Agencias
¿De qué tamaño es el negocio de la energía en México? Es una pregunta que muchos se formulan después que el presidente Enrique Peña Nieto promulgó las leyes secundarias de la Reforma Energética, que abre al libre mercado la explotación de hidrocarburos y electricidad.
En un país que durante 76 años mantuvo un monopolio estatal en petróleo, gas y electricidad, y donde prácticamente todos sus habitantes sólo conocen a dos proveedores gubernamentales de estos servicios, parece natural la inquietud sobre las nuevas reglas.
A partir de ahora empresas mexicanas y extranjeras pueden participar en la extracción y venta de hidrocarburos, así como en la generación y abastecimiento de electricidad para los grandes consumidores.
Es un mercado con muchas ganancias: según el Departamento de Comercio de Estados Unidos en el primer semestre de este año las ventas de crudo de la paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex) a ese país, su principal cliente, fueron de 14 mil500 millones de dólares.
Y el año pasado la Comisión Federal de Electricidad (CFE) vendió energía por más de 13 mil millones a las industrias, comercios y grandes empresas del país, sin contar los ingresos por el servicio a 37,3 millones de hogares.
“Nada que festejar”
Éstas son dos de las áreas que con la reforma energética se abren al capital privado, pero de acuerdo con la Secretaría de Energía las posibilidades de aumentar la explotación de gas y petróleo, así como distribuir gasolina y otros hidrocarburos pueden crear un mercado mayor al actual.
En el año previo a la promulgación de la reforma uno de los temas más debatidos fue el destino de Pemex, una de las 15 petroleras más grandes del mundo y con un valor de 326 mil millones de dólares. Las autoridades aseguran que la existencia de la paraestatal está garantizada.
Miriam Grunstein, académica del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), compara la situación actual del país con un enorme pastel (torta) del que muchos quieren un trozo.
Los críticos de la reforma energética, como Miguel Barbosa, senador del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD), dicen que “no hay nada que festejar” en México.
Otros como Luis Serra, del Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC) creen que el negocio no será para todos. “Hay que quitarnos la idea de que la reforma energética va a generar crecimiento en el corto plazo, eso no es cierto”, asegura. “La Reforma está pensada para generar condiciones que promuevan crecimiento económico en el mediano y largo plazo2.
Gasolina
De acuerdo con Pemex los recursos prospectivos de hidrocarburos del país son mayores a 100 mil millones de barriles. La cifra incluye los yacimientos probados y posibles de crudo en aguas someras, tierra y en mar profundo.
También contempla los mantos de gas natural y shale, como se conoce al metano atrapado en formaciones de piedra lutita y que se extrae por el sistema de fractura hidráulica ofracking, su nombre en inglés.
El valor de las reservas no se conoce, pues varía según las condiciones del mercado internacional de hidrocarburos.
Se trata de un potencial al que sólo la paraestatal tiene derecho pero según autoridades y especialistas ahora el escenario será distinto. Mediante varios tipos de contratos o licencias los nuevos competidores de Pemex podrán explotar yacimientos conocidos o los que descubran, y quedarse con las ganancias tras pagar impuestos.
Es uno de los aspectos polémicos del negocio, pues según críticos como el senador Alejandro Encinas, del PRD, las empresas que exploten hidrocarburos tendrán la posibilidad de deducir fiscalmente sus pérdidas, y pagar un promedio del 21 por ciento de sus ganancias, menos que el resto de los contribuyentes obligados a entregar la tercera parte de sus ingresos.
La Secretaría de Energía, por su lado, afirma que en todos los casos el Estado mexicano recibirá por lo menos el 50 por ciento de las ganancias de la explotación de hidrocarburos.
Pero el crudo y gas son una parte del nuevo sistema energético. En la Reforma también se abre la puerta para la venta de gasolina, actualmente reservada a Pemex y sus franquicias que suman 10 mil 564 gasolineras en todo el país.
Especialistas creen que éste es uno de los mercados donde la competencia tiene más posibilidades: de acuerdo con la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) y algunas investigaciones periodísticas, muchos de los negocios alteran las bombas de gasolina para entregar menos combustible del que cobran.
La participación de empresas distintas a las franquicias de Pemex puede modificar el escenario. Es un negocio que implica la venta de 187 millones de litros de gasolina al día, con un valor de 65 mil millones al año.
Electricidad
Otra parte del negocio es el abasto de electricidad, que genera y vende la CFE con dos excepciones: en Baja California Norte la paraestatal compra la energía a California, Estados Unidos, pero la revende a los usuarios mexicanos.
También permite que particulares como la cadena estadounidense Walmart y otras empresas generen su propia electricidad, pero no les autoriza a vender la energía que no utilicen. En estos casos compra los sobrantes de la producción y los distribuye en su red de usuarios.
Con la reforma energética el escenario puede cambiar. Las nuevas reglas abren la competencia en el abasto a grandes consumidores como industrias, comercios y otros negocios que según la Comisión Reguladora de Energía representan el 59,5 por cientode las ventas totales de la CFE, lo que en 2013 representó ingresos por 13 mil millones.
La paraestatal mantendrá el monopolio del servicio a los casi 38 millones de usuarios domésticos, la mayoría de los cuales cuentan con subsidio en sus tarifas por la energía.
Estos clientes generan menos del 20 por ciento de los ingresos de la paraestatal, pero representan a casi el total de los mexicanos que viven dentro de su territorio.
Es un nicho donde el capital privado está excluido, lo cual genera inquietud en especialistas como Luis Serra. “La gran promesa de la reforma energética es bajar las tarifas eléctricas, y eso no va a suceder porque no vamos a generar competencia en el sector”, advierte.
Un tema en que coinciden organizaciones empresariales como el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios: los efectos de las nuevas reglas se sentirán, por lo menos, dentro de cinco años.