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El Futbol y la política internacional

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Por Alberto Rueda
POBREZA EN BRASIL Mucho se ha cuestionado el derroche de recursos públicos por parte del gobierno brasileño, para poder llevar a cabo un evento internacional enfocado al torneo de futbol más importante: La Copa del Mundo.

Y es que la pobreza que impera en aquel país sudamericano, contrasta con las imágenes que nos imponen las cámaras de televisión. Existen en Brasil problemas severos en políticas enfocadas a la educación, los servicios sanitarios, el transporte, la seguridad pública, el empleo, entre muchos más.

Los brasileños no terminan de entender de qué forma, la construcción millonaria de estadios mundialistas, va a resolver o al menos a apaciguar estas problemáticas; tampoco la comunidad internacional encuentra la ecuación.

Es por esto, que al arranque de la justa mundialista, los brasileños aprovecharon el escenario para hacer una denuncia social, a los ojos del mundo. Si bien, las protestas bajaron de intensidad, el daño a la imagen de percepción del gobierno de Dilma Rousseff, ya estaba hecho.

Sin embargo, siempre ha existido una relación muy interesante entre el futbol (los mundiales de futbol para ser más preciso) y la política gubernamental.

El futbol representa para algunos solamente un juego, donde gana el que anota mas goles; pero para otros muchos, representa un estilo de vida.

Tenemos a quienes usan este deporte como un negocio (la FIFA es el mejor ejemplo); pero también otros muchos siguen al futbol como una ideología, e incluso como una religión (en Argentina nació la Iglesia Maradoniana, conformada por quienes se decían seguidores de Diego Armando Maradona).

Sin duda, en muchas regiones del orbe, el futbol representa parte de la idiosincrasia de los pueblos. ¿Qué país no conoce el futbol? Más aún, ¿en qué región del mundo no se puede improvisar un balón y reunir dos equipos para competir? (las famosas cascaritas).

Es por ello, que las federaciones de los países, las televisoras, los consorcios empresariales que sirven de “patrocinadores” y muy especialmente el máximo organismo regulador en el mundo, la FIFA, ven en el futbol un instrumento de poder, que sirve como medio para obtener dinero y por tanto controla y manipula a las masas y a los propios jugadores.

 

Pero el fútbol es utilizado por la política. Han existido presidentes que antes fueron dueños de equipos internacionales, como el caso de Silvio Berlusconi, quien fue presidente del AC Milan antes de ser presidente de Italia. De hecho mucho se ha dicho sobre que el negocio del futbol lo impulso al terreno político.

Por ello el interés de los gobiernos por participar en la administración de los mundiales o justas continentales. Porque más allá del impulso económico, turístico y de posicionamiento internacional, existe la posibilidad de control de las masas, lo que les permite aumentar su poder bajo el esquema: Pan y Circo.

En 1934, en Italia, en la era del régimen de Mussolini, el Mundial de Futbol fue utilizado para enviar mensajes de tipo fascista. Mussolini no era afín al futbol, pero entendió que era una ventana para utilizarlo como instrumento de propaganda política.

En la Eurocopa de 1964, el dictador Franco hizo lo propio en un partido que España disputó y ganó en la final contra la Unión Soviética.

En otros escenarios, estas justas deportivas han servido para expresar mensajes políticos y han servido para apaciguar manifestaciones como las que hoy se viven en Brasil. No hay que olvidar que en México, en 1968, los Juegos Olímpicos permitieron dar un respiro al gobierno de Díaz Ordaz.

En contraste, eventos de esta envergadura, también pueden favorecer la política internacional entre países que afrontan problemáticas entre sí. En etapa clasificatoria, el pueblo iraní mostró signos de verdadera unión para el mundial de 1998; en Argelia existió una reivindicación nacionalista a través del balompié.

Tanto en el pasado como en el presente, el futbol permite impulsar el sentir de las naciones. Por eso es evidente que en la actualidad, el racismo se ha comenzado a erradicar desde las canchas futboleras. Y también los propios jugadores han resuelto conflictos o los han generado, como el caso de Matthias Sindelar, que ante la Anchluss en 1939 (anexión de Austria por parte de Alemania) se negó a jugar para el equipo germano y en cambio sí, en un partido amistoso entre Austria y Alemania, burlarse en el festejo de las autoridades nazis (Fuente: Andrés Felipe Hernández Acosta).

O Johan Cruyff, de Holanda se negó a ir a Argentina 1978 debido a la dictadura que en este país imperaba. Estos son algunos ejemplos de jugadores claramente politizados.

 

Por lo anterior, basta concluir que los mundiales de futbol no sólo son justas deportivas, sino también actos políticos. Más allá de las reglas de juego dentro de la cancha, existen códigos políticos con mensajes ideológicos de gran alcance.

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