Todos hemos oído decir a nuestra madre alguna vez “¿Qué se dice?”
Una de las primeras normas de educación que nos enseñan nuestras madres desde pequeños es la de dar las gracias.
Nos lo enseñan para demostrar educación hacia otras personas, pero lo que la mayoría de las personas no saben es que no solo beneficiamos a nuestro receptor, sino a nosotros mismos.
De la misma forma que pedir perdón no sirve de nada si no se siente, debemos de sentir cuando agradecemos algo para que tenga efecto en nuestro estado anímico.
No es lo mismo decir “gracias” que ser una persona agradecida, damos todos los días las gracias de forma automática, sin pararnos a pensar en el poder de esa simple palabra sobre la persona a lo que se lo decimos y sobre nosotros mismos.
Robert Emmons, profesor del campus de California, afirma que “La gente agradecida se siente más alerta, viva, interesada, entusiasmada. También se sienten más entusiasmados con otros”
Hasta hace poco los psicólogos comenzaron a analizar las implicaciones y emociones que envuelven a las personas cuando éstas dan las gracias.
Y es que, una de las razones por las que la gratitud funciona tan bien es que nos conecta con otros, así lo dijo McCullough profesor de psicología de la Universidad de Miami.
Los investigadores indican que se tienen mayor impacto cuando se dan las gracias de forma personal y profunda y no una simple nota de agradecimiento.
Por otro lado Maryann Troianim, psicóloga del área de Chicago y autora de libros de autoayuda, dijo que poco a poco va introduciendo a sus clientes a la gratitud, a veces simplemente a través de limitar sus quejas a dos por sesión.
A la larga hace que escriban las buenas cosas que les han pasado en una especie de «diarios de gratitud». «El ser agradecido realmente cambia tu actitud y tu perspectiva sobre la vida», señaló.
La gratitud también sirve como un amortiguador de estrés pues es menos propensa a experimentar envidia, enojo, resentimiento, arrepentimiento y otros estados no placenteros producen estrés.
