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Redes y poder político, la confrontación

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Hermenegildo Castro Ojeda

social-media ¿Seguramente usted, como yo, se ha preguntado qué sería de Fausto Vallejo sin las redes sociales? Cuatro o cinco personas a quienes hice la pregunta, respondieron que seguiría gobernando. Palabras más, palabras menos, dijeron que el poder de las redes sociales es capaz de provocar el despido de políticos poderosos. ¿Por qué? Aquí recojo algunas explicaciones.

¿Qué sería del cura Jorge Manuel Guevara, su Audi y las guapas que adornaban su página? ¿Qué sería del sexo en la oficina escenificado por Carlos Caamal Reyes, jefe de Protección Civil de Campeche, y una protagonista no identificada? ¿Qué sería de Fausto Alzati, su borrachera y sus albures sin la velocidad de las redes sociales?

Desde luego, no son los únicos escándalos ocurridos durante la última semana, pero los cuatro tienen una característica en común: nacieron en las redes sociales. No respondían a la agenda de los grandes medios tradicionales de comunicación. Por eso, también tienen otro aspecto en común: prueban una tesis contraria a Marshall McLuhan: “el medio no es el mensaje, aunque sí condiciona el formato y la distribución del mensaje. El mensaje es el mensaje y en su origen está la construcción del significado”.

Como usted es un lector en redes, conoce bien los detalles sobre la foto donde, se asegura, aparece  uno de los hijos del ahora ex gobernador michoacano Fausto Vallejo, Rodrigo, sentado a la mesa junto con el líder de los Caballeros Templarios, Servando Gómez, más conocido como “La Tuta”. Conoce también los pormenores del segundo despido de Fausto Alzati y seguramente leyó sus bravatas, albures y desvaríos en las redes.

Ahora bien, ¿qué hace que las redes sociales hayan provocado las renuncias de los cuatro involucrados?

Un primer punto es que, como nunca antes, los hombres del poder están más expuestos a la vigilancia pública. Basta un teléfono celular para que sean grabados y fotografiados. En el caso de Alzati, el mismo viernes de los hechos,  la cuenta @MariOlimx ya había subido el tema. Dos días después, impulsado principalmente por los portales noticiosos, los dichos con audio y video eran del dominio público.

Un segundo aspecto es que el formato digital, como establece Manuel Castells, “amplía la difusión del mensaje más allá del control que cualquiera pueda ejercer… Esto es muy positivo si lo que se quiere es difundir el mensaje, pero devastador si no se quiere que se difunda”.  La imposibilidad de controlar los mensajes será uno de los dolores de cabeza más agudos para los gobiernos y políticos en general.

Un tercer aspecto es que la información debe ser cierta para tener valor. El emisor no necesariamente tiene que ser identificable, puede venir del anonimato, pero la información tiene que ser cierta, comprobable y nada mejor que un audio y video, distribuido por distintas fuentes. Los cuatro casos mencionados cumplen con el requisito. Así que ninguno de los Faustos, ni el cura ni el jefe de Protección Civil puede argumentar contra la evidencia.

El cuarto consiste en la rapidez con la que se convierte en escándalo. John B. Thompson establece que “el escándalo puede vaciar el depósito de capital simbólico del que depende el ejercicio del poder político”. Al encadenar dos –su secretario de gobierno y gobernador sustituto y su propio hijo vinculados con la peor delincuencia- Fausto Vallejo agotó tanto la legitimidad para gobernar como la paciencia del presidente Peña Nieto.

Otro aspecto es que las redes ahora comparten con los medios tradicionales la función de conferir prestigio y, desde luego, la posibilidad de destruirlo. Cuando los tuiteros rebasan el nivel de los insultos y las descalificaciones ad hominem, empiezan a tener una influencia real, reflexiva,  y esa influencia se multiplica, se convierte en una red de poder.  A diferencia de los lectores de periódicos, los lectores en las redes comparten o retuitean.

Sexto, muchos emisores en las redes están descubriendo que pueden pasar de la catarsis emocional del insulto y la diatriba al poder de la denuncia documentada y de ahí a la reflexión. Están abriendo los ojos y reconociendo  que tienen capacidad para “evitar que la política se convierta en permanentes campañas de persuasión retórica” a favor de los intereses particulares de los partidos políticos o sus dirigentes. La elección del 2018 nos indicará que tanto hemos avanzado en ese camino.

Twitter: @castroherme

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