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El político demasiado político

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José Luis SERAPIO JUÁREZ

¿Cuándo un político es demasiado político? Debería quedar claro qué entiendo por político, y me estoy refiriendo al político profesional, a ése que le pagan por hacer política, no la política que hacemos los ciudadanos a diario, otra aclaración es que mi visión aquí presentada tampoco es desde el debate abstracto particularista ideológico-filosófico, sino una interpretación (ideológica-filosófica) de que México necesita políticos que cumplan la ley, no políticos maquiavélicos que se salen con la suya.
Veamos, desde el comienzo de la gestión del presidente Andrés Manuel López Obrador, se comenzó a observar que algo no iba acorde con lo que regularmente acaecía en otras gestiones, la operación del aparato del partido morena como un instrumento paralelo de operación justificado en la cooptación de los canales institucionales, no así el aparato ideológico organizacional morena el cual no estaba cooptado. Todo comenzó desde el sismo del año pasado, el actual presidente AMLO pidió a su partido donar la mitad de las prerrogativas del partido a los damnificados del sismo, de inmediato los demás partidos salieron a emular al partido morena, al final, el INE recomendó a los partidos que renunciaran a sus prerrogativas, hacerlo por canales institucionales de tal manera que Hacienda fuera la responsable final de entregar los recursos a los damnificados vía el Fondo de desastres naturales, pero morena de la mano de AMLO constituyó un fideicomiso, el cual distribuyó a los damnificados bajo un esquema bastante opaco.
La misma situación ocurrió con los censos realizados para los beneficiarios de los programas sociales, el partido Morena, se encargó de realizar dicha tarea; los encuestadores portan logos del partido Morena, y son abiertamente simpatizantes del partido Morena. Los ejercicios de democracia directa también son otro ejemplo, el partido Morena se encarga de realizar unas consultas que acorde con la ley deberían ser llevadas por el INE. El último ejemplo, no menor, es el memorándum que deja sin efectividad la reforma educativa, instrumento que claramente está contraviniendo la constitución. Aquí habrá que detenerse un momento, y es que como al principio se mencionaba, la mayoría de las defensas hacía el ahora presidente Andrés Manuel, se han centrado mucho en “es que AMLO no confía en las instituciones oficiales y por eso utiliza a su partido o sus organizaciones paralelas”, entiendo, pero que entienda no significa que comparta.
Me parece, en primer lugar, que las instituciones en el país siempre se han utilizado con fines políticos, más allá de los principios bajo los cuales fueron constituidos, así, un ejemplo claro de esto fue la encarcelación de la maestra Elba Esther durante el gobierno de Enrique Peña, todos sabían que se trataba de un movimiento político, de una instrumentalización de la justicia con fines específicos, pero nadie se atrevió a argumentar a favor del debido proceso, lo mismo ocurrió cuando la FGR persiguió al candidato Ricardo Anaya, aunque la comentocracia sabía que era una acción judicial para poner al candidato oficialista en segundo puesto, no muchos tuvieron la decencia de protestar ante tal acto de atropello de la autoridad complementado por los medios de comunicación televisivos y de radio.
En consecuencia, me parece que es explicable que los análisis sobre lo extremadamente endebles y poco confiables que son algunas de las instituciones mexicanas no están lejanas de la realidad, la Segunda Encuesta Nacional de Cultura Constitucional. Legalidad, legitimidad de las Instituciones y Rediseño del Estado que realiza la UNAM menciona que en el país la percepción que tienen los mexicanos sobre el cumplimiento de las leyes es de 5.65, en una escala donde 10 es máximo cumplimiento de la ley y 0 es ningún cumplimiento de la ley; la misma encuesta establece que son los políticos quienes violan más la ley, y arroja información sobre lo “insuficientemente protegida” que se siente la ciudadanía frente a los abusos de la autoridad, el 79% de las personas opinó esto último.
Es decir, en efecto, las instituciones del estado no funcionan como debieran hacerlo y cuando sí funcionan siguiendo la ley, parece una burla, un ejemplo de esto es el gobierno estatal del Estado de México, acorde con un trabajo de blindaje electoral de la organización civil INCIDE social, encontró que el 47% de los apoyos entregados eran canastas de alimentación y el 19% dinero, o sea, aún si el gobierno estatal sospechosamente incrementaba su presupuesto para el año electoral, y sospechosamente tuviera programas como “de la mano con papá” cuyo apoyo consistía en una canasta alimentaria y quinientos pesos, o sospechosamente a mitad del ejercicio fiscal cambiara las reglas de operación de los programas para incrementar su presupuesto, todo lo anterior es absolutamente legal.
Lo anterior es usado a menudo como una justificación para continuar mimando a las instituciones, bajo el argumento de los defensores de AMLO, esto es un debate que debe darse en una verdadera democracia, apoyo lo del debate, pero una cosa es el debate filosófico y otra cosa es la continuidad de la informalidad del poder político, su imposibilidad de guiarse por canales institucionales, ésa parte de la promesa, en cambio, lo que hay es un presidente que sigue haciendo política por todos los medios para incrementar su poder, incluso si eso significa frenar o dar vuelta atrás a las instituciones del país.
En general, para mí, cualquier político que quiera avanzar por los canales extralegales, con fines de conservar su legitimidad, ése político, será más un obstáculo que un avance en la democracia mexicana, me parece que, bajo ninguna circunstancia se debe premiar a los políticos a continuar bajo ése esquema de hacer política, lo que urge es la construcción de un estado de derecho que sea ejecutado desde la presidencia (aunque preferiblemente desde una sociedad que sea la causante), porque tal parece que lo anteriormente narrado no significa nada porque los gobiernos pasados fueron peores, o dado que los gobiernos pasados fueron los que nos arrastraron a esta situación, pero a ver, que “a” sea menos malo que “b”, no hace a “a” el mejor, lo hace simplemente menos malo de las opciones posibles, y como bien señala Sartori en su libro la Teoría de la Democracia, la democracia es un sistema donde es válido que los ciudadanos nos equivoquemos de representantes, porque siempre podemos votar por otros nuevos.

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