estas dos posturas.
Estamos en espera del resultado de las investigaciones encaminadas a deslindar las responsabilidades penales. Esperemos, pues.
Pero, más allá de esto, y tras haber expuesto mis críticas al deficiente proceder de la Policía Federal no puedo menos que sostener enfáticamente que, como docente, repruebo las ideas y los métodos de los miembros de la CNTE, especialmente de la Sección 22, la de Oaxaca, un deplorable y reprobable arquetipo de la corrupción gremial disfrazada de “causa revolucionaria”.
CNTE: De la oposición a la corrupción
Yo fui de los ciudadanos que salieron a las calles a apoyar al magisterio disidente, allá en el año de 1989. El liderazgo de Carlos Jonguitud Barrios se volvió insostenible y el presidente Carlos Salinas de Gortari determinó relevarlo. El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) tuvo, entonces, una nueva líder: Elba Esther Gordillo Morales, pieza clave de Carlos Salinas de Gortari más allá, incluso, de su propio sexenio.
Muchos confiamos en que el magisterio disidente llegaría a debilitar y a defenestrar la estructura anquilosada y corrupta del SNTE. Pero no fue así, al contrario: la CNTE se opuso a Elba Esther Gordillo, pero no a las formas elbistas de actuar al interior del sindicato de maestros. Más temprano que tarde, la CNTE se volvió un negocio turbio, sucio y gangsteril, que se ha dedicado a administrar sus plazas, sus cuotas y sus presupuestos, al más viejo estilo del gremialismo priista, al que tanto ha criticado, pero del cual no se distingue realmente.
Hay que decirlo enfáticamente: la CNTE es igual de corrupta que el SNTE. Solamente se distingue de él porque ocupa otro tramo de la banqueta.
Al respecto, una anécdota curiosa: durante mis años de licenciatura (1990-1994) en la UAM-Xochimilco, tres veces recibí la oferta de “comprar” una plaza magisterial. Tuve compañeros pertenecientes, o muy cercanos, a la CNTE. Y todavía recuerdo el desparpajo de uno de ellos: “No te preocupes, Baños, me das diez mil de enganche y lo demás me lo vas pagando con tus primeras quincenas. En un año sales del pedo. Ya sabes, somos cuates, hay confianza”. ¡Qué pinche asco!
Eso nadie me lo cuenta, yo lo viví en carne propia. Y, por cierto, a esos mismos fulanos me los encontré muy seguido en las marchas a favor de la paz en Chiapas (1995). ¡De que hay gente con poca vergüenza, la hay!
De entonces a la fecha, y desde antes, el gremialismo magisterial se ha convertido en un lastre para este país. “Charros” (SNTE) o “democráticos” (CNTE) son la misma cosa.
Pero hay que decir más: incluso dentro de la CNTE, hay niveles de corrupción. Creo no equivocarme si digo que la peor de todas sus secciones es la Sección 22, la de Oaxaca. Ésta opera al viejo estilo sindical de Luis N. Morones (1890-1964), ese líder de la CROM que supo combinar la violencia gangsteril, los puestos gubernamentales, las cuotas dinerarias, los cuadros sindicales y los movimientos civiles afines. Además, Luis N. Morones era un eficaz operador político-electoral. Así opera la Sección 22 de la CNTE, dizque democrática y socialista. Quien no la conozca, que la compre.
Reforma Educativa y Sección 22
La Reforma Educativa (2012-2013) impulsada por Peña Nieto, en el marco del Pacto por México, vino a dañar de tajo la corrupción de la Sección 22, y no sólo porque le arrebató el control del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), una auténtica mina de oro, manejada de forma discrecional y opaca, o sea, corrupta. Desde el IEEPO, la Sección 22 administraba recursos públicos para beneficio de la cúpula sindical y de sus allegados, dentro o fuera del sindicato.
El gobierno de Peña Nieto también la dañó al quitarle la gestión, total o parcial, de varios programas sociales federales y estatales, como los programas de becas y de albergues indígenas. Y ni qué decir de la asignación automática de plazas magisteriales saliendo de las normales estatales. La corrupción gremial perfecta.
No nos confundamos, pues. La Sección 22 de la CNTE no está defendiendo la “educación pública”, sino sus múltiples canonjías gremiales a costa del erario público, que es distinto. Sólo los zoquetes no se dan cuenta de ello. La Sección 22 de la CNTE, corrupta como es, sólo defiende sus privilegios, a costa del dinero de todas y todos los mexicanos.
Se necesita ser muy tarado para creer que a la Sección 22 de veras le preocupa la “educación pública”. Sus integrantes han lanzado la consigna de que están en contra de la “privatización de la educación”, cuando consta que la Sección 22 ha privatizado, en los hechos, la educación básica de Oaxaca.
Así es, la Sección 22, siguiendo el corrupto estilo del sindicalismo moronista, se había adueñado del sistema público de enseñanza del Estado de Oaxaca. Ejerciendo un patrimonialismo autoritario, la Sección 22 de la CNTE se apropió mafiosamente de las instalaciones, los recursos y el personal del sistema de educación básica de Oaxaca. Y lo hizo a partir de un enfoque socialista-indigenista que sólo ha beneficiado a las élites sindicales, tipo Rubén Núñez, Francisco Villalobos, Aciel Sibaja, Juan Carlos Orozco, Othón Nazariega, Efraín Picazo, Roberto Abel Jiménez y Heriberto Margariño López.
Da mucho coraje constatar que hay personas que creen que al defender a la CNTE están defendiendo a la “educación pública”. ¡De verdad, qué inocentes!
Los sindicalistas de la CNTE son auténticos demagogos gangsteriles que siempre han encontrado oídos incautos, sobre todo entre los jóvenes con poca experiencia en la vida y mucha utopía en la cabeza.
Y a todo esto hay que agregar que, en la defensa de sus “causas”, muchos integrantes de la CNTE han incurrido en abiertos delitos, como el ataque a las vías generales de comunicación. De este modo, los “profes” de la CNTE terminan por afectar dramáticamente los derechos de terceros: a la fecha, el desabasto de medicinas, alimentos y combustibles en Oaxaca ha aumentado como nunca antes, en perjuicio de muchas personas.
Conclusión
Las recientes acciones delictivas de la CNTE, que sólo en apariencia están encaminadas a defender la “educación pública”, son parte esencial de una estrategia defensiva. Ante todo, se trata de mantener los privilegios de un gremialismo corrupto y de sus aliados políticos, como Andrés Manuel López Obrador y su partido-secta, MORENA.
En lo personal, como docente de más de veinte años de experiencia, repruebo las ideas y los procederes de la CNTE.
La Reforma Educativa (2012-2013) no es perfecta, obviamente. Hay muchas cosas de ésta que a mí no me parecen, como su enfoque de “competencias”. Pero dentro de un régimen democrático, incluso las inconformidades deben ser procesadas de forma legal e institucional, cosa que no ha hecho la CNTE.
Los ciudadanos con auténtica vocación democrática debemos rechazar y reprobar, rotundamente, las ideas y las formas de proceder de la CNTE, especialmente de su corrupta, violenta y delincuencial Sección 22.
¡Bienvenida la disidencia… pero reprobemos la delincuencia!
(Profesor UAM-Xochimilco y UPN-Ajusco)