A la familia de Orlando Guerra Jiménez la vida le cambió en cuestión de segundos; él de 31 años y su pequeño hijo Ajelet Guerra Santiago de 10 los alcanzó la muerte en la vivienda que apenas hacía un mes habían reestrenado
David MÉNDEZ/Enviado
SANTA MARÍA XADANI.- Orlando tenía un mes de haber concluido la remodelación de su casa. Tenía menos de tres semanas de haber amueblado la vivienda que habitaba al lado de su esposa, Rosita Santiago, de 33 años, y sus hijos, Orlando Arturo Guerra Santiago, de 16 años, y Ajelet Guerra Santiago, de 10.
La noche del jueves 7 de septiembre, todos se encontraban en el interior, cuando sobrevino el terremoto de 8.2 grados, que no sólo devastó el 70 por ciento de las casas de Santa María Xadani, sino de 41 municipios de la región del Istmo de Tehuantepec.
Orlando, Rosita, Orlando Arturo y Ajelet permanecían en la segunda planta recién construida, donde se encontraban los dormitorios del inmueble, erigido sobre un terreno de aproximadamente 300 metros cuadrados.
A las 23 horas con 49 minutos y 18 segundos, el futuro de esta familia estaba a punto de desquebrajarse, tal y como sucedió con la vida de las otras 96 víctimas mortales que ha dejado como saldo preliminar el sismo más poderoso que ha sacudido México durante los últimos 100 años; de la cifra anteriormente dada, 78 fallecido corresponden al estado de Oaxaca.
Orlando Guerra Jiménez, de 31 años de edad, se ganaba la vida como productor de tortilla y como concesionario de un mototaxi en esta localidad, situada a 20 minutos de Juchitán de Zaragoza. Le daba para mantener a su familia y ahorrar para mejorar su calidad de vida.
Era dueño, también, de una camioneta Ford tipo Ranger, que hoy, yace frente a los reporteros, totalmente devastada, aplastada por las cientos de toneladas que cayeron sobre ella, al igual que sobre el mototaxi.
Con el comienzo del movimiento telúrico, ambos padres fueron en busca de sus hijos, que seguramente ya dormían, e intentaron descender con ellos a la primera planta para salir de la casa.
Al parecer, Rosita fue la primera que bajó por las escaleras, seguida del adolescente Orlando Arturo, Ajelet y, al final, Orlando.
Sólo la mujer pudo llegar a la puerta de acceso y abrir, antes de que el segundo piso colapsara y cayera sobre el padre de familia y sus dos hijos.
Un estruendo y una nube de polvo acompañaron al terremoto. De aquella casa de dos pisos, ubicada sobre la calle Cinco de Mayo de la Primera Sección de Santa María Xadani, ya no quedaba nada.
A las 23 horas con 52 minutos, la vida de esta familia había cambiado para siempre.
Allegados y vecinos corrieron hacia los restos de la vivienda para sacar de entre los escombros a los niños y a su padre.
Fueron minutos de angustia, que se tradujeron en la localización de Orlando Arturo, que sólo había sufrido raspones que no ponían en riesgo su integridad.
No corrieron la misma suerte Ajelet y Orlando, quienes perecieron en el lugar de los hechos.
Ambas fueron las únicas víctimas mortales contabilizadas en esta comunidad, tras el sismo, que devastó a municipios como Juchitán de Zaragoza, Asunción Ixtaltepec y Unión Hidalgo.
De acuerdo con la síndica municipal, Lucía Guerra Santiago, en total, después del siniestro, se registraron, además de los decesos, 200 lesionados leves, a quienes las estructuras de sus domicilios los golpearon en diferentes partes del cuerpo. No había, afirmó, desaparecidos.
El mayor terremoto ocurrido en esta entidad desde 1787, subrayó, derrumbó 238 casas y dejó daños estructurales en otras 982, que aún esperan los dictámenes para determinar si continúan siendo habitables.
“Probablemente, ya no se utilicen”, comentó, al respecto.
Además, la funcionaria señaló que el Palacio Municipal deberá ser demolido, luego de que la Secretaría de Marina (Semar) determinó que su cimentación es ya es inservible. También presentan cuarteaduras 17 escuelas, el templo católico y el mercado municipal, que permanecen cerrados.
En toda la población, sostuvo, solamente existe, en teoría, un lugar seguro, la plazuela principal, aunque ésta se localiza a menos de 40 metros del edificio del Ayuntamiento.
En aquel punto, las autoridades instalaron un albergue que da alojo a 400 personas, incapaz de cubrir las necesidades de los ciudadanos; el resto de la población, duerme en las calles ante el temor de que sus viviendas se derrumben en cualquier momento.
En entrevista, señaló que entre el viernes 8 de septiembre y martes 12 de septiembre, la ciudadanía sufrió de un desabasto de alimentos de prácticamente 100 por ciento, luego de que todas las tiendas de la comunidad perdieron la mayor parte de su producto, al igual que en el municipio colindante de Juchitán de Zaragoza.
“No hay suficiente alimento para toda la población; hay mucha escases de alimento.
“El mercado no está abierto para poder comprar; las tiendas no están operando, y es muy crítica nuestra situación. No hay huevo, no hay pan, no hay café, no hay leche, no hay muchos productos básicos; verduras…”.
La síndica indicó, sin embargo, que a partir del martes de la semana pasada, comenzaron a ingresar brigadas del Ejército Mexicano que dotaron de despensas al 80 por ciento de la población e instalaron una cocina comunitaria.
Durante los momentos más graves de desabasto, refirió que la población se alimentó del queso que podían obtener a partir de su ganado.