En la década de los sesenta, René Vallejo López, un famoso ladrón de Joyerías, fue detenido en Oaxaca y recluido en el penal de Santa María Ixcotel, de donde un día se fugó saltando la barda perimetral, sin que los policías que custodiaban el penal pudieran hacer algo para detenerlo
Carlos CERVANTES
Hasta la década de los sesentas del siglo pasado, la ciudad de Oaxaca y el estado en general gozaban de paz social, convivencia entre los vecinos de diversas poblaciones y los hechos delictivos eran escasos, de tal manera que cuando sucedía algo fuera de lo común se despertaba el morbo y en algunas ocasiones cierto público consideraba a los delincuentes como héroes y a los policías como los villanos. Eso ocurrió con el famoso ladrón de joyerías René Vallejo López (a) “el Rafles” quien al sentirse víctima de la injusticia se fugó de la penitenciaría de Ixcotel de manera espectacular saltando el muro perimetral ya que el individuo era un atleta además de que sobresalía por su estatura de un metro 85 centímetros. Había cometido robos de joyas en diversos puntos del país. Siempre escurridizo viajaba de un estado a otro y llevaba un récord pues no había sido detenido en años, hasta que la policía tocó la flauta.
El endiosamiento de un pillo
En los primeros meses de 1965 “el Rafles” había robado en una joyería de la ciudad de Oaxaca, el monto de lo hurtado se cuantificó en 2 mil 500 pesos. La policía de nuestra entida pidió la ayuda de las fuerzas de seguridad de todo el país y fue el 14 de julio de ese año cuando en la ciudad de Oaxaca el subjefe de la entonces llamada policía judicial, mayor Emilio Álvarez Moguel convocó a conferencia de prensa a reporteros de los tres diarios que circulaban entonces para informar que había sido detenido en el D. F. el legendario “Rafles” y que ese día llegó a nuestra ciudad escoltado por policías de la capital del país.
Por el diario “Carteles del Sur” acudió el que esto escribe y el detenido fue presentado a los reporteros quienes pudimos hacerle una serie de preguntas que contestó de manera cortés sin que se notara que era delincuente, ya que hablaba con propiedad. Una dama reportera de un diario ya desaparecido lo describió como un galán de cine: 1.85 de estatura, atlético, cabello quebrado, moreno claro, de treinta y pocos años de edad y que usaba ropa muy fina. Además, era experto en judo y karate. Con este motivo al siguiente día apareció en “Carteles del Sur” un editorial titulado “El Endiosamiento de un Pillo”.
Fuga ante la injusticia del Tribunal
En Oaxaca se le acusó de haber asaltado una joyería y que el monto de lo robado ascendía a 2,500 pesos. Fue sentenciado a 7 años de prisión, por lo que se inconformó al considerar excesiva la penalidad pues si bien tenía fama de robar joyerías en el país, en Oaxaca fue mínimo lo que hurtó. Los rectos magistrados del Tribunal Superior de Justicia en vez de rebajarle la condena, ¡se la subieron a 17 años!, lo cual el reo consideró no solo excesivo sino terriblemente injusto, ofensivo y no teniendo más qué hacer planeó su fuga.
El 17 de noviembre de 1968 cuando ya llevaba más de tres años preso, y a unas horas del relevo de gobernador del estado, ya que dejaba el cargo el Lic. Rodolfo Brena Torres y el primero de diciembre entraría el Ing. Víctor Bravo Ahuja, ocurrió la espectacular fuga: en pleno día a la vista de todos, de dos brincos saltó la barda perimetral de la penitenciaría de Ixcotel y se fue corriendo entre los terrenos baldíos que había alrededor llegando hasta la carretera donde se perdió. Los policías atónitos no pudieron hacer nada y se limitaron a mirar desde el torreón cómo corría el fugado.
Era un experto orfebre
Durante esos tres primeros años que estuvo en la penitenciaría se dedicó a la confección de joyas cuyos diseños novedosos fueron del gusto de muchas damas de la sociedad que acudían al mismo penal para comprarlas o encargar otros modelos, para lo cual las autoridades penitenciarias otorgaban las facilidades necesarias, de tal manera que “el Rafles” tenía trabajo y enseñaba a los otros presos el oficio de orfebre. No dejaba sus ejercicios para mantenerse en forma y era curioso escuchar que a algunas damas las conquistaba con el obsequio de alguna joya y después las visitas de compra se convertían en “conyugales”.
Conocimos su cantón que al mismo tiempo era taller, donde tenía cama King Size, sus herramientas de joyería, el oro y piedras preciosas en pequeñas cantidades y otras comodidades que podía financiar, pues además gozaba de la simpatía de los demás reos que le hacían los servicios de limpieza y de comida pues tenía con qué pagar. Incluso contaba con un gato siamés a quien puso por nombre “miguel”.
Recapturado en el norte del país
Fue hasta el 9 de febrero de 1969 cuando fue recapturado en Torreón, Coahuila, y nuevamente fue enviado a Oaxaca donde tenía pendiente una condena qué pagar. Volvió a su mismo cantón y hasta ahí acudimos a entrevistarlo, entrevista que más bien fue una tendida plática. Para nosotros fue novedoso hablar con un delincuente tan famoso, con tanta historia en su mundo y con tantos conocimientos para sobrevivir en una selva humana. Incluso daba consejos para poder defenderse.
Nos comentó que en su fuga no tuvo complicidad de nadie, mucho menos de los policías, pues todos vieron cómo saltó la barda que con antelación había inspeccionado notando que a la mitad más o menos sobresalía un tramo de alambrón en la cadena de concreto y fue esta agarradera la que le sirvió para darse impulso y saltar hasta lo alto como garrocha humana para caer en la maleza de afuera.
Buscaban a los cómplices
El procurador de Justicia del Estado, Lic. Miguel Jiménez Garay dio instrucciones para que fuera interrogado a fondo para saber quiénes fueron sus cómplices, pero no delató a nadie, puesto que él solo planeó todo, Era lo suficientemente hábil. Nosotros le preguntamos por qué se dejó capturar en Torreón, contestando que “como siempre” en su desgracia tuvo que intervenir una mujer celosa y despechada que fue quien avisó a la policía dónde se escondía el prófugo y de esta manera lo capturaron, lo sorprendieron sin que le diera tiempo de intentar huir, ya que la mujer dio todos los detalles puesto que en ese mismo lugar vivió con él en concubinato.
Después de todo esto ya no tuvo las facilidades de hacer deporte en las áreas que utilizaba antes, su hábitat se limitaba al patio central y a su dormitorio, aun cuando continuó elaborando joyas, lo cual junto con su buena conducta le valieron para reducirle la pena hasta que cumplió las dos terceras partes de la sentencia y salió en libertad yéndose para siempre de Oaxaca con unos años de mas a cuestas.
La penitenciaría, fuente de información
En esos tiempos la penitenciaría central, como pequeña ciudad, era fuente de información para los reporteros quienes podíamos recorrer todo el interior, platicar con los presos que hacían balones, trabajos de carpintería, artesanías y otros que comercializaban. En muchas ocasiones nos enterábamos de crueles injusticias y las sacábamos a la luz pública, como el caso de un comandante de la policía estatal que en un operativo que dirigió en Río Grande, resultó con saldo trágico de dos delincuentes muertos y un policía. La Procuraduría de Justicia del Estado responsabilizó al comandante quien fue encerrado como culpable de los tres homicidios y sentenciado a muchos años de prisión.
Platicar con los presos fue para nosotros una experiencia singular, pues como jóvenes poco sabíamos de la conducta humana, especialmente en los medios de la delincuencia. Nunca nos imaginamos que pasados los años la se desataría la delincuencia organizada y que presenciaríamos los horrores que se llegan a cometer, hasta llegar a “descuartizar” los cadáveres o quemar vivas a las personas como lo hacía hace siglos la “Santa inquisición”, que acostumbraba las hogueras públicas.
El autogobierno funcionaba bien
Ahí conocimos al señor Celín Ovalle que era el presidente de la mesa directiva de los presos y mantenía una rígida disciplina. Fue él quien inició la industria balonera en el interior del penal. Cada año al celebrar el “Día del Preso”, había baile, los reporteros éramos invitados a la comida y en esa sola ocasión, a los reos, se les permitía tomarse una sola cerveza. Nunca se presentó escándalo alguno y era una verdadera fiesta de convivencia con los familiares de los ahí recluidos. Hoy todo es tortuosidad y no se permite el acceso al penal, pues algo o mucho se esconde, ya que en esa cárcel, con dinero, se puede comprar todo ¡todo!…