EDITORIAL
La crítica se ha volcado sobre quienes aspiran a dirigir el otrora instituto político triunfador: el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Una de las figuras es el ex gobernador Ulises Ruiz, otra la ex gobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega Pacheco y al menos dos más: el ex Secretario de Salud, José Narro Robles y el gobernador de Campeche, Alejandro Moreno Cárdenas. Pero el priismo oaxaqueño no puede inclinar la balanza, hecho polvo como está. Con muchos resentidos y golpeados; derrotados y humillados. La espectacular pérdida de las diez candidaturas de diputados federales y 24 locales, en el pasado proceso electoral del primero de julio, dejó al tricolor oaxaqueño en un penoso lugar.
En el priismo oaxaqueño los sectores son algo simbólico o de plano no existen. El mismo Comité Directivo Estatal (CDE), que preside Jorge González Ilescas, se ha convertido en un ente virtual. Es más, a más de seis meses de la derrota, el dirigente al fin se apareció para poner en marcha una campaña de afiliación a la que nadie ha fumado. Por si ello no fuera suficiente, han aparecido grupos y corrientes “democráticas”, que según sus creadores buscan alentar la inclusión en ese PRI cerrado y vertical que siempre ha sido. Por otra parte están los leales a Ruiz Ortiz que, aunque le hayan hecho el feo en el pasado 90º. Aniversario, ello no le resta ascendiente político en una buena parte del priismo local.
El tricolor pues, busca recuperar la fortaleza perdida y sacar fuerzas, pero con los mismos métodos de antaño; con las mismas mañas y exclusión. Hay corrientes que buscan la refundación del mismo y crecer en proporción directa a los errores y traspiés que sigue cometiendo el gobierno de la “Cuarta Transformación”. Pero hay muchos más que sólo buscan culpables y vendettas. El PRI pues, parece no tener salvación. El partido acartonado, podrido y anti-democrático, tiene sólo dos opciones: a) o se reorganiza bajo otros principios democráticos y métodos abiertos o b) acepta su desaparición para renacer con otro nombre.
Pero antes que nada requiere de una reingeniería en su estructura y darle entrada a la autocrítica. Los tiempos han cambiado, pero el tricolor siguió en la práctica con los métodos de la imposición y el autoritarismo, hasta que padeció la derrota más contundente y espectacular que jamás haya tenido, ni siquiera en 2000 o 2006, al perder la Presidencia de la República. Hoy ha perdido casi todo. ¿Tiene salvación? Es decisión de sus cuadros más distinguidos y de la militancia, que ahora sí cuenta.