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¿Qué nos depara el 2018?

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Es momento de asumir que la enorme desigualdad social, el crecimiento exponencial de la pobreza y la concentración de la riqueza en una ínfima minoría nos acerca a un estallido social y ninguna de las opciones políticas plantea ni de lejos un socialismo humanista con una verdadera distribución equitativa de la riqueza.

 

Mireille ROCCATTI

 

 

Un viejo adagio romano afirma que solo la muerte es segura y que el futuro es  incierto. Hoy la encrucijada en que se encuentra la república de cara al 2018 decidirá no solo el futuro inmediato. En razón de lo que decidan los electores en combinación con factores geopolíticos externos y decisiones del vecino del norte, no solo marcarán las nuevas generaciones, sino que habrán de modificar el rumbo nacional.

En el proceso electoral —el más grande y complejo de nuestra historia reciente— podremos elegir entre la continuidad del PRI, el cacareado cambio de régimen que enarbola el Frente Ciudadano por México o por el cambio verdadero del echeverrismo tardío de Morena. En esencia ninguna de las tres opciones implica un cambio de modelo de desarrollo económico. Las dos primeras opciones anuncian sin ambages la continuidad del modelo neoliberal y la tercera, a pesar de que mantiene inercias neoliberales, solo pretende, aunque disfrazándolo retóricamente una vuelta de tuerca al desarrollo capitalista-estatista que ya demostró su inviabilidad.

Es momento de asumir que la enorme desigualdad social, el crecimiento exponencial de la pobreza y la concentración de la riqueza en una ínfima minoría nos acerca a un estallido social y ninguna de las opciones políticas plantea ni de lejos un socialismo humanista con una verdadera distribución equitativa de la riqueza. Y que quede claro, no propone acabar con la propiedad privada. Perpetuaremos así, esa brecha de desigualdad y terminaremos inmersos en un clima de violencia social.

En lo político, los partidos ante el inmenso desprecio y rechazo social, se reagrupan y con base en simulaciones hoy pretenden vender alianzas, gobiernos de coalición, cambios de régimen, una vez que el discurso de reforma del Estado se agotó.

Otros venden estabilidad, cosechar los frutos de las reformas estructurales y otros en pleno voluntarismo, buscan convencernos que de un día para otro terminarán con la corrupción y la impunidad. Algunas de las promesas que empiezan a delinear son contrarias al texto constitucional o están previstas en éste, pero los políticos y sus partidos apuestan a la proverbial desmemoria o desconocimiento de los mexicanos de su historia y/o de sus leyes.

Otro tema relevante para el futuro inmediato será el TLC, que éste se revise o modifique en mayor o menor medida o en su caso que los Estados Unidos abandone este tratado trilateral y tengamos que firmar al mediano plazo uno bilateral con ellos, influirá de muchas maneras en la economía mexicana. El crecimiento previsto para el 2018 del orden de entre un 2% y un 2.5%, se vería afectado, al igual que las metas de control inflacionario que este año se dispararon hasta un 6.5 y se prevé bajarlo a un manejable 3.5% a 4%, o las presiones al tipo de cambio o al precio de barril de petróleo. En resumen, la macroeconomía tendría que tener un replanteamiento.

Por algo las señales de los mercados financieros internacionales y del gran capital, así como de los grandes inversionistas nacionales y extranjeros que comienzan a mostrar sus preferencias. Aunque “ahí vienen los rusos” quienes al negar cualquier clase intervencionismo en los hechos lo están confirmando. ¿Las redes decidirán —lamentablemente— el nuevo gobierno? La moneda está en el aire. Todo es incierto.

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