Martín MORENO/Excélsior
Dentro del partido no sólo se están jugando las coordinaciones legislativas.
Dentro del PAN no sólo se están jugando las coordinaciones legislativas. La batalla va más allá: definir quién mandará realmente dentro del partido y la presidencial de 2018.
Hay, de momento, dos proyectos protagónicos: el de Gustavo Madero, y —quién lo fuera a decir— el de Ricardo Anaya, exbrazo derecho de Madero, y que hoy toma posesión como nuevo presidente de Acción Nacional. ¿Y los calderonistas? Esperando coyuntura y circunstancia.
Cierto: el primer agarrón entre Anaya y Madero —dentro de un visible, inevitable y hasta necesario cambio generacional en la dirección panista— se da con la decisión de Anaya de impulsar a Marko Cortés como líder de los diputados panistas, posición que Madero, los maderistas y el PAN, daban como segura para el expresidente blanquiazul. La veían de trámite.
Sin embargo, los sambenitos colgados a Ricardo Anaya —títere de Madero, peón a su servicio— obligan al joven queretano a dar un giro tan sorpresivo como inesperado: recurrir a la facultad que como presidente nacional panista tiene para designar al coordinador parlamentario en San Lázaro. Así, desde el miércoles, se filtró la decisión de Anaya de hacer a un lado a Madero y en su lugar impulsar a Cortés.
De lograrlo, Anaya rompería con el cordón umbilical que lo unía a Madero. Y hay que tener memoria:
En mayo de 2013, Madero removió a Ernesto Cordero como líder azul en el Senado, recurriendo a sus facultades como presidente del PAN. Nadie se lo impidió.
Hoy, Anaya utiliza la misma vía para descarrilar a Gustavo Madero y abrirle la puerta a Marko Cortés.
El que a hierro mata, a hierro muere.
Si Anaya logra imponer a Cortés como líder de los diputados panistas, habrá dado un golpe de autoridad y decir: ¡Aquí mando yo, no Madero!
Y si Madero violenta la orden de su presidente nacional y logra la coordinación blanquiazul en San Lázaro, habrá dicho: ¡Aquí mando yo, no Anaya!
En contra de Anaya opera un factor clave: se calcula que 80 de los 109 diputados panistas son maderistas. Esa aplanadora estaría empujando lunes y martes próximos, en Tijuana, durante la estratégica Reunión Plenaria de los Diputados Electos del PAN.
Si es como se acostumbra: mediante papeletas donde se anota el nombre del coordinador sugerido, bajo escrutinio, seguramente ganaría, por mayoría, Gustavo Madero.
Pero si Ricardo Anaya esgrime su facultad como presidente del PAN para nombrar a los coordinadores parlamentarios, entonces sería Marko Cortés quien, hay que decirlo, fue arropado, en su momento, por Gustavo Madero.
Ese será el momento clave para definir: o manda Anaya o manda Madero.
Dentro del panismo hay corrientes que ven urgente un cambio generacional que habría iniciado, precisamente, con la llegada de Ricardo Anaya a la presidencia. Madero huele a Pacto por México. A gobierno peñista. Y eso le pesa.
Si Anaya se impone a su mentor político ganará autoridad moral y podrá navegar con firmeza sin la sombra del maximato maderista. Y si Madero se erige como líder panista en San Lázaro, Anaya quedará como un presidente debilitado, minimizado y cuestionado.
¿Y el Senado?
Hay indicios de que Anaya designaría a Héctor Larios como coordinador, mientras calderonistas impulsan a Roberto Gil Zuarth como próximo presidente del Senado. Es posible. ¿Y qué implica que Ricardo Anaya le gane la batalla a Gustavo Madero? Casi nada: que tendría la fuerza suficiente para operar e influir sobre la candidatura presidencial del PAN en 2018, sacudiéndose la sombra de Madero. De ese tamaño es la lucha interna en el PAN.
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