Agencias
El líder de la Iglesia católica pide a los Gobiernos que dejen los discursos vanos y actúen ya contra las causas de la falta de acceso a los alimentos de cientos de millones de personas
Cuando el número de hambrientos va en aumento, y los conflictos y el cambio climático amenazan con dejar atrás u obligar a emigrar a millones más, no caben las denuncias de cara a la galería ni las palabras medidas para evitar comprometerse. Es el mensaje que el papa Francisco ha enviado este lunes en la sede de la agencia de Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura (FAO), ante los ministros de agricultura del G-7. “Está en juego la credibilidad de todo el sistema internacional”, ha advertido el Pontífice.
Especulación con el comercio de alimentos, acaparamiento de tierras, recortes en la cooperación… En un discurso moderno, alineado con lo ya expresado en intervenciones anteriores, el Papa ha abordado sin ambages prácticamente todas las cuestiones que sobrevuelan el debate sobre la erradicación del hambre, sus causas y consecuencias. “Evitemos presentarla como una enfermedad incurable”, ha demandado.
En la celebración del día mundial de la alimentación, dedicado a la relación entre la falta de alimento y las migraciones, Francisco se ha referido a las “raíces” del problema: la violencia y el clima. Por eso ha instado a las autoridades mundiales a remediar el tráfico de armas y trabajar por la paz. Y de nuevo ha interpelado a la comunidad internacional: “¿De qué vale denunciar que a causa de los conflictos millones de personas sean víctimas del hambre y de la desnutrición, si no se actúa?”.
“No es lícito sustraer las tierras cultivables a la población, a veces con la complicidad de quien debería defender los intereses del pueblo”
También ha ensalzado el Acuerdo de París contra el cambio climático —”del que por desgracia algunos se han retirado”, ha dicho, en clara alusión a Estados Unidos— y ha pedido un cambio en los estilos de vida, en los criterios de producción y en el consumo de alimentos. “Cualquier discurso serio” sobre la seguridad alimentaria y la migración, según el Papa, tiene que partir de estos presupuestos.
La semana pasada se reunían en el mismo lugar, en la sede romana de la FAO, gobiernos, representantes del sector privado y ONG y asociaciones ciudadanas, campesinas e indígenas de todo el mundo para debatir sobre la forma de asegurar una alimentación suficiente y sana para todo el planeta. Y este lunes, el discurso de Francisco ha coincidido en gran medida con las denuncias de ese último grupo.
Por ejemplo, el Pontífice ha condenado el acaparamiento de tierras —”no es lícito sustraer las tierras cultivables a la población, a veces con la complicidad de quien debería defender los intereses del pueblo”— de forma directa, sin recurrir a matices semánticos ni referirse a bienintencionadas medidas para evitarlo. “Es necesario alejar la tentación de actuar en favor de grupos reducidos de la población”, ha insistido ante decenas de diplomáticos y representantes gubernamentales, al tiempo que denunciaba la corrupción administrativa que en ocasiones se traga la ayuda externa.
El Papa ha ensalzado el aumento de la producción mundial de cereales como ejemplo a seguir. Como la forma de trabajar atendiendo a las necesidades alimentarias, y no a la obtención de beneficios. “Los recursos alimentarios están frecuentemente expuestos a la especulación, que los mide solamente en función del beneficio económico de los grandes productores o las estimaciones de consumo”, ha criticado de nuevo.
En sintonía con lo expresado por el director general de la FAO, José Graziano da Silva, y por algunos de los ministros del G-7 que han intervenido después, Francisco ha apostado por proyectos de desarrollo rural que generen empleo y protegan a la población de las crisis medioambientales, para que la migración no sea la única salida de millones de personas. Pero ha exhortado a todos a mojarse más. No es aceptable, “atrincherarse detrás de sofismas lingüísticos”, reduciendo así la diplomacia “a un ejercicio estéril para justificar los egoísmos y la inactividad”. Lo que hace falta, según el Papa, no es tanto piedad —”la piedad se limita a la ayuda de emergencia”— como justicia.