FRANCISCO J. SANCHEZ
A Valeria y Helenita, la mejor versión del Norte y del Sur.
El futuro rebaso a Oaxaca cuando la promesa de cambio, transición o alternancia de una coalición de grupos de presión y partidos políticos de oposición terminó junto con la campaña electoral local del 2010.
El incipiente intento de clase política, económica y social, que encabezó en ese entonces el expriista y andresmanuelista Gabino Cué Monteagudo, llegó al poder con un menú de intenciones políticas y de apetitos personales.
Es decir, un grupo de miembros de la Generación Oaxaqueña del 66, la que gobierna y define hoy lo que somos en Oaxaca, volvía por sus fueros para sacar al PRI desde el mismo PRI y transformó a los hombres del mañana en la decepción del presente.
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En defensa de la verdad histórica, Cué Monteagudo subió al poder en medio de una pugna del exgobernador José Murat y su sucesor, Ulises Ruiz Ortiz, sumado a las ambiciones de la “burbuja”, su grupo de hombres y mujeres que lo rodearon en los últimos años.
Sin embargo, esos grupos de poder político y los hombres de negocios -conservadores por naturaleza-, preferían que las cosas no cambiaran o que continuaran con los mismos usos y costumbres del poder.
El resultado desgastó el ánimo del ciudadano con el movimiento popular-magisterial de 2006 que provocó que miles de oaxaqueños cerraran los ojos, se taparan los oídos y dejaran que otros asumieran su responsabilidad.
De ahí que también se puedan entender las contradicciones de un gobierno que intentaría cambiar el rumbo de Oaxaca, pero que también llevaría en sus genes al adversario del cambio: los priistas que rompieron con Ruiz Ortiz.
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Gabino Cué conoce las dos transiciones partidistas más importantes del país y de Oaxaca.
Como subsecretario de Gobernación, bajo la mano del exgobernador priista Diodoro Carrasco Altamirano, entregó el poder al panismo de Vicente Fox Quezada después de más de siete décadas de priismo.
En Oaxaca, el mismo Cué Monteagudo saco al PRI del gobierno después de más de ocho décadas de ejercicio del poder.
El gobernador de Oaxaca sabe cuál es principio y el fin del PRI, pero también de las reglas de un sistema político local donde la pieza fundamental es el priismo del Gobernador del Estado.
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Gabino Cué conoce de las bondades y perversidades del poder como priista y opositor.
Cuando salió del PRI para obtener la candidatura a la presidencia municipal por la ciudad de Oaxaca, desafió al entonces gobernador José Murat Casab.
Ahora como gobernador de oposición mantiene no solo una relación cordial con el dinosaurio priista, sino que la extiende a su hijo, el director general del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores, Alejandro Ismael Murat Hinojosa.
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Desde joven Gabino Cué Monteagudo vivió las mejores versiones del sur y del norte del país.
Como parte de la Generación del 66, que forma parte de la Generación X, le tocó disfrutar de la escuela pública como orgullo y ascendía política.
Y en el norte, formó parte del prestigio del mejor centro educativo privado del país: El Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) hoy conocido como Tecnológico de Monterrey.
Del oaxaqueño, conoce la cultura del arraigo y de su orgullo regional.
Del regio, conoce la cultura del esfuerzo y su honra por lo local.
Pero también, Cué Monteagudo sabe que el poder carece de sentido si no se ejerce. Y hoy esa capacidad del Jefe Político de Oaxaca está en duda.
Lo cierto es que la percepción de cientos de miles de oaxaqueños es que los privilegios personales y excesivos como las incapacidades profesionales de quienes son sus aliados, administradores y operadores en el poder, ya le arrebataron el futuro a miles de niños oaxaqueños.
La educación es uno de tantos ejemplos.