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La Guelaguetza, de la Colonia al Siglo XX

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Con la valiosa aportación de nuestro colaborador Carlos Cervantes, en esta edición presentamos un trabajo especial sobre la máxima fiesta que ha dado rostro a Oaxaca a nivel mundial. En estas líneas se exponen los antecedentes de este festejo desde la época de la Colonia y hasta el siglo XX cuando, en 1932 se organiza el “Homenaje Racial”, en el que conviven por primera vez representantes de las siete regiones de la entidad con motivo de la celebración del cuarto centenario de que la Nueva Antequera fuera elevada a rango de ciudad, y posteriormente se dio paso a lo que es hasta nuestro días un encuentro de culturas, música, colorido y folclor

 

Carlos CERVANTES

 

Los festejos de los “Lunes del Cerro” que después se convirtieron en lo que hoy llamamos “Guelaguetza”, no tienen un origen o fecha definida y lo más aproximado se refiere a lo que fue el “homenaje racial a la ciudad de Oaxaca”, que tuvo verificativo el 25 de abril de 1932, al conmemorarse el aniversario número 400, de que la entonces Villa de Antequera fue elevada al rango de ciudad por cédula de los Reyes de España. El festejo étnico tuvo gran relevancia, al presentar un espectáculo nunca visto en nuestra ciudad, que acaparó la atención de todos y que, con el tiempo al contar con medios modernos de comunicación, quedó establecido como un atractivo turístico que además no solo se ha comercializado, sino politizado.

 

Desde la Colonia

 

De acuerdo con lo que nos cuentan historiadores como don Genaro V. Vásquez, Guillermo Rosas Solaegui, don Jorge Fernando Iturribarría y otros contemporáneos, como el Lic. Guillermo García Manzano,  desde tiempos de la Colonia los vecinos de la nueva Antequera, celebraban a la Virgen del Carmen, precisamente el día 16 de julio y al lunes siguiente, era el paseo hacia el cerro que hoy conocemos como del Fortín donde se llevaba a cabo una gran romería, una feria estrictamente local, con venta de antojitos, dulces, comida y otras cosas. Ríos de gente subían hacia el cerro por la callecita que hoy se llama “Quetzalcóatl”, continuando por la tendida falda del cerro que entonces se encontraba sin mayores obstáculos y no existían las actuales calles de Crespo y Porfirio Díaz. El retorno era por la tarde, a toda prisa, puesto que generalmente caía un fuerte aguacero. A la siguiente semana era la octava tanto del festejo del Carmen como del lunes del cerro, lo cual venía a representar un movimiento comercial en la ciudad ya que la mayoría de vecinos estrenaban vestimenta y zapatos o huaraches. También se acostumbraban las calendas ya que durante el virreinato comenzó a meter las manos la iglesia, cambiando a la deidad zapoteca de Centeótl (la diosa del maíz) por la Virgen del Carmen, por lo cual el festejo religioso comenzó a tener mayor auge haciendo su aparición las canastas enfloradas y los “gigantes”. Los paseos en el cerro del Fortín continuaron incrementándose pues además los paseantes recolectaban las olorosas azucenas que se daban no solo en ese cerro, sino en todos los que rodean a nuestra ciudad.

En tiempos prehispánicos los indígenas hacían sus ceremonias paganas en ese mismo cerro, donde adoraban a deidades como “Centeótl”, la diosa del maíz.

 

El siglo XX

 

Al comenzar el siglo XX la feria de los dos “Lunes del Cerro” cobró más importancia como un paseo familiar y de diversión ya que se establecieron competencias deportivas como la carrera de resistencia, la de campo traviesa donde participaban mayormente jóvenes atletas del actual Barrio de Xochimilco, palo encebado, y comenzaron a observarse los tipos humanos, como las chinas oaxaqueñas, charritos, campesinos conocidos como “sacrificios” y, desde luego, los catrines y las catrinas.

Para el año de 1927 participó la Dirección Estatal de Educación organizando a niños de primaria para salir desde muy temprano entonando las “Mañanitas” con acompañamiento de la Banda de Música del Estado que también acudía al cerro para amenizar el paseo que se continuó realizando durante varios años hasta llegar a 1932 en que se hizo el “Homenaje Racial a la Ciudad de Oaxaca” que cumplió 400 años de haber sido elevada a ese rango y por primera vez llegaron delegaciones de la siete regiones de la entidad que presentaron su música, novedosos bailables y ofrendaron sus productos naturales como una guelaguetza para la ciudad, como un regalo, como una ofrenda.

 

Una ciudad postrada                    

 

De acuerdo con la memoria que dejó don Everardo Ramírez Bohórquez, en 1932 la ciudad se encontraba postrada con motivo del fortísimo sismo de 1931, ocurrido la noche del 14 de enero, aun cuando en 1928 se había sentido otro fuerte movimiento telúrico pero no de las proporciones del siguiente: la economía estaba por los suelos y era notoria la destrucción de los inmuebles, las casas generalmente de adobe y madera, así como los edificios eclesiásticos y civiles que resintieron hasta sus cimientos.

La propiedad particular bajó tanto de precio que sus dueños asustados por los rumores de más temblores, ofrecían sus casas hasta en 500 o 600 pesos a fin de emigrar a la ciudad de México. Todo ello propició la pérdida de tanto y tan valioso elemento humano.

A todo esto, se sumaba la persecución religiosa, a tal grado que se prohibieron las tradicionales calendas, al considerarlas como actos de culto externo. La burocracia sufrió la peor crisis ya que no había de dónde pagar sus sueldos, acaso se les aceptaban vales por los préstamos raquíticos. Se llegó al grado de que cada año se daban de baja a todos los burócratas, aun cuando algunos eran recontratados al iniciar el año siguiente.

 

Llega la ayuda

 

Luego del sismo se formó el Comité Central de Ayuda del Partido Nacional Revolucionario, que gestionó apoyos en la ciudad de México y en todo el país; las primeras aportaciones fueron del presidente Abelardo Rodríguez y de su esposa. Era presidente del PNR el general Lázaro Cárdenas, quien estuvo personalmente en Oaxaca entregando los apoyos y consolando a las personas no solo de la ciudad sino de poblaciones del valle que resultaron afectadas. El comité de ayuda enviaba lo recaudado al arzobispo don José Othón Núñez y Zárate quien se encargaba de distribuir los pesos de plata.

En esas circunstancias, el 9 de enero de 1932 surgió como rayo de luz el descubrimiento de las joyas de Monte Albán en la tumba número 7, lo que propició que la atención nacional se centrara en Oaxaca, cuyos habitantes comenzaron a recobrar la confianza y la fe perdidas.

 

El cuarto centenario

 

Al inicio de 1932 el gobierno del estado encabezado por Francisco López Cortés, comenzó a proyectar los festejos del cuarto centenario, por lo cual se formó el comité organizador presidido de manera honoraria por el propio gobernador, el presidente municipal profesor León Olivera, el profesor y diputado Policarpo T. Sánchez y el diputado Demetrio Bolaños Cacho, con el concurso de otros distinguidos oaxaqueños como el doctor Alberto Vargas, que era diputado local; el licenciado Heliodoro Díaz Quintas, director del Instituto de Ciencias y Artes del Estado; profesor Gustavo Bohórquez Mendoza, ingeniero David Martínez Dolz y representantes de iniciativa privada como los señores Manuel Sodi, Lauro Candiani Cajiga, Luis Alejandro Herrera, gerente local del Banco de México; Dr. Manuel Canseco Landero, Guillermo Reimers Fenocchio, Gabriel I. Carsolio, gerente en Oaxaca del Banco Nacional de México y desde luego el pintor don Alfredo Canseco Feraud. El periodista Fernando Ramírez de Aguilar conocido como Jacobo Dalevuelta se integró a la organización de las actividades conmemorativas.

 

Elección de la Señorita Oaxaca

 

El comité convocó a músicos y poetas oaxaqueños, así como a estudiantes normalistas y del Instituto para que aportaran ideas y sus trabajos para mejor lucimiento del aniversario. La convocatoria tuvo gran aceptación y los trabajos no se hicieron esperar con lo cual se fue sacudiendo el fatalismo de los sucesos del año anterior.

Una de las primeras propuestas que se aceptó fue la nominación de la muchacha oaxaqueña que presidiría los festejos del cuarto centenario y que sería “la Señorita Oaxaca”, no la reina, como se acostumbraba en otros eventos. De inmediato surgieron: Sarita Brena Torres, Consuelo Ruiz Barbotteau, Sara Sodi del Valle, Berta Santibáñez Muñozcano, María Luisa Candiani, Alicia Huerta, Perla Miranda y otras. Enseguida se hicieron notar las corrientes de simpatía para cada una de ellas.

En el periódico Mercurio, dirigido por don Jorge Fernando Iturribarría, Martínez y cuyo jefe de redacción era Jorge Octavio Acevedo, se publicaban diariamente la cantidad de votos emitidos para cada una de las damas propuestas. Estudiantes del Instituto hicieron campaña a favor de Sarita Brena Torres y enseguida se sumaron otros grupos como los ferrocarrileros que pesaban mucho, empleados del Ayuntamiento, locatarios del mercado grande y otros. El primero en suscribir una fuerte cantidad de votos a favor de Sarita fue el Lic. Salvador Meza, notable jurista y poeta.

 

Llegaron a las armas

 

A favor de la señorita Consuelo Ruiz salieron los militares y muchos funcionarios, así como grupos de damas que trabajaban entusiastamente. Habrá que recordar que esta señorita era hermana de la señora María Elena Ruiz, reciente esposa, entonces, del gobernador Chico López Cortés cuya residencia era el Rancho San Felipe. La competencia quedó entre las dos finalistas: señoritas Brena Torres y Ruiz Barbotteau. Durante varias semanas no se habló de otra cosa e incluso salieron manifestaciones a favor de una y de otra. Una tarde hubo fuerte discusión entre dos partidarios opuestos y cayó muerto el ferrocarrilero Luis Escárraga, a manos de otro que era del bando contrario. Esto provocó que las dos candidatas se retiraran de la contienda, con lo que se congeló el entusiasmo. La situación se salvó porque el comité organizador actuó de inmediato convenciendo a la señorita Margarita Santaella para que aceptara presidir el festejo como Señorita Oaxaca. Para entonces ya estaba el programa para el acto oficial.

 

El homenaje racial

 

El maestro Alfredo Canseco Feraud posteriormente explicó cómo fue que surgió el Homenaje Racial. Reveló que una noche del mes de febrero (1932) fue llamado al despacho del gobernador en Palacio, donde ya estaba el doctor Alberto Vargas. El funcionario les dijo que entre los tres tenían que organizar un festival costumbrista que glorificara a Oaxaca en el aniversario que se avecinaba.

Fue así como el doctor Vargas que además era un gran conocedor de la historia e idiosincrasia oaxaqueña, se comprometió a escribir el libreto para una importante concentración étnica donde participarían hombres y mujeres de todos los rumbos de la entidad vestidos con sus trajes autóctonos, trayendo los frutos de su región como un ofrenda a la ciudad, “madre y cabeza de la provincia en cuyo seno viven tan variados grupos étnicos, en climas diferentes que van desde las elevadas serranías hasta las tierras del trópico y las playas.

Vestidos como cada temperatura lo pide, hablando lenguas y dialectos múltiples, todo lo cual se les impone por la dura orografía y la áspera topografía de esta porción de México que no se parece a otras”. Don Alfredo Canseco Feraud se encargó de la escenografía y otros tendrían a su cargo la música, la coreografía y todo lo necesario.

 

Un gran espectáculo

 

Con pocas posibilidades y a duras marchas se comenzó a trabajar en la organización de lo que sería el más bello, más emotivo y más grandioso espectáculo que se pudo imaginar en Oaxaca y que fue el verdadero origen de nuestra actual “Guelaguetza”.

El sitio escogido, la falda del cerro del Fortín, espacio que con el tempo se llegó a conocer como “Rotonda de la Azucena” y que hoy tiene su teatro al aire libre, el auditorio “Guelaguetza”. Tenemos en nuestras manos el programa de festejos impreso en 1932, elaborado por el artista tipógrafo don Eliseo Ramírez Belmar.

El mismo comité trabajó con el gobierno federal para que las joyas de Monte Albán que estaban en poder del INAH fueran traídas a Oaxaca para ser exhibidas durante los festejos y así ocurrió quedando en un espacio de la ex hacienda de Aguilera con vigilancia día y noche. Después, el gobernador inició una controversia para que el tesoro de Monte Albán quedara definitivamente en Oaxaca y ganó el pleito legal. Como anécdota se recuerda que en ese tiempo estaba de moda todo lo “socialista” y en Oaxaca se impuso como canto oficial el Himno Socialista Regional con letra del doctor Alberto Vargas y música del maestro Heriberto Sánchez. Tenemos a la vista la portada de esta obra con la pauta al centro y en la contraportada las fotografías de los autores y del gobernador don Genaro V. Vásquez ya que durante su gestión como diputado se dio a conocer dicha pieza musical. Tiempos del presidente Cárdenas.

 

Concurso de canciones oaxaqueñas

 

Paralelamente al homenaje racial se convocó a un concurso musical que se llevó a cabo la noche del 23 de abril en el entonces teatro “Luis Mier y Terán” donde el público premió con aplausos los cuatro primeros lugares. En canción, primer lugar Cuando Bajas a la Fuente con letra de Juan G. Vasconcelos y música de Gabino García Pujol; segundo Borreguera de Coyula, con letra de Alfredo Martínez Barroso y música del mismo Gabino; tercer lugar, Un Apóstol del Señor, de Efrén Chávez y Guillermo Rosas Solaegui; cuarto, No te Vayas a Rajar, letra y música de García Pujol. También se premiaron a los ganadores del concurso de valses. Los ferrocarriles ofrecieron precios con descuento para quienes viajaran de la ciudad de México.

Previamente fueron invitadas las  siete regiones del estado (hoy son ocho) para que eligieran a sus embajadoras que participarían en el “homenaje racial”, encabezando a sus delegaciones y así lo hicieron llegando un ramillete de muchachas ataviadas con sus trajes regionales.

 

Fiesta del simbolismo y color

 

Llegó el día 25 de abril en que se cumplió el cuarto centenario, se escenificó en la falda del cerro del Fortín el “homenaje racial” que en el diario “Mercurio” se calificó como: “Grandiosa fiesta del simbolismo, color y luz”. El acto se inició con la entrada de un grupo de heraldos, luego las siete señoritas fraternidad, acompañadas por los hombres de bien y enseguida la señorita Oaxaca, que ocupó su sitial a los acordes El Nito, composición de Enrique Othón Díaz con música de don Samuel Mondragón.

Comenzó el desfile de las delegaciones con sus ofrendas mientras se escuchaban las notas del himno oaxaqueño Dios Nunca Muere y el cañonazo de honor que fue la señal para que iniciara el repique general de campanas. Fue impresionante el momento cuando escolares y estudiantes pronunciaron el “Juramento de fidelidad a Oaxaca”.

La señorita Oaxaca y doncellas de las regiones dejaron escapar centenares de palomas blancas, llevando simbólicamente el mensaje de amor y fraternidad que enviaba la ciudad de Oaxaca. Comenzaron los bailes regionales en medio de la expectación y el asombro de los presentes que por primera vez miraban representadas a las 7 regiones de la entidad, sus mujeres vistosamente ataviadas portando sus ofrendas, para comenzar los bailables al son de su música propia que dejó asombrados a los asistentes encabezados por el Gobernador del Estado.

 

Un poco de historia  

 

Cabe señalar que, en 1933, se presentó nuevamente el espectáculo con motivo de la presencia de presidente Abelardo Rodríguez, al clausurar el Congreso Nacional de Historia. En 1934 una organización denominada “Oaxaca Tradicional” escenificó en el cerro del Fortín “El Culto a “Diosa Centeótl” (deidad del maíz) y se continuó presentando con algunas variantes hasta 1949 en que fue sustituido por “Las Bodas de Cosijoeza”, espectáculo costumbrista como un teatro de masas. Después se unieron a estas fiestas la Danza de la Pluma, la Danza de los Jardineros y los Zancudos de Zaachila.

En 1951 el ayuntamiento de Oaxaca de Juárez propuso que se diera una mejor organización al festejo y amplia difusión pues para entonces ya comenzaban a llegar turistas a Oaxaca. Por ello comenzaron a presentarse nuevamente los bailes de las siete regiones, similar a lo ocurrido en 1932, a las que se les llamó delegaciones.

La Danza de la Pluma la ejecutaban jóvenes del Grupo Folklórico Universitario, a los acordes de la Banda de Música del Estado. En 1953 el gobierno del estado tomó a cargo la organización del espectáculo conocido como Guelaguetza que se continuó presentando como hasta la fecha y muchas veces con agregados grotescos al gusto de un comité postizo llamado “de autenticidad”, cuyos integrantes nada tienen que ver con las personalidades del arte y la cultura que formaron el comité organizador en 1932.

La guelaguetza que durante varios años trajeron las delegaciones, eran entregadas al Gobernador del Estado y sus colaboradores, cuando estos funcionarios contaban con el aprecio de los oaxaqueños.

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