Andrés Manuel López Obrador fue honesto en su primer informe de gobierno, aunque la honestidad parece insuficiente: “la economía está creciendo poco pero no hay recesión”, “todavía no tenemos buenos resultados en cuanto a la disminución de la incidencia delictiva en el país”, las frases que marcan sus primeros nueve meses de gobierno en los que se mantiene el objetivo de “acabar con la corrupción y con la impunidad” gracias a que “ya existe un auténtico Estado de derecho”
Alonso PÉREZ AVENDAÑO
Andrés Manuel López Obrador inició libre por la ruta de su discurso, los 95 minutos con nueve segundos que duró una carrera contra sí mismo, desde el “no lo voy a leer todo” con el que se refirió al extenso documento que entregó al Congreso de la Unión como su primer informe de gobierno, hasta el tercer “viva México” con el que concluyó su exposición en Palacio Nacional.
López Obrador, como desde que empezó su tercera campaña por la Presidencia, desde que ganó la elección el 1 de julio de 2018, como desde que empezó a gobernar el 2 de julio, como desde que tomó posesión el 1 de diciembre, tenía solo un competidor cerca, él mismo. Sus frases, sus líneas contundentes, su ánimo optimista y su gesto adusto dominaron el escenario de principio a fin.
Frente a él estaba el Estado mismo, o lo que resta del Estado cuando López Obrador gobierna. Sus invitados especiales, todos, todas, figuras que de alguna manera –por la confrontación o el apapacho- ha tocado el presidente en sus primeros nueve meses de gobierno. Ahí estaba el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Arturo Zaldívar, un funcionario público que todavía gana más que los 108 mil pesos que la Constitución establece como sueldo máximo para un trabajador del Estado; estaba también Porfirio Muñoz Ledo, quien con una argucia legal se mantuvo como presidente de la Cámara de Diputados federal; estaba también Mónica Fernández Balboa, la segunda presidenta que designa Morena en la legislatura. Estaba en la primera fila un selecto y significativo grupo de gobernadores: Claudia Sheinbaum, aliada y protegida del jefe del Ejecutivo; Javier Corral, que empezó como un férreo opositor y que ahora reconoce el trabajo del presidente contra la corrupción. Estaba también Alfredo del Mazo, el representante del priismo derrotado, del poder político despótico, del nepotismo, de las gubernaturas que son feudos que se obtienen con el nombre y con el apellido, del poder político plegado (y cercano, tan cercano que se ha hecho parte de) a los intereses económicos, representante de esa clase política a la que el presidente dice haber desterrado.
Había también incontables sillas vacías en el Palacio Nacional al momento de comenzar el discurso presidencial, quizá eran los asientos de la autocrítica, de los retos pendientes de este gobierno, que avanza con un discurso triunfalista pero que a cada triunfo que enuncia deja una duda.
EL PRIMER APLAUSO
Quince minutos de discurso pasaron para que llegara el primer aplauso de la audiencia para el presidente.
Había ya lamentado, sin mencionar la fecha ni el número de víctimas, el crimen de odio que ocurrió en El Paso, Texas el pasado 4 de agosto cuando 22 personas, ocho de ellas mexicanas, fueron asesinadas en un tiroteo. Había ya exigido “respetuosamente” al Poder Legislativo que atienda su exigencia de cancelar el fuero a servidores públicos, “empezando por el presidente”, y que cree el marco legal para que se puedan realizar consultas populares en el país.
Había expresado que, desde que empezó a gobernar, “ya existe un auténtico Estado de derecho”. Había acusado que la crisis de México se originó “por el fracaso del modelo económico neoliberal aplicado en los últimos 36 años” y por el predominio “de la más inmunda corrupción pública y privada”.
“Nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes y esa es la causa principal de la desigualdad económica y social, y de la inseguridad y de la violencia que padecemos”, expresó.
Llegó entonces el enunciado de la primera ovación, los aplausos que equivalen al reconocimiento y la credibilidad: “Si me piden que exprese en una frase cuál es el plan del nuevo gobierno, respondo, acabar con la corrupción y con la impunidad”.
“NI HUACHICOL ARRIBA NI HUACHICOL ABAJO”
López Obrador dejó los preámbulos y comenzó la cronología. El recuento hablado de los primeros nueve meses de gobierno, de los cientos de conferencias mañaneras, de las acciones de gobierno que han causado crisis y señalamientos por ineficacia y autoritarismo. Empezó enalteciendo el primer logro de su gobierno, el haber bajado el robo de combustible en 94%. Como pruebas de este logro está solo la alquimia discursiva, las palabras con las que se genera la realidad.
Antes existían “miles” de tomas clandestinas (¿aún no hay una estadística oficial del número de tomas, su ubicación, un reporte de si ya fueron detectadas y eliminadas?) a través de las cuales en noviembre pasado “se robaron” (¿quiénes? ¿hubo detenciones a partir de diciembre? ¿cuántas? ¿se descubrieron vínculos entre el poder político y el económico para permitir este crimen?) 80 mil barriles diarios de gasolinas, equivalente a 800 carros-tanque por día. En 2018, dijo, el robo de combustible significó una pérdida de alrededor de 60 mil millones de pesos.
“Pero nadie hacía nada por impedirlo; por el contrario, en los sexenios anteriores la Secretaría de Hacienda lo veía como algo normal”. “Y nos tocó decir ‘basta’”.
Recordó la tragedia de Tlahuelilpan, las 137 personas que murieron calcinadas tras una explosión en una toma clandestina de gasolina.
Dijo también que se canceló el “huachicol de arriba” a través de la condonación de impuestos que benefició en los dos últimos sexenios a 108 grandes contribuyentes que dejaron de pagar al fisco 213 mil millones de pesos.
GANANCIAS Y AHORROS
López Obrador señaló también los logros económicos del combate a la corrupción. Dijo, nuevamente con su palabra como única prueba, que cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y sustituirlo por el que se creará en la base militar de Santa Lucía, permitirá no solo terminar en tres años la saturación de vuelos en la capital del país, sino ahorrar 100 mil millones de pesos. El pago de bonos y contratos ya realizados por el NAICM representó un gasto de 75 mil millones, de acuerdo con datos de la SCT.
Su gobierno, expuso, detuvo por primera vez en 14 años la producción de petróleo; en 2018 la disminución fue de 200 mil barriles y en diciembre se contará con 50 mil barriles diarios adicionales.
En el sector agropecuario, dijo, “estamos rescatando el campo del abandono al que fue condenado por la política neoliberal”. Se entregaron 147 mil toneladas de fertilizantes de manera gratuita a 270 mil productores del estado de Guerrero. Se estableció el programa de precios de garantía para comprar alimentos básicos a los pequeños productores. Se apoyó económicamente a un millón 500 mil ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios para sembrar. El crédito ganadero a la palabra beneficia a seis mil 500 productores. Inició la siembra de un millón de hectáreas de árboles maderables. Poco más.
¿Y LA ECONOMÍA?
Poco dijo en su discurso del 0.0% de crecimiento que tuvo México en el segundo trimestre del año. Del bajo porcentaje en ejecución de obra que presentan la mayoría de las dependencias del gobierno federal, factor que es señalado por causar la dinámica a la baja de la economía nacional. En diciembre se licitará la primera etapa del Tren Maya y “se trabaja” en la modernización de la ruta del tren Transístmico, aunque no se especifica si ya hay obras iniciadas.
El salario mínimo aumentó 16%, “como nunca, en 36 años de neoliberalismo”; en julio, la inflación anual fue de 3.8%, “la más baja desde diciembre del 2016”.
Al igual que el peso frente al dólar, la Bolsa de Valores se ha mantenido “estable”, con un aumento del 2 por ciento; la recaudación de impuestos aumentó 2.6% respecto a 2018.
“La economía está creciendo poco pero no hay recesión. Además, ahora es menos injusta la distribución del ingreso; es decir, hay más desarrollo y bienestar”, explicó.
LA REPÚBLICA DEL BIENESTAR
El presidente resaltó sus logros en materia de desarrollo social, con programas de asistencialismo a través de los cuales ocho millones de adultos mayores, “el 94 por ciento del total”, han recibido una pensión de 2 mil 550 pesos bimestrales, “el doble de lo que obtenían antes”; asimismo 790 mil personas con discapacidad reciben esta pensión. 223 mil niñas y niños usuarios de lo que eran las estancias infantiles reciben una beca de manera directa de mil 600 pesos bimestrales.
Hay también seis millones 200 mil estudiantes de preescolar, primaria y secundaria que reciben mil 600 pesos bimestrales. Tres millones 500 mil estudiantes de nivel medio han recibido también becas.
Del proyecto principal, que atiende a jóvenes que “antes eran discriminados como ninis”, dijo que 930 mil reciben una beca como aprendices, 3 mil 600 pesos mensuales. Omitió referirse a las críticas contra Jóvenes construyendo el futuro por contar con un padrón altamente ineficaz.
SEGURIDAD, DESABASTO, CORRUPCIÓN
La seguridad pública fue abordada, mas no los índices delictivos. Nada dijo López Obrador sobre la posibilidad de que 2019 se convierta en el año más sanguinario en la historia del país, aunque reconoció que los resultados son aún desfavorables.
“Todavía no tenemos buenos resultados en cuanto a la disminución de la incidencia delictiva en el país, y que ésta constituye nuestro principal desafío, estamos seguros que vamos a lograr pacificar a México”, expresó.
Habló de la operación de la Guardia Nacional, que ha desplegado 58 mil 600 elementos en 150 coordinaciones territoriales del país, con una meta de llegar a 140 mil elementos en 266 coordinaciones. Solo eso.
Entre las grandes crisis que enfrenta este gobierno, solo recibió menos atención la que aún se mantiene por el desabasto de medicamentos en el sistema de salud pública.
Pese a ser el “combate a la corrupción” el principal objetivo de este gobierno, la mención a denuncias presentadas contra ex funcionarios públicos por delitos contra la hacienda pública fue igual a cero.