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PRI-Zedillo: la historia real

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Pascal BELTRÁN DEL RÍO/Excélsior

ZedillooficialAhora que tanto se habla sobre el fin de la “sana distancia” entre el PRI y el Presidente surgido de ese partido, conviene recordar, con precisión, lo que en su momento separó a Ernesto Zedillo del partido que lo llevó a Los Pinos.

No fue el discurso pronunciado por Zedillo en el Foro Nacional de la Democracia, organizado por el CEN del PRI, el 4 de agosto de 1994, donde el entonces candidato dijo, textualmente, que la democracia exigía “una sana distancia entre mi partido y el gobierno”.

Y no lo fue porque, en ocasión del 66 aniversario del PRI, en marzo de 1995 –y roto el diálogo democratizador con la oposición, que después se reanudaría–, el ya Presidente de la República volvió sobre sus pasos y convocó a reforzar los lazos de unión con el partido. Unidos, dijo Zedillo a los priistas, “no nos vencerán”.

Lo que realmente fracturó la relación PRI-Zedillo fue lo ocurrido en la 17 asamblea nacional del partido, celebrada en septiembre de 1996.

El encargado de organizarla fue Santiago Oñate Laborde, quien, en agosto de 1995 había dejado un puesto en el gabinete de Zedillo, la Secretaría del Trabajo, para reemplazar a María de los Ángeles Moreno como presidente del PRI.

Como parte de dicha reunión partidaria se organizaron varias mesas de trabajo. La número tres, presidida por el diputado guanajuatense Francisco Arroyo Vieyra, se encargaría de procesar las propuestas para la modificación de estatutos.

Hay que recordar que el PRI venía de vivir el asesinato de su candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio, a quien Zedillo había reemplazado, y en cuyo comité de campaña había trabajado Oñate.

La asamblea estaba impregnada de una sensación de agravio respecto del expresidente Carlos Salinas de Gortari. Muchos de los presentes querían cobrarle cuentas.

Los trabajos de la Mesa de Trabajo número 3 se llevaron a cabo el sábado 21 de septiembre en el auditorio “Plutarco Elías Calles” de la sede nacional del partido. Era, de lejos, la mesa que concitaba el mayor interés. Los trabajos duraron 14 horas y hubo un total de 192 oradores.

La falta de una buena conducción, por parte de Arroyo Vieyra, caldeó los ánimos. En varios momentos se armó la gritería. Una propuesta para poner candados a la nominación de los candidatos del partido a la Presidencia de la República y las gubernaturas fue cobrando apoyo.

La iniciativa buscaba que quienes aspiraran a dichas candidaturas cumplieran condiciones: acreditar la calidad de cuadro dentro del tricolor, haber ocupado un puesto de elección a través del partido y contar con una militancia de diez años.

Una hora antes de que se sometiera la propuesta a votación de los delegados, Oñate intervino para cambiar a Arroyo Vieyra por el más experimentado Netzahualcóyotl de la Vega, también diputado y ex líder de la mayoría en el Senado.

En medio del jaloneo, el senador veracruzano Eduardo Andrade trató de impedir que en el dictamen se incluyeran los candados, pero fue abucheado y le cortaron el micrófono.

Enfurecido, Andrade fue a reclamar a uno de los coordinadores de la mesa, Rafael Oceguera, y le hizo saber que actuaba por instrucciones de Oñate. “Me dio línea… Él me instruyó que hablara y no se pusiera el candado”, alegó.

Desde las gradas del auditorio, varios gobernadores celebraban los acontecimientos. Entre ellos, el tabasqueño Roberto Madrazo.

Derrotado, y entre gritos de “fuera Salinas”, Oñate se retiró del recinto.

Al día siguiente, los candados fueron ratificados por el pleno de la asamblea y se mantendrían vigentes por casi 17 años.

El presidente Zedillo puso buena cara a la derrota diciendo, ante el pleno, que la línea es que no había habido línea.

Pero los candados impidieron que sus favoritos para sucederlo, Guillermo Ortiz y José Ángel Gurría, vieran cerrado su paso hacia la Presidencia.

A partir de entonces, Zedillo no se interesó más en quién sería el candidato del PRI en 2000.

Y si nos atenemos a lo que me dijo el mes pasado Francisco Labastida –el aspirante priista en esa elección–, el entonces Presidente incluso maniobró para que su partido perdiera.

 

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