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Las últimas palabras de El Chapo antes de quedar en el olvido

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El capo acusa a Estados Unidos de ser un país corrupto, denuncia las torturas que sufrió durante los últimos 30 meses y que no se le permitió un segundo juicio. La justicia estadounidense condena a Joaquín Guzmán Loera a cadena perpetua por narcotráfico, 30 años por violencia con armas de fuego y 20 años por blanqueo de dinero. El

penal de máxima seguridad de Florence, en Colorado, a las afueras de Denver, podría ser su destino final, donde tendrá como vecinos a terroristas

 

“Estados Unidos no es diferente ni mejor que cualquier otro país corrupto a los que no respeta”

Joaquín Guzmán Loera

 

SANDRO POZZI

 

NUEVA YORK.- El capítulo final en la prolija historia de Joaquín El Chapo Guzmán empezó con un saludo desde la distancia a su mujer, Emma Coronel. Le lanzó un beso y se llevó la mano derecha al pecho. Se le veía entero, pulcro, de buen ánimo, pese a las estrictas condiciones de reclusión tras la extradición. El pelo lo tenía teñido, sin una cana, bien peinado, y de nuevo con bigote. “Ya que el Gobierno de Estados Unidos va a enviarme a una prisión donde jamás van a escuchar mi nombre”, dijo, “tomé esta oportunidad para decir aquí que no hubo justicia”.

Guzmán, de 62 años, habló antes de que el juez dictara la sentencia con la que le condena a cadena perpetua. Lo hizo él mismo, sin mediación de su abogado, durante casi 15 minutos sumando las interrupciones del intérprete. Empezó agradeciendo a su madre, a su esposa, a sus dos gemelas y a sus hijos “el apoyo incondicional” que le dieron durante el proceso. Y lo extendió de ahí a todas las personas que, dijo, rezaron por él para darle apoyo.

Y en ese momento empezó la carga. “Me dieron fuerza para soportar las torturas tan grandes que estoy sufriendo las 24 horas desde hace 30 meses”, denunció ante el juez Brian Cogan. “Me he visto obligado a beber agua no higiénica; se me negó la luz del sol y el aire fresco”, continuó. “Me duele la garganta, la nariz y la cabeza. Me tapo los oídos con papel higiénico por el ruido del aire”, añadió.

La palabra tortura la repitió una decena de veces. El narcotraficante mexicano, conocido por ser un criminal despiadado y sanguinario, se dirigió al juez directamente en ese momento para afirmar que había sido “lo más inhumano» que había pasado en su vida. «Es una falta de respeto a la dignidad humana. En el siglo XXI no se puede permitir este tratamiento cruel”, sentenció.

Guzmán pasó, después, a cuestionar el sistema judicial, porque se le negó la opción de un segundo juicio debido, dijo, a la conducta inapropiada del jurado, que consultó la prensa y las redes sociales durante el proceso en contra de las órdenes que dio el juez. “Cuando me extraditaron esperaba una justicia ciega, donde mi fama y mi reputación no fueran un pretexto”, espetó, “y lo que pasó fue lo opuesto”.

Los abogados de El Chapo ya se dirigieron antes al magistrado para denunciar que se violó el derecho de su cliente a tener un juicio justo. Guzmán acusó al juez de haber cerrado esa puerta y se preguntó por qué entonces fue necesario celebrar un juicio con jurado cuando se podría haber ido directamente a la sentencia “desde el primer día” si las evidencias de sus crímenes eran tan abrumadoras.

“Desde aquí aprovecho para decir que aquí no se hizo justicia, no se hizo justicia. Mi caso quedó manchado”, concluyó, para después dejar en el aire la duda de lo que le puede estar pasando a otros acusados que no recibieron tanta atención mediática en sus procesos. “Estados Unidos no es diferente ni mejor que cualquier otro país corrupto a los que no respeta”, se despidió antes de decir un “gracias señor juez”.

La fiscal neoyorquina Gina Parlovecchio tomó después la palabra para defender el trabajo hecho por las autoridades estadounidenses para poner de por vida en prisión al líder del cartel “más prolífico” en el uso de la violencia y la corrupción. “No tiene ningún remordimiento por sus crímenes”, afirmó mirando directamente a la cara a Joaquín Guzmán, “puso en peligro las vidas de gente inocente”.

En ese momento, la corte cedió la palabra a Andrea Vélez, la antigua asistente del cartel de Sinaloa, que intervino en condición de víctima de El Chapo. “Quiero dejar de ser un nombre sin rostro”, dijo, para después relatar entre sollozos que sintió admiración en un primer momento por Joaquín Guzmán. Pensó al principio que era una buena persona, “muy lejos de lo que se decía de él”. Llegó a pensar que era parte de su familia y que eso la protegería.

Durante el proceso se presentó una foto en la que se la ve junto a Joaquín Guzmán y el narcotraficante colombiano Alex Cifuentes vestidos de militares. Era de cuando se escondía en las montañas. Todo cambió cuando El Chapo la utilizó como carnada para secuestrar a un militar ecuatoriano y quiso dejar la organización. “Me dijeron que lo haría en una bolsa y con los pies por delante”, contó.

Guzmán, afirmó, puso un millón de dólares de precio a su cabeza cuando empezó a colaborar con las autoridades antidrogas. “Pequé y pagué un alto precio por mis sueños de grandeza. Me convertí en una sombra sin nombre. Lo perdí todo, hasta mi identidad”, se lamentó. Ahora dice que quiere que su experiencia sirva de ejemplo para los que se ven atraídos por el poder y el glamur del narco.

 

CADENA PERPETUA

 

Joaquín El Chapo Guzmán, el despiadado líder del cartel de Sinaloa, pasará el resto de su vida aislado en una prisión de máxima seguridad en Estados Unidos. El juez de Nueva York Brian Cogan le ha impuesto el miércoles una condena de cadena perpetua por narcotráfico, más 30 años de prisión por violencia con armas y 20 por blanqueo de dinero. Estas últimas dos décadas quedan expiadas por la cadena perpetua. La sentencia no ha sido una sorpresa si se tiene en cuenta la gravedad de los crímenes que cometió El Chapo durante los 30 años que movió los hilos de la mayor organización dedicada al narcotráfico entre México y Estados Unidos. El centro penitenciario de destino final de El Chapo se desconoce por el momento. Será designado en los próximos 60 días. Se baraja que será llevado al penal de máxima seguridad de Florence, en Colorado, a las afueras de Denver.

Al salir de la audiencia, Jeffrey Lichtman, abogado del capo de la droga, aseguró que recurrirán la condena e insistió en que solo querían «un juicio justo» para su cliente. El letrado añadió que la esposa de El Chapo, Emma Coronel, está devastada tras el veredicto.

El Chapo, de 62 años, fue arrestado por última vez en enero de 2016 —antes escapó dos veces de prisión— y extraditado un año después, en 2017, a Estados Unidos. Un jurado popular le declaró culpable el 12 de febrero de 10 delitos penales tras 11 semanas de juicio. El más importante, por dirigir una organización criminal. Se completan con otros delitos como conspirar para distribuir droga, uso de armas de fuego y blanqueo de dinero. Pese al arresto y enjuiciamiento de Joaquín Guzmán, el cartel de Sinaloa sigue siendo considerada la organización criminal más importante dedicada al tráfico de droga en México.

El Departamento de Justicia estadounidense buscaba que Guzmán fuera sentenciado con la pena de cadena perpetua como líder principal de dicho cartel mexicano, y que le cayeran otros 30 años más por violencia con armas de fuego. En EE UU basta con traficar con más de 150 kilos de cocaína y obtener 10 millones de dólares con su venta para ser encerrado de por vida. De las 27 imputaciones de delitos que ha tenido que examinar el jurado popular, se consideró que El Chapo cometió 25.

El Gobierno estadounidense solicitó, además, poder recuperar 12.666 millones de dólares por los beneficios ilícitos que El Chapo obtuvo gracias al narcotráfico. El cálculo corresponde a las cantidades de droga sobre las que el jurado apoyó su veredicto a partir de las pruebas presentadas por la acusación y los testimonios de 14 testigos colaboradores, como sus ex socios Chupeta, Jorge Cifuentes o los hermanos Flores.

Estos proveedores de droga del cartel de Sinaloa relataron durante los tres meses que ha durado el proceso cómo suministraron cantidades masivas de cocaína a El Chapo para que la introdujera y la distribuyera en EE UU. El mexicano tenía la fama de ser el traficante más rápido y por eso hacían negocios con Guzmán, con el que compartían los riesgos, pero también los beneficios.

La Fiscalía concluye que El Chapo traficó durante tres décadas con 528 toneladas de cocaína, por un valor estimado en el mercado de 11.810 millones de dólares. Se le suman 423 toneladas de marihuana, cuya venta generó 846 millones, y 202 kilogramos de heroína, por 11 millones. Son cantidades probadas y que se consideran “conservadoras” respecto a los montos que se han ido mencionando durante todo el proceso.

El jurado ha determinado también que El Chapo conspiró para matar a unos 26 individuos que representaban una amenaza para el cartel de Sinaloa, incluidos informantes, miembros de organizaciones rivales, agentes de seguridad, asociados que le traicionaron e incluso a familiares.

 

SECUESTRO, TORTURA Y ASESINATO

 

Las pruebas, como dijo el juez, eran abrumadoras y demostraron cómo Guzmán utilizó el secuestro, la tortura y el asesinato como herramientas para disciplinar a los miembros de la organización y contra aquellos que actuaban contra los intereses del cartel.

El juicio ha servido para presentar con gran detalle cómo el cartel operaba y movía el dinero para funcionar. Los retornos que generaba la venta de la droga se reinvertían en nuevos cargamentos, dar seguridad a los enviados a través de sobornos a las autoridades y financiar las guerras con organizaciones rivales. En paralelo, además, se utilizaron varios métodos para blanquear el efectivo.

El reto ahora es identificar las propiedades y sociedades que utilizó El Chapo. Joaquín Guzmán llegó a estar en la lista de multimillonarios de Forbes y varios testigos relataron su vida de nuevo rico durante el boom de la coca en los años ochenta. Pero su defensa insiste en que El Chapo es solo un pobre campesino endeudado que pasó su vida huyendo de la justicia y que el verdadero líder, Ismael El Mayo Zambada, sigue prófugo. De hecho, la defensa de El Chapo trató de desmontar la causa del Gobierno estadounidense diciendo que su procesamiento era una conspiración junto a las autoridades mexicanas para mantener a Ismael Zambada al frente.

 

AMBICIÓN

 

El caso ha demostrado también cómo la sed de notoriedad y la ambición de El Chapo por controlarlo todo acabaron convirtiéndose en su mayor vulnerabilidad. Es lo que le puso en manos de la justicia estadounidense. Algunos de los colaboradores con la justicia fueron sentenciados recientemente, como Vicente Zambada Niebla, quién se ha beneficiado de una reducción importante de la condena por su colaboración en el proceso. También Edgar Galván.

La atención de la justicia de EE UU se dirige ahora hacia los Chapitos. Justo un día después del veredicto del 12 de febrero en el que el jurado popular declaró culpable a El Chapo, se presentaron cargos contra dos hijos de Guzmán, Joaquín y Ovidio. Los dos hermanos deben ser aún arrestados para poder ser extraditados a EE UU y someterse a juicio en la corte federal en el distrito de Columbia. Los cargos se presentaron basándose en el testimonio de los arrepentidos. (El País)

 

 

 

 

 

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