La institución ha atendido a más de 2 mil infantes que viven en pobreza
José HANNAN ROBLES
El 6 de febrero de 1958, el padre José Miguel Pérez García se embarcó en un proyecto para proteger a los niños huérfanos de cariño, desheredados de la ciudad y el Estado, producto de la indolencia ajena.
Muchos de estos niños deambulaban en las colonias o comunidades cercanas solos o en grupos. Son los niños olvidados, como los llamó Luis Buñuel.
Hace 57 años, un grupo de personas motivados por el presbítero José Miguel Pérez García, estableció por comisiones el Patronato pro Casa del Niño de Oaxaca A.C.
Más adelante, el 14 de marzo de 1959, ante el notario público Jesús Martínez Vigil, se constituyó en asociación civil.
El apoyo consistente en sustento, casa, vestido, escuela dado a más de dos mil infantes que han pasado por la Casa del Niño de Oaxaca, hoy Ciudad de los Niños, inició con el pequeño Dionisio Santiago Cruz, huérfano de padre y madre, originario de la Sierra Juárez, el 14 de marzo de 1959.
En los primeros tres meses, la institución que funcionaba en el anexo del templo de Nuestra Señora de la Merced, ya tenía cuatro niños. Poco tiempo después se pasó a la casa marcada con el número 42 de la calle Hidalgo.
En octubre, el patronato trasladó a los niños a Doblado número 4, el número de pequeños era de 10, a principio de 1959, siendo atendidos en Independencia número 37, por la señora Guadalupe Vda. de Arreola.
La Casa del Niño de Oaxaca tuvo su domicilio definitivo al donar Don Alfredo del Valle y Josefina Gómez, cuatro hectáreas en el ex casco de la Hacienda de Viguera.
A iniciativa del arzobispo Fortino Gómez León, la Casa del Niño de Oaxaca pasó a ser Ciudad de los Niños de Oaxaca A.C.
A principio de los años 60, el número de niños atendidos era de 14, y se albergaban en una casa localizada en San Juan Chapultepec.
El 24 de agosto de 1960, llegaron por primera vez 16 niños al terreno donado, las ruinas poco a poco, con el trabajo del padre José Miguel Pérez, se fueron transformando en lo que hoy es la Ciudad de los Niños y Niñas de Oaxaca.
Hoy la institución tiene cuatro casas en la ciudad
Al morir a los 82 años, el padre José Miguel Pérez García, el 27 de octubre de 2012, se hace cargo de la dirección el sacerdote Francisco Baruc Soriano García.
La Ciudad de los Niños y Niñas, que en 2005 recibió el premio nacional de Derechos Humanos, tiene actualmente cuatro casas, en diferentes puntos de la ciudad, que atiende a los menores de acuerdo a su edad y sexo.
La casa central, en la ex hacienda Viguera, son atendidos 44 chiquillos que cursan la primaria. En el Hogar de las Niñas viven 24 pequeñas. En otra casa viven los menores de seis años, de los cuales 11 asisten al jardín de niños y, en otro hogar se atienden a nueve niños con necesidades especiales, explica el padre Soriano García. Son 88 infantes en total a cargo de la Ciudad de los Niños y Niñas.
Al morir el padre José Miguel, en la casa central habían 14 niños, actualmente existen 30.
Edgar, es un niño con discapacidad que es llevado por el padre Francisco Baruc al Centro de Rehabilitación Infantil Teleton (CRIT), tres veces por semana. Otros, dice el director de la Ciudad de los Niños, padecen problemas motrices, aprendizaje lento o nulo, derivado, posiblemente del maltrato u otros impactos psicológicos.
“Son niños abandonados por su padres o desechados por el DIF porque sus padres no pudieron pagar una cuota”, reveló.
La falta de trabajo, la crítica situación económica, el abandono, la pobreza, la desintegración familiar, los movimientos sociales, son algunas de las causas que generan el abandono de los niños, comenta el clérigo.
Entre los menores hay huérfanos de padre o madre o de ambos, otros que fueron abandonados a su suerte o llevados a esta casa. Cada uno vive situaciones diferentes, asegura el padre.
Así como la mayoría son visitados por sus familiares cercanos, tíos, abuelos o personas que son sus responsables otros carecen de familiares “yo no he visto de algunos que vengan sus papás, lo que hace más preocupante la situación porque la responsabilidad es total de nosotros”.
Soriano García lamentó que la casa central carezca de talleres para preparar a los jovencitos, y al emigrar de la institución no tengan un oficio que los hagan útiles para sí mismos y para la sociedad.
Tenemos el proyecto de implantar los talleres de mecánica, carpintería, electricidad, esto con la ayuda de gentes que nos aporten su conocimiento y tiempo, sostuvo.
Esta casa imparte actualmente taller de música y pintura, cuenta con cultivo de verduras.
“Le platico a los compañeros del patronato como que nos hemos quedado muy cortos en el servicio, no porque no sea bueno lo que se hace, pero hace falta acompañar a los niños que van saliendo, que están llegando a la adolescencia, a la pubertad, que es una etapa bien difícil y bien dura, pero no hay acompañamiento para que puedan subsistir y tengan un futuro más promisorio”, apuntó.
Quisiéramos mucho más, pero a veces no se puede todo, con la gracia de Dios que nos dé la sabiduría, las fuerzas y la ayuda, y con toda la comunidad podamos emprender esta parte de la formación de nuestros niños”.
El padre José Miguel decía que en la Ciudad de los Niños habían sido atendidos unos 2 mil niños, pero creo que han sido mucho más, precisó.
Las cuatro casas se sostienen con la ayuda generosa, con la caridad de las gentes. “Decía el padre José Miguel que la Ciudad de los Niños es un monumento a la caridad, donde el amor se hace presente a través de las manos generosas de quienes con mucho amor y cariño se desprenden de los suyo para compartir con nosotros”, recordó.
No tenemos apoyo oficial, ni lo hemos buscado porque no queremos depender del gobierno, anotó.
El responsable de esta institución de beneficencia privada, que trabaja las 24 horas del día, relata que a veces hay momentos difíciles como en todas las familias, ante lo cual se tiene que buscar la ayuda de la comunidad, de los pueblos. A los menores se les lleva a las festividades de las poblaciones para sensibilizar a la gente que aporta un poco de frijol o dinero.
Para el traslado de los chiquillos se cuenta con cuatro autobuses, cuyo mantenimiento es difícil por sufrir fallas constantes por su antigüedad. El más nuevo tiene descompuesto el turbo, que por caro no se ha reparado.
“No es fácil, con fe en Dios vamos adelante, se hace presente a través de la generosidad de la gente”.
Las personas que prestan sus servicios en las cuatro casas son colaboradoras, porque solo reciben una ayuda, no tienen un sueldo.