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El sangriento asalto a la casa de la señorita Cabrera

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Uno de los sucesos que marcaron la historia del Oaxaca de la década de los años 50’s, fue el asesinato de Beatriz Cabrera, una de las mujeres más acaudaladas de la capital, quien fue ultimada a golpes tras un asalto cometido en su domicilio por tres dueños de la empresa “Atracciones Salazar”

 

Carlos CERVANTES

 

La mañana del 19 de octubre de 1955 los vecinos de la entonces pequeña ciudad de Oaxaca nos enteramos que la noche anterior había sido asaltada la lujosa casa de la señorita Beatriz Cabrera por un grupo de por lo menos cinco individuos, que entraron con el propósito de robar ya que era sabido que la dama atesoraba dinero y joyas, así como monedas antiguas y muchos objetos de valor. Su riqueza provenía del alquiler de inmuebles, entre éstos la vecindad más grande de Oaxaca de Juárez que era de su propiedad. Fue sacrificada a golpes por los hijos de don Natalio Salazar, dueño del negocio que administraba los jueguitos mecánicos “Atracciones Salazar”, los cuales se miraban en todas las ferias.

El crimen causó escándalo en la ciudad tanto porque la víctima era persona muy conocida y estimada en la sociedad de entonces como porque los victimarios también eran populares y nadie los creía capaces de semejante monstruosidad. Eran “Los Güeros” Salazar.

Doña Beatriz Cabrera vivía en la casa número 8 de avenida Independencia, la cual daba el aspecto de un museo o tienda de antigüedades por la cantidad de obras de arte que formaban el ajuar de dicho domicilio. En los corredores interiores había toda una colección de pájaros en sus respectivas jaulas, así como dos enormes perros guardianes que eran soltados de noche.

 

La vecindad más

grande de la ciudad

 

Fue el padre de doña Beatriz (Antonio J. Cabrera), quien se hizo de muchos inmuebles en el centro de la ciudad y además era dueño de la vecindad más grande de esta capital, delimitada por las actuales calles de Crespo, Quetzalcóatl, que topaba con una de viejas paredes de adobe de la vecindad; Joaquín Amaro, que se truncaba en otra pared de la vecindad, y la entrada era por el puentecito de Tinoco y Palacios, frente a la callecita empedrada que baja del cerro y que se conoce como Boca del Monte. Ahí vivían la mayoría de locatarios del mercado del Carmen Alto, así como familias de los soldados acantonados en el cuartel de Santo Domingo. Con motivo del crimen, el Gobierno del Estado decomisó todo ese espacio, se acabó la vecindad, con más de 100 viviendas, y la misma autoridad lotificó vendiendo los espacios y abriendo vialidades.

La calle Joaquín Amaro, que después se convierte en Tinoco y Palacios, pasa en medio de lo que fue la vecindad. Lo mismo que la de Quetzalcóatl, que atraviesa de oriente a poniente.

 

Noche de sangre y terror 

 

Esa noche del 18 de octubre de 1955, la señorita Cabrera estaba con su enfermera de confianza (Gloria E. Pérez), que había acudido a inyectarla, en la casa número 8 de avenida Independencia frente al templo de La Soledad. Alguien tocó el portón y la enfermera se acomidió acercándose y preguntando “¿Quién?”, dos o tres veces y solo le respondió la voz de un hombre “yo”. Entonces preguntó a doña Beatriz qué hacía y ésta le dio la mortal instrucción para que abriera. En ese momento un individuo la empujó y se introdujo a la casa portando una pistola y llegando hasta la sala donde se encontraba sentada la dueña, quien de inmediato fue maltratada pues detrás del primer individuo entraron otros cuatro y una mujer, procediendo a arrancarle el medallón que portaba y sus costosos anillos. Luego, la golpiza con la tranca de la puerta y cachazos de pistola hasta que la dama ya no se movió quedando tinta en sangre, pero antes de perder el conocimiento le dio tiempo de gritar pidiendo auxilio. A la enfermera le asestaron otro trancazo en pleno rostro por lo que cayó desmayada y la creyeron muerta.

 

Un albañil cómplice

conocía la casa

 

Entonces, se dedicaron a buscar el dinero y las joyas llegando hasta el “cuarto del tesoro”, donde se suponía estaba lo que buscaban, más aun cuando un albañil que trabajó en esa casa sabía la ubicación de todos los compartimientos y también participó en los hechos delictivos. La enfermera a poco tiempo recobró el conocimiento y vio bien a los malhechores mientras éstos seguían en la búsqueda frenética. A pesar de la gran herida en el rostro y que estaba tinta en sangre, como pudo se incorporó, abrió la puerta y salió corriendo pidiendo auxilio. Su estado llamó la atención y se reunió la gente; enseguida, llegaron corriendo dos policías que se encontraban cerca mientras los delincuentes también salieron corriendo sobre la misma avenida hacia el poniente, pero como iban armados ocurrió el enfrentamiento en la primera calle de Huzares, donde uno de los delincuentes resultó herido y dos policías murieron.

 

Una dama estimada en Oaxaca

 

La enfermera pidió a los vecinos hicieran el favor de avisarle a la licenciada Celia Ramírez de Ricárdez y al licenciado Fernando Ramírez de Aguilar, quienes fueron amistades cercanas de la famosa fallecida e inmediatamente llegaron al lugar de la tragedia. A los pocos minutos se presentó el capellán del templo de la Soledad don Guillermo Álvarez Varela, para tratar de darle los auxilios espirituales, pero era demasiado tarde. Esa misma noche se le practicó la necropsia al cadáver y fue llevado a la funeraria. La casa fue sellada y todos los valores que se encontraron fueron depositados en el Monte de Piedad. Aun cuando la finada tenía dos hermanas y un hermano que vivían en la ciudad de México, éstos no reclamaron nada y volvieron a la capital. (Meses después se hizo el reparto de bienes). Al siguiente día, el jardinero Agustín Díaz, pidió autorización para sacar a los dos perros y cuidarlos, así como las jaulas con los pajaritos.,,

 

Los cómplices de Salazar

 

El malandrín que resultó herido fue Maximiliano Sosa Jiménez de 22 años de edad, que trabajaba en la Junta Local de Caminos y quien confesó que cinco años antes trabajó en la casa de doña Beatriz de albañil y conocía la ubicación de todas las habitaciones.

Posteriormente, fue detenido el chofer del sitio Alameda Enrique González Cabrera, quien esa noche estuvo en una camioneta frente a la casa de Independencia esperando la salida de sus cómplices, pero las cosas se salieron de control.

Las indagaciones de la “policía secreta” continuaron al tener más datos proporcionados por los dos detenidos y el día 22 de octubre se dio a conocer la identidad de los demás implicados:  Carlos Salazar Robert, fue el que planeó el robo con tiempo de antelación; también participó su hermano Natalio de los mismos apellidos y la tía de ambos, Violeta Salazar. Los dos primeros hijos de don Natalio Salazar y su esposa Luz Robert, de 28 y 22 años de edad respectivamente, mientras Violeta un poco mayor. Eran dueños de “Atracciones Salazar” cuyos juegos mecánicos alegraban las ferias en esta ciudad y en otros puntos del estado. En muchas ocasiones, desde lo alto de la “rueda de la fortuna”, que se instalaba en avenida Independencia, por la fiesta anual de la Soledad, los hermanos Salazar Robert observaban la casa que tenían en mente robar ante la fama de la dueña de poseer mucho dinero en efectivo, joyas y otros valores.

 

Epílogo del suceso

 

Era procurador de Justicia del Estado el Lic. Nicolás Castellanos Vásquez; director del Monte de Piedad, don Alfonso Gómez Zorrilla, y juez Primero Penal, Jesús Martínez Vigil, quien llevó a cabo el sensacional proceso y finalmente les dictó como sentencia la pena máxima que entonces era de treinta años de prisión a cada uno de los inodados. Todos cumplieron las dos terceras partes, 20 años, en la Penitenciaría Central.

Días después del crimen fue detenido el último cómplice quien se encontraba escondido en Ocotlán de Morelos: Domingo Vásquez Canseco, quien tuvo espectaculares careos con los otros, pero especialmente con Maximiliano Sosa Jiménez a quien le gritaba “tú mataste a la señorita Cabrera”.

 

Los valores quedaron

en el Monte de Piedad

 

Doña Beatriz era de las damas a quienes entonces se les llamaba “señoritas antiguas”, no se casó y sus amigas comentaban que cuando hablaban del tema ella les decía: “Llegado el momento me caso con el primer cargador que yo me encuentre y le dejo todo cuando me muera”. Su patético plan no llegó a realizarse.

El periódico “Oaxaca Gráfico” dio seguimiento puntual al sensacional acontecimiento, siendo notas de primera plana.

Los valores continuaron depositados en el Monte de Piedad hasta que, años después, olvidado el asunto, un gobernador vivales ordenó le fueran entregados sin especificar el motivo. Su orden fue obedecida. La casa hoy se encuentra en ruinas frente al jardín de la Soledad. Del paradero de los victimarios no se supo que fue de ellos al salir de la cárcel aun cuando tenían muchos familiares, siendo hasta el año de 1995 cuando se volvió a hablar de ellos ya que ocurrió otro suceso sensacional, pues fue plagiado y muerto un empresario huevero y la policía investigadora señaló como autor a un joven sobrino de los Salazar Robert. Estuvo preso 17 años después de lo cual el juez penal lo dejó en libertad porque nunca hubo pruebas en su contra. Fue otro “presunto culpable”. El secuestro y crimen nunca se aclaró.

 

Otra propiedad se

destinó a escuela

 

Se recuerda también que, meses después, durante el gobierno del Lic. Alfonso Pérez Gasga fue expropiada otra casa que fue propiedad de la señorita Cabrera y que quedó sin dueño al morir la propietaria, era una espaciosa casa de departamentos económicos ubicada en la primera calle de avenida Hidalgo, que se destinó a la construcción de una escuela que aun funciona en dicho lugar. En ese espacio se alojaban 18 familias que pagaban su renta y tuvieron que desalojar, pues así era la autoridad de entonces, cuando se respetaba el ahora perdido “principio de autoridad”.

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