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El reloj de Catedral, mudo testigo de la historia de Oaxaca

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Durante más de cinco siglos sus manecillas han contado los segundos, los minutos, las horas; ha sobrevivido a movimientos sociales, pestes, terremotos. Hoy el bullicio de la ciudad ha apagado el sonido de sus campanadas , ya casi nadie voltea a verlo

 José HANNAN ROBLES

FOTO PRINCIPAL Durante más de cinco siglos el reloj de Catedral ha sido testigo de la vida cotidiana de la ciudad de Oaxaca. La hora parroquial ha marcado en gran parte la vida de sus habitantes.

Su instalación, según datos de la historia del reloj, data de 1570, cuando quedó a cargo del señor Baltazar Rodríguez, que por más de 20 años, y mediante un pago de 10 pesos, se comprometió ponerle grasa a los mecanismos de subir los tejos para las llamadas de las horas y cambiar los contrapesos.

Desde ese momento se convirtió en testigo del paso de las horas, días, años…y siglos y, de acontecimientos como el sismo de 193I en que se destruyó parte de la ciudad.

Notario de acontecimientos sociales, religiosos, políticos, pestes, entre otros, marcados por sus manecillas.

De acuerdo a los datos de un volante, sin firma de autor, distribuido hace algunos años cuando se puso nuevamente en servicio el reloj, tomados, según se dice en el mismo, del Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Oaxaca, cuando la Catedral se encontraba en construcción el Cabildo consideró la necesidad de contar con un reloj que marcara la hora de la ciudad.

Antes de 1560, se empezó la construcción de una especie de andamio de madera en el cual se pudiera situar el reloj, para que quedara en un lugar alto y visible.

En ese tiempo, a la Catedral no se le había concluido su primera parte, pues todavía estaba en construcción su techumbre y se ponía el terrado a la nave central.

En la Breve Historia del Reloj de Catedral, se asegura que se encomendó al canónigo Juárez, la construcción del citado andamio.

En el Libro de Fábrica Espiritual de 1555-1604, existe una anotación que dice: “Tres pesos y cuatro tomines, moneda de plata usada en aquel entonces, equivalente a unos treinta céntimos de peseta, se dieron al canónigo Juárez para las tablas del reloj, pero quien lo puso en funcionamiento fue el señor Simón Pérez, cobrando la cantidad de 19 pesos, seis tomines…”.

Según el libro citado, en el año 1570, se reintegró al señor obispo Alburquerque la cantidad de 300 pesos, dos tomines que prestó para el reloj.

A partir de ese año, el reloj quedó a cargo del señor Baltazar Rodríguez.

En 1573, parte de los andamios se habían echado a perder, según el libro, se compraron vigas nuevas para repararlo, cuyo costo fue de cuatro pesos, además se hizo un trueque cambiando las piezas dañadas por nuevas por un pago de 80 pesos.

En 1586 se construyó una caja metálica para el nuevo reloj, citándose en el mencionado libro: “Cincuenta pesos de la caja metálica para poner el reloj en una torre sur, tercer nivel”, observándose todavía la huella del sitio en el que estuvo, con la nueva ubicación probablemente se pretendió dar mayor realce al templo, cobrando mayor importancia para la vida de Oaxaca.

En 1604, un fuerte terremoto dañó las torres de la Catedral y como consecuencia al reloj, que estuvo parado durante muchos años.

Posteriormente tanto las torres como el reloj fueron reparados, pero éste volvió a deteriorarse como consecuencia del tiempo y los fenómenos climáticos.

Un documento del archivo dice que en I755, los arquitectos Don Tomás Fernández de la Lastra y Don Ignacio González, por orden del canónigo Don Miguel de Echeverría, reconocieron el lugar del nuevo reloj, quinto nivel de la misma torre sur, y se dispuso hacer un nuevo cuarto en simetría con la torre para colocarlo.

Se bendijo el 16 de julio de 1755, espacio donde sigue hasta la fecha, siendo parte de las fiestas y celebraciones.

Fue testigo de las visitas reales, de acontecimientos de júbilo general, que tiene en sus campanadas un pregonero y festejante aliado.

El 23 de octubre del año 2000, tras haber sido reparado con el donativo de los fieles, por manos del señor Raúl Vásquez, con la bendición del arzobispo Héctor González Martínez, se puso nuevamente en funcionamiento.

Aunque no está confirmado, existe la versión de que en un cuarto que está debajo de la torre del lado sur de Catedral, existe otro reloj desarmado nuevo de cuatro caratulas.  También se afirma que en el mismo sitio estuvo otro reloj usado de dos caratulas, que fue llevado a Juquila entre 1997 y 1998.

El reloj ha sido objeto de sucesivas reparaciones, permaneciendo, inclusive, descompuesto por largas temporadas.

Hoy, el bullicio de la ciudad y los altos edificios han apagado el sonido no sólo de las campanadas del reloj sino de las campanas parroquiales.

Actualmente las personas recurren a sus relojes de casa o de pulsera, lo que hace menos necesario al reloj de Catedral. Se le está olvidando.

 

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