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Los muertos descansan en paz, los vivos son el problema

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El sepulturero, personaje visto con misterio y hasta con temor

José HANNAN ROBLES

Fotos: Jairo ARAGÓN

 

Foto 1El trabajo de sepulturero o panteonero, es un oficio que con el paso de los años no se quiere cambiar por ningún otro. Algunos heredan el trabajo del papá o de algún familiar o entran a desempeñarlo por necesidad, pero después quiere uno a su trabajo, señala en entrevista Gabino Venegas García.

Entrevistado con motivo del Día de Muertos, desmintió las creencias populares de que en los panteones tienen lugar fenómenos paranormales, misteriosos o del más allá.

En México no se teme a la muerte, porque creemos que después de esta nos vamos a reencontrar con nuestros seres queridos que ya no están, porque viven dentro de nosotros, agregó.

Carlos Pellicer afirmó: que el mexicano no se ríe de la muerte, se ríe con ella, la personaliza en ocurrentes esqueletos, habla con ella, la hace su amiga, su aliada, es la compañera que le sirve para burlarse de sí mismo y de los demás, la encarna como fenómeno natural de indefectible destino.

Aquí, en los panteones se viven escenas reales con actores de carne y hueso que quisieran revivir a sus difuntos para demostrarles lo mucho que los querían, o tal vez, para pedirles perdón, refiere Gabino.

Venegas García, sepulturero del panteón del Marquesado, comentó que quienes trabajan en los panteones son testigos cotidianos del dolor de quienes se les muere un ser querido.

También, no pocas veces, somos testigos, en pleno sepelio, de pleitos entre los deudos por diversas circunstancias. A veces porque algunos familiares no están de acuerdo en que en la misma tumba donde está el papá, por ejemplo, se sepulte otro pariente.

Venegas García, quien estuvo prestando sus servicios como sepulturero durante cinco años en el panteón Jardín, y lleva uno en el Marquesado, manifestó que cuando le tocó realizar la primera exhumación se negó a hacerla “porque sacar un cuerpo no es cualquier cosa, me daba miedo, a estas alturas ya lo veo como algo normal”.

Algún tiempo duró en mí la imagen fresquecita del primer cadáver que desenterré. Me da escalofrío con solo recordarlo, actualmente ya me acostumbré es parte de mi labor, recuerda.

“De tanto ver a la muerte ya no le tengo miedo, lo acepto como algo normal, como parte de un ciclo que es la vida. Hay días en que enterramos a dos o tres personas. Hoy estamos y mañana quien sabe”.

Le tengo más miedo a los vivos: Venegas

“Le tengo más miedo a los vivos que pueden llegar hasta golpearnos, en cambio un muerto ya está descansando en paz”.

Foto 2La gente humilde, las personas de escasos recursos, según lo demuestra su actitud, son los que más sienten a sus muertos. Muchos familiares se resisten a retirarse del panteón, quieren estar junto a la tumba del recién sepultado. En cambio, las personas que se ven con más capacidad económica sepultan y se van, comenta.

“He sido testigo de familiares que quieren irse con su difunto, a pesar de que tengo tiempo trabajando en esto, es impactante observar esas escenas. Los desmayos son frecuentes, sobre todo entre la gente humilde que expresa todo el dolor que vive y lo que querían a su familiar fallecido”.

Un número importante de tumbas se encuentran abandonadas, probablemente porque el difunto ya no tenga familiares cercanos o no estén en Oaxaca. Pero siempre, en la fiesta de muertos, tienen cuando menos una flor o una veladora.

Este camposanto al igual que los demás que se localizan en el Municipio están saturados, no hay espacio. Muchos cadáveres se han sepultado en tumbas de sus familiares fallecidos, por eso casi se encuentran al ras del suelo, dice.

Las tumbas normalmente tienen una profundidad de 70 centímetros, cuando se quieren para dos ataúdes el profundidad se duplica, 1.70 centímetros, en ocasiones si lo pide la familia, y hay tiempo para excavar, se hacen para tres cadáveres o cuatro cadáveres con hondura de 2.10 o 2.80 centímetros, comenta.

A pesar de que los panteones y los propios sepultureros o panteoneros están rodeados de cierto misterio, asegura que jamás ha visto algo sobrenatural, apariciones o ruidos extraños

Para Gabino lo más triste es sepultar a un niño pues apenas empieza a vivir y, por distintas circunstancias, se le acabó la vida. En cambio el adulto ya vivió. Nos pone triste realizar estos entierros.

Las funerarias trasladan en carrozas fúnebres los féretros hasta la puerta del panteón, luego en hombros, generalmente de familiares y amigos, hasta la tumba “ahí empieza nuestro trabajo, hasta la última palada de tierra”.

El tráfico y las distancias, entre las funerarias y los panteones, imposibilita que los ataúdes sean llevados en hombros. Hace algún tiempo los cuerpos se velaban en los domicilios particulares y se sepultaban en el panteón del barrio, lo que permitía no utilizar la carroza o esta iba atrás del cortejo fúnebre.

El trabajo de sepulturero, afirma Venegas García, es cansadísimo, hay que excavar, sacar la tierra, basura y en ocasiones osamenta o restos de cajas.

Los sepultureros todavía utilizan palas y barretas

“Ya me acostumbré a este trabajo. Me gusta mi trabajo y trato de hacerlo lo mejor posible”.

Todavía utilizamos barretas, palas, carretillas, escobas.

Mi familia siempre ha aceptado mi trabajo, porque sale cuando menos para la comida. Están de acuerdo, pero claro, hay que observar las reglas de higiene, me baño y aseo al llegar a mi casa.

Tenemos cobertura del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

“La fiesta verdadera de los mexicanos es esta, la de los fieles difuntos. A mí me encanta esta celebración. Todos los seres humanos tenemos cuando menos un difunto, no hay nadie que diga no tengo a quien celebrar”.

Al igual que los sepultureros, hay otras personas que forman parte de los profesionales de la muerte, como quienes se dedican a embalsamar los cuerpos, a realizar las autopsias, los que preparan los cadáveres para evitar su descomposición, disectores, médicos forenses, personal de las procuradurías encargados del levantamiento de personas cuando mueren de forma violentas, encargados de las pompas fúnebres, los que arreglan los rostros para darles un aspecto más amable, entre otros.

Los sepultureros se encargan de manejar los cadáveres en los cementerios, desde el entierro hasta la exhumación, reducción de restos, acondicionamiento y mantenimiento de las tumbas.

Se encuentran entre los trabajadores de perfil más bajo, vistos con cierto misterio y, en ocasiones, hasta con temor.

 

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