Pascal BELTRÁN DEL RÍO/Excélsior
Un spot de campaña del PRD dice que en 1997 la Ciudad de México despertó de una larga noche.
Se ha construido un gran mito en torno a la capital del país en estos 17 años de gobiernos perredistas. Los mismos años, por cierto, que lleva Joseph Blatter al frente de la FIFA.
Antes de 1997 yo también era de los que creía que el corporativismo priista nos asfixiaba.
Hoy no me trago el cuento de que la Ciudad de México se haya vuelto un edén, porque sólo cambiamos el corporativismo priista por el perredista. Basta ver las mediciones sobre la percepción de corrupción: para los propios capitalinos esta ciudad es la meca de ese mal. No hay entidad del país peor evaluada que el DF. ¿Cómo se puede reñir con esa crítica? Tras 17 años de gobiernos del PRD, la corrupción y el desorden han sentado sus reales.
Hace poco me enteré que la explosión en el Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa se hubiera podido evitar muy fácil. Por la misma calle pasa un ducto de gas natural al que el centro de salud hubiera podido conectarse.
¿Es lógico almacenar grandes cantidades de gas LP en hospitales y escuelas? Por supuesto que no, pero las autoridades siguen aferradas a usar ese combustible en instituciones oficiales. ¿Será por terquedad o habrá alguna otra explicación para que la Ciudad de México siga formando parte de una pequeña lista de urbes en las que se usa, predominantemente, gas LP? No es, precisamente, un orgullo estar en el mismo grupo que Puerto Príncipe.
Ningún gobierno de vanguardia permitiría que siguiera esa situación. Entonces, o se hace por desconocimiento o se hace por complicidad.
Los gobiernos capitalinos han sido muy buenos presumiendo lo que ellos no construyeron y que tampoco les cuesta: Bellas Artes y la UNAM, por ejemplo.
¿Qué museos propios tiene la capital? El de la Ciudad de México, muy bueno para hacer bodas.
Mire cómo se encuentra el transporte público. Olvídese de la Línea 12: el Metro que, supuestamente, funciona es un desastre. ¿Ha visto las aglomeraciones que se hacen en las estaciones Pantitlán e Hidalgo? El “Metro más barato del mundo” es también uno de los peores que haya yo visto en todas las ciudades que he visitado.
Llevamos 17 años de gobiernos perredistas en la capital y, ¿qué tenemos que no se haya construido antes? Segundos pisos, como el del Periférico y, prácticamente, nada más. Ah, perdón, se me pasó la Línea 12 del Metro, la “Línea Dorada”.
Ésta es una ciudad de tráfico infernal y pocas opciones para transportarse. Se lo pueden decir las personas que viven en Iztapalapa y tienen que ir a trabajar todos los días a Santa Fe.
Y todavía consienten las autoridades capitalinas que cualquier organización social pueda desquiciar la ciudad con marchas de sólo 100 personas —¡tres veces en esta semana!— y plantones en vías principales que duran meses.
Por ejemplo, el del Movimiento Antorchista —organización que no esconde su cercanía con el PRI—, que ya cumplió dos meses sobre la avenida Bucareli.
“¿Ciudad de todos?” Más bien es la ciudad de quienes bloquean las calles y se apropian de las banquetas para su beneficio, de quienes agreden a policías y vandalizan el mobiliario urbano. Quien no forma parte de una organización social que pueda presionar a las autoridades, aquí está perdido.
Si usted no cree que merecemos vivir mejor en esta ciudad, fuertemente subsidiada y gobernada por el carro completo —como en los días de gloria del PRI—, tal vez esté pensando que yo debo irme a vivir a otro lado. Antes de que pronuncie esas palabras, déjeme advertirle que eso mismo dijo una vez el regente Ramón Aguirre, otro priista, quien recibió un contundente “yo me quedo aquí” del panista Juan José Hinojosa.
Alabar a la Ciudad de México sólo porque sí, porque lo dicta el lugar común o resulta políticamente correcto hacerlo, no ayuda a resolver sus graves problemas.
Yo quiero seguir viviendo aquí, pero no así.
