En el marco de la Fast Food Week , en MUNCHIES preparamos una serie de historias para leerse con una buena hamburguesa y refresco en mano. Hoy, sin embargo, los invitamos a unirse al luto que nos embarga por el macabro hallazgo gastronómico que hicimos en la CDMX.
Un día cualquiera, iba muy feliz caminando por los pasillos del súper cuando me detuve frente a los refrigeradores de comida.
No suelo comer cosas congeladas —a menos que se trate del helado—, pero el destino quiso que esta vez pusiera atención en sus gélidas entrañas. Y sí, ahí estaba el horror: una galería de antojitos mexicanos empaquetados al vacío que, además de enfriarse las manos, me dejaron aún más helado el corazón.
Según Wikipedia, «una de las características más importantes de la comida rápida es la homogeneidad de los establecimientos donde se sirve, así como la ausencia de camareros que sirvan en mesa, y el hecho de que la comida se sirva sin cubiertos».
Se entiende que el mundo ha cambiado; que vivimos inmersos en un sistema económico del que no podemos escapar; que hay a quien le gusta pagar por alimentos que un día quizá le cobren caras facturas. Pero a ver: no se necesita un máster en gastronomía mexicana para tener la certeza de que esto es una patada (bien dada) en… el estómago y un poco más abajo.