Los conflictos, el cambio climático y las turbulencias económicas provocaron en 2019 un incremento de la población en situación de inseguridad alimentaria extrema y necesitada de ayuda para sobrevivir; al menos 135 millones de personas sufrían hambre aguda antes de que se presentara la emergencia sanitaria por la Covid-19. En 2020, podrían ser el doble a causa de la pandemia
Alejandra AGUDO
El hambre aguda tiene sus fases. A partir de la tercera de cinco, la situación es grave: desde gente que no tiene acceso a alimentos, sufre desnutrición y tienen que deshacerse de sus medios de vida para comer, hasta la muerte por inanición. 135 millones de personas experimentaron esta inseguridad alimentaria extrema en 55 países en 2019, según un informe publicado el martes por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, elaborado junto con la FAO y Unicef, entre otros organismos internacionales. Y eso era antes de la pandemia, que amenaza con empeorar aún más su existencia, pero también la de los otros 183 millones de personas que estaban al borde del hambre aguda en 2019, advierten los autores. El PMA estima que la Covid-19 podría casi duplicar la cifra, hasta 265 millones de bocas en la zona roja de la escasez, en 2020.
Los conflictos son los mayores causantes: 77 millones de personas pasan hambre por su culpa en 22 países. El cambio climático y las crisis económicas son los otros dos grandes motivos por los que 34 y 24 millones de personas respectivamente y de forma abrupta no tienen qué llevarse a la boca. “Aunque en la mayoría de los casos no hay una sola razón, generalmente es una combinación de todos estos choques juntos”, matiza Arif Husain, economista jefe y director de investigación del PMA. En su opinión, no se conseguirá el objetivo de reducir el hambre a cero hasta que se resuelvan políticamente los conflictos. “Solo entonces podremos ver un mundo donde haya un verdadero progreso y la gente prospere”, anota por teléfono.
Yemen, República Democrática del Congo y Afganistán son los países con mayor cantidad de población necesitada de ayuda para sobrevivir. El 32% de los hambrientos agudos del mundo (48,2 millones) viven allí. En cuarto lugar, aparece Venezuela, del que no se tenía datos en ediciones anteriores de este estudio, con 9,3 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria aguda. Por regiones, África vuelve a llevarse la peor parte: 73 millones de los 135 de hambrientos agudos viven en este continente. En este continente está el país con mayor proporción de su población en situación extrema. Es Sudán del Sur, la tormenta perfecta de las crisis humanitarias, donde el 63% de la población está en serio riesgo.
Cuanto más se rasca, más hambre se encuentra. Si en 2016, primer año en el que se realizó este estudio, había 108 millones de personas en emergencia alimentaria en 48 países; en 2019, ascendían a 135 millones en 53. Además de la intensificación de los conflictos y la mayor frecuencia de eventos climáticos adversos debido al cambio climático, la ampliación de territorios analizados y la disponibilidad de nuevos datos explican en parte el incremento, indica el propio documento. Sin embargo, si se compara la información de grupos de países analizados en distintos momentos, se observa un empeoramiento de las cifras. Así, 40 que sumaban 95 millones de personas en crisis alimentaria (o peor) en la primera edición del informe, hoy albergan a 116 millones.
Esta medición es específica para conocer cuánta población vive en emergencias humanitarias y se quedan sin comida, dependen de ayuda por sobrevivir y, aun recibiéndola, su supervivencia está en riesgo. La FAO publica cada año otro dato: el del hambre crónica. Según su último informe, El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, 821,6 millones de personas están subalimentadas, o lo que es lo mismo, una de cada nueve sufre de inseguridad alimentaria y se acuesta sin haber comido las calorías mínimas para su actividad diaria.
EL EFECTO CORONAVIRUS
La del documento presentado el martes es la fotografía, ya obsoleta, del drama del hambre extremo en las guerras, en donde la violencia impera aun cuando no hay un conflicto declarado, en los lugares en los que la sequía no da tregua o allí donde cualquier turbulencia económica hace caer en la más extrema de las pobrezas a quienes ya eran pobres de solemnidad. Y entonces, llegó la pandemia. “La situación se agravará con el impacto del coronavirus porque afecta a la disponibilidad de alimentos, por ejemplo, si los campesinos tienen que estar confinados”, apunta Francisco Rey, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).
Según las estimaciones del PMA al respecto, que no están recogidas en el informe, pero sí tienen sobre su mesa de trabajo, 265 millones de personas podrían sufrir inseguridad alimentaria extrema, perder sus medios de vida y necesitar ayuda urgente durante 2020. Son casi el doble que los casos reportados este año. Por eso, es fundamental que se prevenga que quienes no están tan mal ahora no caigan en una peor situación y que quienes ya están en la zona roja del hambre no vayan a peor, subraya Husain. Para muchos, hundirse más es perecer.
“La temporada de gripe, el invierno, va a llegar ahora al hemisferio sur, a África y América Latina. Allí, hay países con enormes cantidades de personas pobres y que no tienen una buena alimentación; y cuando no estás bien nutrido, tu sistema inmune es más débil”, anota el economista jefe del PMA. “Y sus sistemas de salud son muy, muy precarios. Estamos hablando de países de 12 millones de personas con cuatro ventiladores o menos de 50 camas de UCI. Esta es la realidad de este mundo. Así que estamos realmente preocupados por esos lugares. Si no estamos preparados, ¿qué pasará allí?”, añade sobre el posible avance de la pandemia por estas regiones donde, hasta la fecha, se registran menos casos que en el norte.
“Aproximadamente 30 millones de personas ya están en la situación límite de emergencia, en las fases cuatro y cinco del índice de inseguridad alimentaria. Están atrapadas en zonas de guerra. Hablo del noreste de Nigeria, Yemen, Siria, Burkina Faso… Si por alguna razón, los trabajadores humanitarios del Programa Mundial de Alimentos no pueden llegar a ellas, porque no tenemos suficientes fondos o la cadena de suministro no funciona, serán quienes paguen el precio porque ya están en una posición tan débil que no pueden ir a ninguna parte”, explica el experto. “Morirán de hambre”, lanza sin tiritas.
En este sentido, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, no solo ha reclamado fondos —1.900 millones de euros— a los donantes para hacer frente a la pandemia en las naciones más pobres, sino que hizo un llamamiento, a finales de marzo, a un alto el fuego “inmediato y global” con el objetivo de “crear corredores humanitarios, abrir las ventanas de la diplomacia y llevar esperanza a algunos de los lugares más vulnerables ante la Covid-19”. Y enfatizó: “Al virus no le importa la nacionalidad o la etnia, la facción o la fe. Ataca a todos, de forma indiscriminada”. Parece que a algunos les ha llegado su mensaje o, al menos, su preocupación. “Hay en países donde han relajado las hostilidades”, asegura Rey. Pero su experiencia le dice que este efecto positivo de la pandemia no durará mucho. “Lo normal es que los conflictos vuelvan a sus dinámicas”.
La prioridad número dos, continúa Husain, debe ser asistir a las personas “antes de que tengan que vender sus activos productivos, es decir, las herramientas de su negocio, aquellas que usan en tiempos normales para ganar dinero”, detalla. Cuando eso ocurre, cuando la ayuda no llega o lo hace tarde, a los pobres les lleva años recuperarlas y volver a la corriente económica, prosigue.
Lo tercero, “realmente importante”, enfatiza el director económico del PMA, es que no se rompan las cadenas de suministros de alimentos. “Lo fundamental no es la producción, sino la disponibilidad acceso”, agrega Rey, del IECAH. “Esta es realmente una situación sin precedentes. Nunca hemos estado aquí antes. Sí, ha habido crisis mundiales antes, pero las cadenas de suministro siempre funcionaron. Esta es la primera vez que las cadenas de suministro están bajo tal amenaza”, subraya Husain. Hace falta trabajar coordinadamente y que no cunda el pánico.
Al otro lado del teléfono, Husain excusa su aparente pesimismo. Después de seis semanas confinado, así puede ser entendido su discurso, dice. Pero las proyecciones son poco halagüeñas. Por eso, el experto tiene un último pedido a la comunidad internacional. “No pongan prohibiciones a la exportación, ni subsidios a las importaciones. ¿Por qué? Porque casi siempre son contraproducentes. Y, francamente, matar de hambre a tu vecino nunca es una buena política”.
“Solo entonces (cuando se resuelvan políticamente los conflictos) podremos ver un mundo donde haya un verdadero progreso y la gente prospere”
“Aproximadamente 30 millones de personas ya están en la situación límite de emergencia, en las fases cuatro y cinco del índice de inseguridad alimentaria. Están atrapadas en zonas de guerra. Hablo del noreste de Nigeria, Yemen, Siria, Burkina Faso”
Arif Husain
Economista jefe y director de investigación del Programa Mundial de Alimentos
“La situación se agravará con el impacto del coronavirus porque afecta a la disponibilidad de alimentos, por ejemplo, si los campesinos tienen que estar confinados”
Francisco Rey
Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH)
En números:
135
millones de personas enfrentaban inseguridad alimentaria en el mundo en 2019
108
millones de personas se encontraban en emergencia alimentaria en 2016
186
millones de personas estaban al borde del hambre aguda en 2019
55
países tuvieron problemas de hambre el año pasado
77
millones de personas pasan hambre por los conflictos sociales
34
millones de personas no tienen que llevarse a la boca a causa del cambio climático
24
millones de personas no tienen nada que comer por las crisis económicas
73
millones de personas que sufren hambre viven en África