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La reedición del 2006

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Editorial: 

 Los acontecimientos de la semana anterior, luego de los enfrentamientos entre maestros y organizaciones aliadas: COMUNA, CODEP, FALP, MAÍZ y decenas más, igual que en el 2006, con las corporaciones policiales federales y estatales, con un saldo mortal inesperado, es una seria advertencia al gobierno de Enrique Peña Nieto, en el sentido de que ya no es la Reforma Educativa, ni lo que trae consigo lo que mueve a la rijosa y beligerante Sección 22 ni a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). No. Lo que mueve a estos organismos facciosos es lo político; hacer el caldo de cultivo no de una insurrección armada, sino de una asonada, que logre para el principal instigador, Andrés Manuel López Obrador, más votos en su atolondrado proyecto de 2018.

20junio2016-NochixtlanEntre la CNTE y AMLO –no es un secreto- hay una añeja alianza. ¿Acaso ya olvidamos que en Oaxaca, en la primera fracasada campaña presidencial del tabasqueño, aquí permeó el efecto “Peje”, justamente cuando la entidad se desangraba en un conflicto cuya mecha encendió, precisamente la Sección 22? Ganó de calle los votos de los beligerantes, de los que incendiaron Oaxaca y pusieron al pueblo contra la pared. Y también triunfaron en ese proceso electoral, dos de sus más connotados fieles: el hoy gobernador, Gabino Cué y el derrotado candidato a la gubernatura de MORENA, Salomón Jara Cruz. El fenómeno se repitió en 2010, cuando los maestros se volcaron en apoyo a Cué Monteagudo y contribuyeron a la derrota del PRI.

Hoy, a raíz de los resultados de la pasada contienda electoral, en la que MORENA se perfiló como segunda fuerza política, el interés mezquino de AMLO vuelve a ubicarse en Oaxaca. Primero fue la amenaza de Jara Cruz, de reventar los resultados electorales que según él le habían beneficiado; luego la escalada violenta de la S-22 a raíz de la detención y posterior prisión de los dos principales dirigentes: Rubén Núñez y Francisco Villalobos, presos con graves cargos en un penal federal de Hermosillo, Sonora. En este entorno, no puede quedar exento el discurso beligerante del Secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño Mayer, que esgrime amenazas en torno a ceses y descuentos a maestros faltistas, sin que a la fecha las haya cumplido. Todo ello ha ensoberbecido a la 22 y su matriz la CNTE.

¿Son ajenos los disturbios en Oaxaca, al entorno de beligerancia y desorden que privan en entidades marcadas por el narcotráfico y la guerrilla, como Michoacán, Guerrero o Chiapas? Obviamente no. La mano que manipula, que se infiltra, que mueve importantes recursos económicos para pagar a vándalos, mercenarios y hasta criminales, se advierte de inmediato. La supuesta lucha de la CNTE, nada tiene de genuina. Es una asonada para descreditar al gobierno de Peña Nieto y mostrar un país convulsionado a los inversionistas extranjeros. Oaxaca no es más que un laboratorio para la insurrección, en la que prevalecen muchos intereses, particularmente los que se apuntan hacia el 2018.

Lo hemos dicho desde hace mucho: el movimiento de la CNTE sólo tiene un motor: recuperar sus privilegios. Animar la lucha armada sí, pero desde la perspectiva de que los maestros tengan la quincena segura. Guerrilla pues, de banqueta; de mentiritas; de aquellas en las que permea el doble discurso y la conveniencia por encima de la ideología. Sin embargo, lo que ha ocurrido en la entidad en las últimas semanas obligan al gobierno a agotar el diálogo, es cierto, pero también aplicar la ley con dureza. Se han vulnerado a placer los derechos civiles de la población. Y eso no puede seguir.

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