EDITORIAL
Pasó la Semana Santa y Oaxaca se sigue perfilando como un destino muy socorrido, pero no a la altura de otros. Nos falta mucho para lograr la afluencia turística que tiene la Riviera Maya o la Nayarita. Y no es porque en materia de bellezas naturales estemos mal, no, sino porque nos faltan los recursos necesarios para poder publicitarlas. Cada inicio de gobierno siempre es la misma cantaleta. Se dice que Oaxaca será una potencia en dicho rubro. Obviamente no es así. Hace años, en el gobierno de Felipe Calderón se ofreció frente a funcionarios estatales, cámaras locales y prestadores de servicios turísticos, “el relanzamiento de Huatulco”. Jamás cumplió. Nuestro principal destino de playa, con toda su belleza, no ha podido remontar los estándares de otros destinos en el país.
Sería injusto no mencionar que en materia de conectividad aérea, se ha dado un despegue en el actual gobierno. Hay más vuelos para que el turismo que viaja por esa vía lo haga son mayor oportunidad. Pero tal parece que dicha situación contrasta con lo elevado de los precios por habitación y la carencia de éstas. Mucho se ha dicho que habrá nuevas inversiones en infraestructura hotelera. Salvo el Hotel Fiesta Americana que se edifica en la capital, nada se sabe de otras inversiones en dicho rubro. Seguimos siendo pues un destino de medio pelo. De turismo llamado “morralero”. La capital es sólo de paso. El turismo del país y, sobre todo el extranjero, sólo permanece una o dos noches a lo sumo. Sigue su camino al Sur-Sureste del país.
Y es que hace falta promoción y publicidad. Además, hay que recordar que ya es común que países como Estados Unidos de América y Canadá nos pongan tarjeta amarilla, por los constantes bloqueos y la inseguridad. Ello no ayuda en nada. Y hay tan mala fe de quienes mueven a grupos y organizaciones que esperan la temporada vacacional para hacer ver su suerte a los visitantes. Muchos de ellos, sobre todo cuando se han dado disturbios y bloqueos citadinos en la capital durante los festejos de julio, han ofrecido jamás volver. Otro de los factores es la eterna protesta, la misma que se muestra con nitidez en el Centro Histórico de nuestra capital, copada por el comercio en la vía pública, indígenas triquis supuestos depositarios de medidas cautelares e indigentes que se han apropiado del zócalo. Todo ello, concatenado, amén de los abusos, mal servicio y nula cultura para la atención de visitantes, han hecho de nuestra industria sin chimeneas, un rubro que va a trancas y barrancas.
